Los patrones cambiantes de la variabilidad del clima y eventos extremos, genera un impacto negativo en todas las dimensiones de la seguridad alimentaria y refuerza otras causas subyacentes de la malnutrición en todas sus formas. Según un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), América Latina y el Caribe se ubican como la segunda región del mundo más expuesta a eventos climáticos extremos luego de Asia.
Es clave destacar que, la variabilidad del clima y los eventos climáticos extremos (como sequías, inundaciones y tormentas) reducen la productividad agrícola, alteran las cadenas de suministro de alimentos, aumentan los precios y afectan los entornos alimentarios, poniendo en riesgo los logros alcanzados en la reducción del hambre y la malnutrición en la región.
La situación en América Latina y el Caribe
Al menos 20 países, es decir, el 74%, enfrenta una alta frecuencia de estos eventos, lo que indica una significativa exposición. Por otra parte, 14 países, el 52%, se considera vulnerable por tener una mayor probabilidad de tener un impacto en la subalimentación por estos fenómenos.
El impacto de los extremos climáticos se exacerba por los desafíos estructurales: conflictos, desaceleraciones económicas y crisis; factores subyacentes como altos niveles de desigualdad, falta de acceso a dietas saludables y su inasequibilidad, así como entornos alimentarios poco saludables.
El nuevo informe, situado entre 2019 y 2023, muestra que la prevalencia de subalimentación aumentó 1.5 puntos porcentuales en todos los países afectados por la variabilidad climática y eventos extremos. Esto empeora en países con recesiones económicas y, de esta forma, las poblaciones se ven más vulnerables a raíz de tener menos recursos para adaptarse.
En este aspecto, se destaca la urgente necesidad de acelerar la acción para desarrollar la resiliencia en los sistemas agroalimentarios, críticos para el progreso de la región hacia la eliminación del hambre y la malnutrición en todas sus formas. La sostenibilidad a largo plazo de los sistemas agroalimentarios debe ser garantizada.
Hambre e inseguridad alimentaria disminuyeron, con disparidades entre subregiones
El hambre afectó a 41 millones de personas en la región durante 2023. Esto representa una disminución de 2,9 millones de personas respecto a 2022 y de 4,3 millones de personas respecto a 2021. Sin embargo, a pesar de los avances regionales, existen disparidades entre subregiones. La prevalencia del hambre ha ido en aumento durante los últimos dos años en el Caribe, alcanzando el 17,2%, mientras que se ha mantenido relativamente sin cambios en Mesoamérica, en el 5,8%.
Respecto de la inseguridad alimentaria moderada o grave, la región demostró avances por segundo año consecutivo, cayendo bajo el promedio mundial por primera vez en diez años. Esta reducción se explica por la recuperación económica de varios países de América del Sur debido a programas de protección social, esfuerzos económicos postpandemia y políticas específicas destinadas a mejorar el acceso a los alimentos.
El informe refleja también que la inseguridad alimentaria afecta de manera más pronunciada a determinados grupos de población, como las comunidades rurales y las mujeres. La brecha de género en América Latina y el Caribe sigue siendo más elevada que el promedio global.
La malnutrición bajo la perspectiva de la variabilidad del clima
El Subdirector General y Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, Mario Lubetkin relevó la importancia del Panorama 2024: "La variabilidad del clima y los eventos extremos son una amenaza para la estabilidad de la seguridad alimentaria y la nutrición”. Y agregó: “La importancia de implementar una respuesta integral, basada en políticas y acciones diseñadas para fortalecer la capacidad de los sistemas agroalimentarios. Esta resiliencia permite anticipar, prevenir, absorber, adaptar y transformar, de manera positiva, eficiente y eficaz frente a diversos riesgos, incluyendo los desafíos asociados al cambio climático y los eventos extremos”.
Respecto de la malnutrición, el reporte informa que el retraso en el crecimiento afectó al 22,3% de los niños menores de 5 años en el mundo en 2022. En América Latina y el Caribe, la prevalencia se estimó en 11,5%, significativamente por debajo del promedio mundial. Si bien la región ha experimentado reducciones notables desde principios del milenio, el progreso se ha desacelerado en los últimos años.
