Quienes adquieren un reloj, difícilmente piensen en los cuidados posteriores salvo situaciones lógicas, como por ejemplo evitar que se mojen si se trata de piezas no sumergibles. Sin embargo, si se busca garantizar una larga durabilidad, el mantenimiento resulta clave.
Mantenimiento de relojes
Mantener no es sinónimo de reparar. El mantenimiento implica evaluar, desarmar y limpiar cada pieza, revisándola cuidadosamente incluso con el uso de un microscopio para analizar si algo debe ser sustituido. Posteriormente, se eliminan restos de suciedad o lubricación antigua.
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Tras limpiarse, el relojero o relojera vuelve a generar el movimiento con mucho cuidado para aplicar la cantidad necesaria de aceite. A su vez, la caja, bisel y pulsera se vuelven a pulir y cada elemento se termina delicadamente en forma artesanal.
En torno a la caja, se comprueba la presión utilizando un manómetro, a la vez que se verifica que no entren partículas externas. Cada etapa está diseñada para que, posteriormente, cuando se vuelva a entregar el reloj a su dueño o dueña, el mismo cuente con idéntico aspecto y mejor funcionamiento del que fue entregado.
La frecuencia de revisar un reloj
Para los expertos, cada reloj tiene un service recomendado cada un determinado tiempo. Asimismo, no es necesario que el reloj funcione mal como para recién llevarlo a una revisión que corrobore que continúa funcionando al máximo.
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De lo contrario y a largo plazo, se puede generar un desgaste innecesario en las piezas que pudo haberse evitado. Todo ello es clave de consultar ante la compra de un reloj junto al experto o experta que se encargó de tal venta.
Fuente: GQ.