Carlos Quintana empezó a jugar al fútbol en el baby de Deportivo Glew, luego pasó a Defensores y posteriormente a Sociedad Italiana, todos clubes de esa localidad del partido bonaerense de Almirante Brown. “Jugaba en el medio y arriba, de pibe era goleador. Con mi altura y físico era difícil marcarme”, recordó sobre sus orígenes el ya consagrado defensor que fue campeón con Central en la Copa de la Liga 2023 y que el último domingo dejó su huella en la victoria canalla sobre Newell's (2-1) en el clásico rosarino. 

La última imagen de “KINGtana”, el apodo que cariñosamente le pusieron los hinchas auriazules, fue transformado en una muralla imposible de atravesar para la Lepra en el derby y vestido para la ocasión de asistidor en los dos goles del equipo de Ariel Holan, ambos de pelota detenida. El defensor de 37 años ganó de cabeza y asistió a Gaspar Duarte, primero, y a Jaminton Campaz, después, para contribuir al triunfo por 2-1 en el Parque Independencia. 

El primero fue a los 15 minutos de la etapa inicial, tras un centro preciso de Ignacio Malcorra desde un tiro de esquina sobre la izquierda. Quintana bajó la pelota al segundo palo y Gaspar Duarte, habilitado con lo justo, solo tuvo que empujarla a espaldas de Fernando Cardozo, que no llegó a despejar.

El segundo llegó a los 17 del complemento. Al igual que en el grito del juvenil, la jugada tuvo como protagonista al defensor canalla, que volvió a imponerse de cabeza dentro del área –lo marcaba Saúl Salcedo– y asistió al cafetero, que con un frentazo a la carrera venció al arquero Keylor Navas. La ejecución de pelota parada fue, otra vez, de Malcorra.

“Me causa gracia. Mi hijo Tiziano, de ocho años, me dice: «Papá, ¿por qué te dicen KINGtana». Es un cariño de la gente”, contó alguna vez sobre el apodo con el que lo bautizaron en Arroyito, que fusiona la palabra “rey” (king, en inglés) con el resto de su apellido, a modo de entaltecer su implacable tarea como zaguero. Sin embargo, es una función que desempeña con tanto arrojo y sacrificio, tan al límite de los golpes, que está más cerca de la plebe que de la realeza. 

Para Quintana todo empezó a cambiar cuando se fue a probar a Lanús, con 13 años: “Me ofreció llevarme el papá de Lautaro Acosta, que estábamos a cinco cuadras, éramos vecinos. Fui y me dijo: «Hace falta un 6». Nunca había jugado en cancha de once, no sabía las posiciones. Y cuando me preguntaron dónde jugaba, dije: «De 6»”.

La cuestión es que tampoco sabía dónde se paraba el 6. “Más o menos me acomodaron los chicos que estaban por hacer fútbol. Arranqué en prenovena y me fui adaptando, adquiriendo mañas”, resumió el futbolista de 37 años en una entrevista con Tiempo Argentino. 

Quintana con la camiseta de Patronato de Paraná.

Quintana se hizo de abajo. Después de debutar en el Granate, pasó a Huracán de Parque Patricios y, tras una vuelta fugaz a Lanús, se fue a jugar la B Nacional en Douglas Haig de Pergamino, en 2012. Desde allí saltó a Patronato de Paraná, donde tuvo dos muy buenas temporadas que despertaron el interés de Talleres de Córdoba. Luego de ascender a Primera con la T, vistió la camiseta de Argentinos Juniors y después regresó al Patrón, donde levantó la Copa Argentina 2022 con Facundo Sava en el banco. A fines de ese año se concretó su desembarco al Central de Miguel Russo. 

“Hoy al central le piden más, pasan a ser determinantes en el inicio del juego, en la segunda pelota, en la pelota parada; tienen más protagonismo que antes, pero en varios puestos ha mutado, tienen más roles”, analizó acerca de los cambios que fue experimentado su puesto con el paso de los años. 

“Antes era un poco más simple. Pienso que primero tiene que defender porque es defensor. Y después tiene que ir sumando para el equipo, como tener un buen pase, transmitir seguridad, ganar en las áreas, los duelos aéreos y por bajo en cada sector de la cancha, para que el equipo crezca hacia adelante. Pero primero defender. Y por más que juegue de central, me gusta hacer goles”, abundó.

Quintana en el empate de Central contra San Martín de San Juan.

Otro dato que enaltece y agranda la historia de Quintana en los clásicos de la ciudad tiene que ver directamente con la estadística: con el de este domingo jugó cinco partidos con la camiseta auriazul ante Newell's y nunca perdió. Acumula cuatro victorias y un empate, una marca idéntica a la que ostentan Nacho Malcorra y Jaminton Campaz, presentes en los mismos derbys que el defensor.

En la citada entrevista con Tiempo Argentino, el zaguero de 37 años también habló sobre los golpes y marcas de guerra. “No es que me golpeo porque quiero, sino porque trato de dar el máximo, de dejar todo”, dijo al definir su estilo. “Cuando llegué a Central, en el segundo entrenamiento me rompí el dedo. Me operé, al rato viajamos a Chile a hacer la pretemporada. No le pude dar mucha importancia a la recuperación y jugué con vendaje y los fierros. Otro partido el hombro; zafé de no romperme la clavícula. El ojo, que se me inflamó y me dieron cinco puntos. Y la cabeza es normal”, enumeró. 

El domingo no solo dejó la piel para defender y sacar todas las pelotas que le pasaron cerca, sino que le aportó un plus, parte de eso que se le “pide más” a los zagueros centrales en el fútbol de hoy: ganó dos veces de cabeza en el área rojinegra y generó los goles que le sirvieron al Canalla para ganar otro clásico, estirar la ventaja en el historial a 20 partidos y, de paso, seguir animando el Torneo Apertura.