Recientemente, científicos descubrieron en ratones que, los microplásticos presentes en el torrente sanguíneo, pueden generar que las células del sistema inmunitario provoquen trombos en el cerebro tras acumularse en su interior. El estudio corresponde a la Academia China de Investigación en Ciencias Medioambientales y se publicó en Sciencie Advances.
La concentración de microplásticos activa a las células inmunitarias en el cerebro como la microglía, defensas autonómicas del cerebro que "engrullen" los microplásticos para destruirlos. Sin embargo, a estos no se los puede degradar y logran acumularse en su interior. Las células de defensa quedan entonces atascadas en los capilares del cerebro formando un tapón o trombo, impidiendo así la llegada de oxígeno y sangre a esa zona del cerebro.
Estudios recientes ya habían demostrado que los microplásticos pueden infiltrarse en el tejido nervioso e inducir trombosis cerebral por obstrucciones celulares que provocan anomalías neuroconductuales. Esta infiltración desencadena la activación de células inmunitarias en respuesta a invasores extraños.
“Nuestra investigación sugiere una posibilidad alternativa a lo anterior: los microplásticos también pueden inducir la oclusión local de pequeños vasos del cerebro, creando potencialmente un entorno hipóxico -reducción del oxígeno sanguíneo- e isquémico -reducción del flujo de sangre-”, detallaron.
El estudio
Los investigadores aplicaron técnicas de microscopía bifotónica en miniatura (mTPM) y obtuvieron imágenes de los microplásticos en el cerebro de ratón in vivo mientras el animal estaba despierto. Es decir, con imágenes de alta profundidad, pudieron ver los microplásticos en los vasos sanguíneos de la corteza cerebral del ratón.
De esta forma, el equipo descubrió este nuevo mecanismo que puede inducir disfunción cerebral y deterioro neurológico.
Asimismo, observaron que los bloqueos cerebrales inducidos por microplásticos pueden persistir más de 7 días y disminuir lentamente hasta los 28 días, aunque sin desaparecer por completo. En este tiempo, los ratones afectados mostraron deterioro en pruebas de memoria y menor función motora.
El sistema inmune en contra
Hasta ahora, se aceptaba que los microplásticos causaban neurotoxicidad directa o daño a otros órganos que, a su vez, podrían generar disfunción en el sistema nervioso central. Sin embargo, “este trabajo aporta evidencia, en modelos animales, de otro posible mecanismo: el daño a través de una afectación inmunológica que terminaría redundando en un mecanismo trombótico que afectaría a la circulación cerebral”, aclararon otros expertos.
En tal sentido, este hallazgo es importante porque “la causa vascular está en la base de muchas enfermedades neurológicas y empeora otras que tienen una base neurodegenerativa”.
Aún así, el trabajo se tiene que confirmar en otros modelos animales para luego poder plantear una hipótesis extrapolable al ser humano, dadas las diferencias que existen entre ratones y humanos, tanto a nivel neurológico, como inmunológico y vascular.
Los microplásticos nos envejecen
La exposición humana a los microplásticos se produce a diario. “Hábitos de vida, como la frecuencia de uso de fiambreras y otros recipientes desechables para la conservación de alimentos, pueden influir significativamente en esta exposición. En consecuencia, es probable que los microplásticos se acumulen en los tejidos humanos con el paso del tiempo”, indicaron.
Y esa concentración, además de las consecuencias inmediatas ya mencionadas, puede acelerar el envejecimiento, como demostró otro reciente trabajo del grupo, publicado el verano pasado: “La capacidad de la población anciana para combatir invasores extraños disminuye a medida que se reduce la función de sus órganos. Nuestro equipo descubrió que la exposición a microplásticos en ratones que envejecen conduce a señales de daño significativamente mayores, incluida la activación de vías de señalización del cáncer”.
Residuos omnipresentes
Los fragmentos milimétricos de plásticos recibieron en 2004 la denominación de microplásticos. Presentes en diversos productos, desde cosméticos a pinturas y tejidos, se distribuyen como contaminantes por todos los ecosistemas del planeta, incluidos los océanos o los polos. Se ha demostrado que son nocivos a múltiples niveles biológicos y están presentes en alimentos, bebidas y también en el cuerpo humano, con efectos negativos emergentes.
Estos diminutos plásticos, que miden menos de medio milímetro, pueden entrar en el cuerpo humano a través de diversas vías, incluyendo el sistema respiratorio, el consumo de agua y alimentos contaminados.
Pueden atravesar la barrera hematoencefálica y llegar al cerebro, donde alteran la función cerebral y pueden producir neurodegeneración. Además, la acumulación puede causar problemas respiratorios, trastornos del sistema inmunológico, inflamaciones crónicas y desequilibrios hormonales. En particular, la presencia de estos compuestos en el torrente sanguíneo puede provocar enfermedades cardiovasculares agudas.
Según un artículo publicado en Science en 2024, la contaminación ambiental por estas partículas podría duplicarse para el año 2040, causando daños a gran escala.
Fuente: SINC.