Bajo la sombra de los árboles más añosos del Centro Agroecológico Biodinámico de Rosario (CABR), representantes de la cooperativa de huerteros “La Soñada” de Tucumán comparten su joven experiencia con el ingeniero agrónomo Antonio Lattuca, referente y creador de los parques huerta urbanos, y con el equipo de este espacio ubicado en Lamadrid 250 bis, zona sur, que contiene un vivero y un banco de semillas.

“La Soñada” surgió durante la pandemia. Sus integrantes transformaron un basural de dos hectáreas de la ciudad de Tucumán en una huerta que ahora se dedica a hacer compost. Son campesinos y vecinos, personas recién llegadas a este mundo, y también académicos como Graciela Ponessa, doctora en Biología.

En julio de 2023, viajaron por primera vez a Rosario para conocer la experiencia de la Agricultura Urbana y a su gestor, Lattuca. En septiembre de 2024, recibieron en Tucumán a una comitiva de 40 personas de la ciudad, entre huerteros viejos y nuevos.

A esa travesía se sumaron incluso los jóvenes del espacio mixto creado en Sunderland, que integra una parcela privada detrás del restaurante y terrenos de República de la Sexta, que también eran un basural y fueron recuperados.

Las historias se entretejen y lo que parece distante, en realidad comparte un origen en común (la transformación de espacios abandonados o con residuos en lugares de producción y encuentro) y también un camino que se ensancha, que aprende de los recorridos ya trazados (con sus aciertos y errores).

“Creamos un espacio comunitario en Tucumán y vinimos en 2023 a aprender de los parques huerta de Rosario. Para nosotros Antonio es un maestro. Este es el cuarto viaje que hacemos y acá queremos conocer el banco de semillas. Nació entre nosotros algo difícil de explicar”, dice Adriana Lucas, una de las fundadoras de “La Soñada”. Antes de vivir una transformación personal que la acercó a la tierra, ella era empleada de perfumería y vendedora.

Adriana y Graciela sienten que estos intercambios le permiten a la cooperativa “dar saltos más que pasos” porque se valen de un largo recorrido en Rosario. Sobre todo, destacan, "el concepto de huertas urbanas parceladas: espacios particulares que tienen un responsable que produce en ese sitio aunque el lugar en general no deja de ser comunitario”.

Además de limpiar un basural, reconectar con la naturaleza, producir alimentos saludables y sostenibles, “La Soñada” lanzará este año un “centro de estudio”, una escuela sobre agroecología.

“A la cooperativa se sumaron campesinos que aportan sus conocimientos. Queremos tener una mixtura entre lo popular y lo científico”, define la bióloga egresada de la UBA y especialista en el estudio de plantas medicinales. Se nutrirán, además, de libros del científico alemán Ehrenfried Pfeiffer –creador de la cromatografía circular de suelos– o de Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía y de la biodinámica.

“Las plantas son un motivo para mejorar las relaciones sociales de las personas. Es tierra, agua, semillas, pero también lo espiritual, el vínculo hombre-planta”, agrega y su compañera asiente con la cabeza.

Se suma Ricardo Roldán, presidente de la cooperativa: “Aprendemos de la huella de Antonio y los huerteros de Rosario. Esta experiencia es ejemplo en Latinoamérica. Porque llevan más de 20 años con los parques urbanos y porque son experiencias colectivas. Son islas dentro de la ciudad y en estos espacios vemos un parecido geográfico a Tucumán, que tiene una gran variedad de especies”.

“Son muy importantes estos viajes de intercambio”, valora Antonio Lattuca, el referente local, y recuerda los orígenes del programa ProHuerta en la década de 1990: “Se va retomando algo histórico pero haciendo algo nuevo al mismo tiempo”.

Más que copiar las huertas, Ricardo prefiere hablar de “replicar la experiencia humana porque no sería lo mismo allá, son espacios distintos y la que manda es la pacha”.

Antonio le cuenta que la migración desde Corrientes, en especial de la zona de Goya, y de Misiones en los 80 trajo a la ciudad, además de personas, saberes y semillas de la cultura guaraní. "Nosotros tampoco inventamos nada", resume.

“En el norte venimos de otra cultura, la andina, que es una forma de ver la vida y de construir”, aporta el tucumano y titular de “La Soñada”. 

Después de recorrer el Parque Huerta Oeste, visitaron el Centro Agroecológico de calle Lamadrid, donde funciona el banco de semillas Ñanderoga creado por Lucho Lemos, ya fallecido. Sobre la mesa del lugar, se secan variedades de tomates (tienen hasta 15 distintas), zuchinis, ajos pata de elefante, mango o flores de Echinacea Purpurea, un antiviral muy fuerte originario de la costa oeste de Estados Unidos que usaban los siux. 

Mario Orue, Virginia Ponce y Javier Couretot sostienen vivo el espacio que depende de la Subsecretaría de Economía Social municipal, con una riqueza de 300 especies distintas. Un rincón que, con sus tesoros de biodiversidad, talleres, visitas de escuelas y capacitaciones al público (que este 2025 se reeditarán) evidencia porque es fundamental mantener las políticas públicas y el patrimonio biológico cultural.