Media hora con la hoja en blanco. El anotador lleno de palabras dichas esta semana, episodios y garabatos, pero el documento en Word sigue en blanco. Algunas palabras sueltas, intentando describir una foto, muy clara para algunos, pero borrosa y confusa para la mayoría. ¿Cómo se sale de ese limbo?

A 40 años de la victoria electoral del radicalismo en 1983, el veterano y dinamitado partido político en 2001 vuelve a la carga para protagonizar parte de una escena que marcará (al menos) el futuro de los próximos cuatro años.

Mente en blanco, paciencia zen y un par de litros de agua mineral. A tragar lo intragable, a declararse prescindente de la discusión y huir sin huir de una batalla que nunca tendrá ganadores. En un tiempo sin victorias, solo derrotados convenciéndose de que no es tan miserable el que vendrá. Así, entre la espada y el precipicio, deambula el voto huérfano argentino. Sin un ideario o candidatos que convenzan a la mayoría. 

El voto anti. El camino menos peor. O directamente la inmovilidad. Ni a uno ni a otro. Se espera en el ballotage una deserción similar a las Paso. En algunos distritos superando el 40 por ciento. Hay militantes del voto en blanco que incrementarán su participación y sobre la población restante (el 40 por ciento) un ganador para los próximos cuatro años de gobierno.

El próximo presidente argentino asumirá con poco más del voto del 20 por ciento del padrón electoral. Solo poco más de dos de cada diez argentinos habrán aceptado su ideario. El resto se divide entre el que no cree en la democracia y no vota, el que anuló o votó en blanco, y que convencido (o no) votó la opción B. Débil será el respaldo al tiempo que vendrá.

Mientras tanto, la batalla se da en los smartphones, las computadoras y los medios electrónicos de comunicación. La tele, la radio, los portales. Millones de palabras, reales o no, operan realidades que en la virtualidad construyen opinión. Javier Milei ganó una batalla: la antipolítica, bajar el déficit y combatir la burocracia del estado. Sergio Massa, otra: si gana el otro, será peor. El miedo es a que en el medio del incendio en lugar de bomberos aparezcan aviones con misiles.

En las últimas 72 horas, el miedo al otro se instaló. Ambos coinciden en girar, como mínimo, a la centro derecha (y en esa ganó Milei): reducir la participación del Estado (cada uno con su intensidad), bajar el déficit (el "lápiz rojo" que el radical Eduardo Angeloz ofreció en 1989 y que Menem, con sus privatizaciones, concretó) y, también, coinciden en que el otro es peor. El cuco en la Argentina es el otro.

La reaparición de Mauricio Macri a lo (Blas) Giunta en el mediocampo de Boca fue planeada desde el inicio. Podrá ser aplaudido o expulsado. Eso se verá después de la jugada. Pero, en un dirigente acusado de tibio y medio pelo, fue una acción contundente asumiendo riesgo, algo que muy pocas veces hizo cuando fue presidente o incluso cuando hasta hace poco competía internacionalmente al bridge.

Sobre su regreso a las primeras filas de la política argentina, hubo un fino plan organizado en oficinas dentro y fuera del país. Se sabía que Patricia Bullrich no llegaba al ballotage y que debía acercarse a Milei para dejar en claro la noche y el día, el blanco y negro que tanto necesita el mundo para hacer girar sus intereses.

Si gana la propuesta de Milei, el victorioso no puede quedar en soledad. El equipo lo aporta Macri. Si pierde Milei, esa forma de pensar al mundo quedará vital sin que el radicalismo moleste con su alfonsinismo romántico. Y en eso Macri tuvo mucho que ver. Un soldado que cumple obediente una orden: ser el que pague los costos. Aunque en la pista haya un avión dispuesto a llevarlo lejos por si acaso hay abucheos fuertes. Era invisible y distante antes del 22 de octubre. Es visible ahora.

No están solos, como en las películas del lejano oeste, reciben ayuda. La falta de combustible es un punto que liga el miedo a que se queden los que están y con eso, dicen, vamos camino a ser un infierno peor.

Sergio Massa también es rehén de ese blanco y negro. A pesar de ofrecer un gobierno de unión nacional sabe que, de ganar, le espera una batalla tan dura como enfrentar la inflación y enderezar la economía, domar a las fieras que dentro de su jaula demandarán más alimento. Conformar a todos será imposible. Por eso, hoy el slogan es "democracia o fascismo", ir a los extremos del debate para que el multipartidismo se distraiga con un hueso que creíamos enterrado.

El paseo de Cristina por las calles de Buenos Aires, sonriente en la terraza del bar El Molino, es otra foto a destacar. Rozagante la señora se intuye ganadora. Con su mono azul, organiza al menos cuatro años de holgura anímica. La hipnosis del poder. Mi ombligo, siempre mi ombligo.

Milei hoy es el títere de intereses superiores. Ya no es el disruptivo personaje que quería aniquilar como un superhéroe a los “malos” de su mundo comic. El General Ancap (anarco-capitalista) fue “fácilmente infiltrable” (lo dijo Macri en el cierre de campaña de Bullrich). Primero por Massa (visible trabajo de Barrionuevo, entre otros) y ahora, por Mauricio.

Será la figura del descarte. Uno de esos edificios que desmoronados aparecieron en el video del cierre de su campaña. Porque está claro que en toda selva, hasta el león, cuando es herido, puede ser devorado por otras alimañas. Hay otro camino que en toda selva podrá caminarse, que no irá a ningún lado.