Cada 6 de marzo se conmemora el Día Mundial del Linfedema, una fecha que busca concientizar en torno a esta patología crónica, su posibilidad de prevención y el arribo a un diagnóstico temprano para garantizar un tratamiento adecuado.

El linfedema es una enfermedad que afecta al sistema linfático provocando hinchazón en una o varias partes del cuerpo. Se trata de una patología crónica, progresiva e incapacitante que requiere de cuidados constantes para evitar limitaciones en la vida cotidiana. La mayoría de los casos de linfedema secundario son consecuencia de terapias oncológicas.

Linfedema: Síntomas

A nivel físico, el linfedema causa edema, pesadez y limitación del movimiento, dificultando actividades cotidianas y aumentando el riesgo de infecciones. Poder reconocer los síntomas para un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado posibilita mantener una buena calidad de vida y evitar posibles complicaciones que repercutan en el paciente.

Se trata de una acumulación anormal de líquido en los tejidos, lo que provoca edema (hinchazón), generalmente en los brazos o en las piernas, aunque también puede afectar a otras partes del cuerpo. El sistema linfático no logra drenar adecuadamente el líquido a raíz de una obstrucción, compresión, daño o malformación de los vasos linfáticos y se diferencia de otros edemas a raíz de su evolución y características clínicas.

En cuanto a la inflamación, la misma suele iniciar en forma leve e ir empeorando con el tiempo, afectando así la movilidad de la extremidad comprometida en caso de no tratarse. A medida que la inflamación avanza, la piel puede sufrir cambios volviéndose más gruesa y dura. De hecho, en fases iniciales, al presionar la piel puede observarse una leve marca, llamada fóvea; pero en etapas avanzadas, la piel se vuelve tan firme que ya no deja huella al presionarla.

Otro signo del linfedema es la lipogénesis o transformación grasa del tejido inflamatorio, lo que produce un aumento permanente de la extremidad, que no responde a la terapia habitual.

Linfedema y cáncer

La alta incidencia del cáncer de mama y su tratamiento, que en muchas ocasiones requiere la extirpación de los ganglios linfáticos de la axila, hace que esta patología sea una causa frecuente de linfedema.

Sin embargo, también puede aparecer en otras localizaciones en relación con otros tipos de cáncer como el de próstata, el melanoma o linfomas, por compresión extrínseca de los ganglios linfáticos o bien porque hay que extirparlos como parte del tratamiento.

La importancia del diagnóstico temprano

Independientemente de la causa, el linfedema tiende a ser una condición crónica, por lo que el diagnóstico precoz y un manejo adecuado son clave para evitar complicaciones como fibrosis, infecciones recurrentes (celulitis, linfangitis), y limitación funcional de la extremidad afectada.

El diagnóstico se basa en la valoración clínica en donde se descartan otras patologías como insuficiencia venosa, insuficiencia cardíaca o renal, entre otros, que también podrían causar edema sobre todo en extremidades inferiores.

Posteriormente y para un diagnóstico definitivo, se recurre a pruebas como la linfografía radioisotópica, o a la linfografía con verde de indocianina que miden la capacidad y velocidad de drenaje del sistema linfático, y la cantidad de extravasación al espacio intersticial.

El tratamiento

En última instancia, el tratamiento del linfedema está encaminado a contener el desarrollo de la enfermedad limitando el acumulo de linfa en la extremidad, y se basa en medidas de contención y de drenaje, como bandas elásticas, prendas de compresión, presoterapia y drenaje linfático realizado por fisioterapeutas.

Sin embargo y a pesar de estas medidas, la evolución es inexorable hacia un aumento de volumen progresivo con clínica de dolor y pesadez en la extremidad afectada, siendo en estos casos necesario plantear procedimientos quirúrgicos, individualizados, tanto paliativos como encaminados a mejorar el drenaje existente o crear nuevas vías de drenaje linfático.

Fuente: EFE.