"En América Latina y el Caribe, uno de cada diez niños y niñas menores de cinco años vive con desnutrición crónica. La desnutrición y el sobrepeso coexisten en la región, exacerbados por la alta exposición y vulnerabilidad climática en las comunidades más vulnerables. Esta doble carga de la malnutrición amenaza diariamente el desarrollo pleno de la infancia", afirmó Karin Hulshof, Directora Regional a.i. de UNICEF para América Latina y el Caribe. "Cualquier decisión sobre la acción climática debe priorizar el derecho a la alimentación y nutrición de los niños, niñas y mujeres", añadió.
En 2022, el 5,6% de los niños menores de cinco años a nivel global estaban afectados por sobrepeso, mientras que en América Latina y el Caribe la prevalencia alcanzó el 8,6%, es decir, 3,0 puntos porcentuales por encima de la estimación global. Esta prevalencia regional también ha crecido más rápido que la tasa global, aumentando 1,2 puntos porcentuales entre 2012 y 2022, en comparación con solo 0,1 puntos porcentuales en todo el mundo. Dentro de la región, las tendencias varían significativamente, con América del Sur impulsando en gran medida el aumento, mientras que Mesoamérica y el Caribe han mostrado una mayor estabilidad en los últimos años.
El informe también identifica la falta de acceso económico a dietas saludables como una cuestión crítica. En 2022, 182,9 millones de personas en América Latina y el Caribe no podían permitirse acceder a ellas. Esto marca una mejora de 2,4 puntos porcentuales en comparación con 2021, lo que significa que 14,3 millones de personas más pueden permitirse una dieta saludable.
“El sobrepeso y la obesidad son un creciente desafío en la región y un factor de riesgo clave para las enfermedades no transmisibles. Una dieta saludable es la base para la salud, el bienestar, el crecimiento óptimo y el desarrollo. La OPS posiciona la salud como piedra angular para la transformación de sistemas alimentarios, promoviendo políticas fiscales, incluyendo impuestos, políticas públicas de compra de alimentos saludables, la regulación de la publicidad, incluidos los sucedáneos de la leche materna; la inocuidad de los alimentos, la reformulación de productos alimentarios y el etiquetado frontal”, indicó Jarbas Barbosa, Director de la Organización Panamericana de la Salud.
También se observan disparidades entre subregiones en el acceso a dietas saludables: en el Caribe, el 50% de la población (22,2 millones de personas) no podía permitirse una dieta saludable, seguida por Mesoamérica con un 26,3% (47,1 millones de personas) y América del Sur con un 26%. (113,6 millones de personas). Por ello, se hizo un llamado a centrarse en las poblaciones vulnerables y expuestas a eventos climáticos extremos.
“El planeta se calienta y el clima se desajusta. Las mujeres y hombres de América Latina y el Caribe viven la emergencia climática en primera persona: producir alimentos, transformarlos, transportarlos y poner un plato en la mesa es más difícil en los países donde ocurren fenómenos climáticos extremos a menudo”, explicó Lola Castro, Directora Regional del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas en América Latina y el Caribe.
“Las comunidades y los gobiernos de la región avanzan hacia soluciones integrales que abordan la seguridad alimentaria y la nutrición en tiempos de crisis climática. Juntos, buscamos proteger a las personas más vulnerables de los eventos climáticos extremos y crear sistemas alimentarios equitativos y sostenibles que alimentan a América Latina y el Caribe sin destrozarla”, añadió.
Las agencias enfatizaron la necesidad de acelerar aún más las inversiones y acciones destinadas a crear capacidades de largo plazo para responder a la variabilidad del clima y los eventos climáticos extremos.
Por su parte, Rossana Polastri, Directora Regional de la División de América Latina y el Caribe del FIDA, señaló: “Estamos contribuyendo al avance en la lucha contra el hambre, pero las cifras aún superan los niveles previos a la pandemia, lo que demuestra que todavía queda un largo camino por recorrer. Tenemos que redoblar esfuerzos para adaptar los sistemas alimentarios a los efectos del cambio climático, cuyo impacto negativo exacerba la inseguridad alimentaria. Para lograrlo, debemos invertir más en las áreas rurales, de manera que los pequeños productores cuenten con infraestructuras básicas, sistemas de información climática, prácticas agrícolas sostenibles y acceso a productos financieros que les permitan hacer frente a los eventos extremos y a la variabilidad del clima. Además, debemos invertir en las mujeres y en los grupos de población más vulnerables para asegurar que los avances en la reducción del hambre no dejen a nadie atrás”.
El Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024 es una publicación conjunta de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Fuente: OPS/PAHO.