Empujado por la supuesta inocuidad de su consumo y promocionado como uno de los caminos más directos para dejar de fumar, en los últimos años el cigarrillo electrónico ha ganado mucha popularidad en nuestro país y el mundo. Pero cada vez son más los médicos que afirman que, lejos de ser inofensivo y transformarse en una solución para la salud pública, este dispositivo puede causar casi tantos problemas como el cigarrillo tradicional

Uno de ellos es el doctor Miguel Cartia, especializado en enfermedades cardiovasculares, quien en diálogo con el programa Punto Medio (Radio 2) marcó de entrada una pauta fundamental : cigarrillo electrónico no es igual a vapeo. "Hablar de 'vapeo' es incorrecto, ya que eso implica consumir vapor de agua, lo cual no ocurre con el cigarrillo electrónico. Este dispositivo calienta un líquido que genera un aerosol, que aunque parece vapor de agua, contiene sustancias tóxicas y otras que son cancerígenas", señala el especialista.

En contraposición a la creencia de que se trata de una herramienta eficaz para dejar de fumar, "estudios recientes apuntan a que el cigarrillo electrónico promueve un consumo dual, es decir, muchas personas que lo utilizan continúan fumando cigarrillos tradicionales. De hecho, la Federación Mundial del Corazón ha avalado investigaciones que muestran que los usuarios de cigarrillos electrónicos tienen el doble de probabilidades de sufrir un infarto en comparación con los no fumadores. Así que tan inocuo no es", destacó Cartia.

Aunque no contiene tabaco, la mayoría de estos dispositivos tiene nicotina, una sustancia que genera el mismo placer que experimentan los fumadores de cigarrillos convencionales y que sustenta la adicción. "El cigarrillo electrónico está relacionado con el aumento del ritmo cardíaco, la presión arterial, la aparición de arritmias y un mayor riesgo de infarto", afirma Cartia. 

Pero no sólo le genera un daño enorme al sistema cardiovascular: también va en desmedro de la salud mental. "Las sustancias tóxicas del cigarrillo electrónico también afectan al cerebro, lo que puede aumentar la ansiedad, el malestar y llevar incluso a desarrollar síntomas depresivos", advierte Cartia.

De hecho, un reciente estudio realizado entre 5.000 estudiantes de nivel secundario en Australia demostró un uso generalizado de cigarrillos electrónicos entre aquellos con peor salud mental, incluidos síntomas depresivos graves, estrés moderado y alto, y bajo bienestar.

Un dispositivo con efectos impredecibles

 

El cigarrillo electrónico "es un dispositivo que produce un aerosol que se aspira, simulando el acto de fumar. Está constituido por tres elementos: una batería, un atomizador y un cartucho. El líquido de los cartuchos no contiene tabaco pero sí nicotina en dosis variables (hasta 54 mg/ml o más) y también muchas sustancias como propilenglicol, glicerina vegetal, saborizantes, aromatizantes y otros", según define el Ministerio de Salud de la Nación en su sitio web.

Según Cartia, los líquidos vienen "saborizados con ingredientes que pueden contener sustancias irritativas para los bronquios, lo que agrava aún más su peligrosidad". De hecho, el propio Ministerio asegura que "las diferencias en el voltaje de las baterías y los sistemas de circuitos para calentar la solución y transformarla en un aerosol pueden contribuir a la formación de sustancias tóxicas en las emisiones".

El cardiólogo resaltó que el cigarrillo electrónico es un dispositivo relativamente joven (se patentó en 2004) y por ende, los efectos a largo plazo de su uso todavía están en estudio. "Muchos jóvenes que están adoptando este hábito no saben qué daño les está causando, y aún estamos en el proceso de entender las consecuencias", señala.

"La Federación Mundial del Corazón recomienda enfáticamente desalentar su uso como una alternativa para dejar de fumar. Para el que busque una solución a su adicción, existen medicamentos comprobados que sí pueden ayudar a reducir el hábito del cigarrillo convencional", recalcó Cartia.

Evidentemente el cigarrillo electrónico, vendido falsamente como una alternativa más "segura" al cigarro tradicional, presenta riesgos serios para la salud y su popularidad entre los jóvenes, expuestos a la moda y a la buena prensa de la que goza injustamente este dispositivo, pone en alerta a expertos y organizaciones internacionales.