El paso del tiempo es impiadoso. En diciembre de 2016, hace algo más de 7 años, Patricia Bullrich y Maximiliano Pullaro estuvieron, como este lunes, en la misma foto. La primera era ministra de Seguridad de la gestión presidencial de Mauricio Macri, el segundo ocupaba el mismo cargo en el gobierno provincial de Miguel Lifschitz, a quien también se lo ve en la imagen. El parte oficial de la provincia de Santa Fe ilustrado por esa foto explicaba que la reunión fue para evaluar la marcha de un convenio por el cual Nación envió a la provincia “2.900 efectivos de las fuerzas federales” y se conformaron “dos comités, uno estratégico y otro operativo”. La movida buscaba hacer frente al recrudecimiento de la violencia impuesta por las bandas narcocriminales en medio de un clima de descontento de la población que se cristalizó en una marcha multitudinaria convocada bajo el lema “Rosario sangra”, el 25 de agosto de aquel año.

Con la misma consigna, “Rosario sangra”, se llamó por redes sociales este domingo 10 de marzo de 2024 a una concentración en el Monumento a la Bandera tras las acciones de “terrorismo callejero”, según la definición de los gobiernos nacional y provincial, de las que fueron víctimas dos taxistas, un colectivero y un empleado de una estación de servicios, asesinados entre el martes y el sábado a la noche. El miedo que paralizó a la ciudad -que se quedó sin transporte,sin clases, sin recolección de residuos y casi sin salud pública- le restó posibilidades a la convocatoria. Pero un masivo cacerolazo sonó de norte a sur y de este a oeste para hacer saber de la tristeza y el hartazgo que atraviesan a esta sociedad estragada.

La puesta en escena de este lunes a la mañana en Gobernación, con Bullrich, el ahora gobernador Pullaro, el ministro de Defensa de la Nación, Luis Petri, y el intendente Pablo Javkin como protagonistas principales corre el riesgo de convertirse en más de lo mismo. Aunque si bien los anuncios nacionales para Santa Fe no fueron muchos, hubo algo novedoso que fue bien valorado por las autoridades locales: la presentación de la ley antibandas similar a la ley antimafia italiana para que los hechos cometidos por una organización determinada sean imputable a todos sus integrantes. "Eso nos saca de la lógica de ir hormiga por hormiga", celebró ante Rosario3 un funcionario que participó de la conferencia de prensa. La misma fuente dijo que también sería importante, dentro del apoyo logístico que darán las Fuerzas Armadas, que además de vehículos terrestres manden helicópteros, una chance que dejó abierta el gobierno nacional.

El número de efectivos federales que llegarán desde este lunes a la noche, 450, suena a poco: 113 por turno. Más si se compara con los de 2016, aunque es cierto que en aquella oportunidad nunca se llegó a los 2.900 para toda la provincia que había anunciado la propia Patricia Bullrich.

La respuesta oficial es que el problema no es de cantidad. “Si son 450 o 500 buenos y bien equipados, valen más que 1.200 más o menos o sin una conducción fuerte”, señaló a Rosario3 una fuente del gobierno provincial. En ese sentido, desde Santa Fe prefieren que sean gendarmes, algo a lo que se habría comprometido Bullrich. Las autoridades locales también están conformes con el trabajo de inteligencia criminal de las fuerzas federales y creen que a diferencia de otras crisis, se está trabajando muy bien con el Ministerio Público de la Acusación (MPA), a cargo de las investigaciones judiciales. 

La crisis de violencia que atraviesa Rosario lleva al menos 12 años de desarrollo ininterrumpido. Las bandas ya no son solo “narco”: se diversificaron, extendieron sus zonas de influencia –incluidos amplios circuitos de la economía supuestamente legal– y traspasan cada tanto lo que se creía el límite.

Más allá de avances y retrocesos (la semana pasada nomás Bullrich celebraba la baja de los homicidios de los últimos tiempos), el Estado fracasó sistemáticamente en sus estrategias para ponerles freno.

La sensación que tiene la ciudad es que ya no se puede más. La vida social el fin de semana y también este lunes se pareció mucho a la de la pandemia. El miedo mandó a los rosarinos a guardarse. La tristeza y el hartazgo colectivos son los sentimientos imperantes.  

Toda esa situación se potencia con operaciones y fakes news que circulan por Whatsapp y se montan sobre la perversidad de las bandas. Pero lo peor no es eso, sino el contexto siniestro que les da verosimilitud.   

A diferencia de la gestión anterior, marcada por el inmovilismo, el actual gobierno provincial llegó con un programa de seguridad que en una síntesis extrema podría definirse como de severidad en las cárceles y empoderamiento policial para controlar la calle. El gobierno nacional, que también endureció los controles penitenciarios, acompañó con el lanzamiento del Plan Bandera, aunque luego pareció importarle más la represión de las manifestaciones en Buenos Aires y al menos en la calle la presencia de fuerzas federales no se hizo visible.

La cruel respuesta de las bandas, la posibilidad de que hayan firmado una tregua entre ellas para hacer frente al Estado que las persigue como enemigo común, y la opacidad que rodea muchas aristas del accionar de la policía provincial obligan a recalcular, a repensar lo actuado y lo por venir.   

Eso incluye no solo lo que se hace en el territorio sino también la comprensión de que la violencia en Rosario no es un tema del cual sacar tajada política desde Buenos Aires, algo que no hace otra cosa que generar más dolor de los rosarinos. 

Patricia Bullrich vino una vez más a la ciudad y se sentó con Pullaro. Como en diciembre de 2023 y como en 2016. Y entre su retórica repetida y los anuncios de leyes que permitirán caerle con mayor severidad a los delincuentes, dio en el clavo al sostener algo poco escuchado en estos días: el problema no es solo policial; también hay que trabajar en los barrios para que “la única salida para los jóvenes no sea el narcotráfico”. El tema es que lo dice desde un gobierno que no envía comida a los comedores, y desfinancia los programa sociales, los planes de urbanización y la educación pública.

Rosario se siente indefensa. Y está cansada. Entre otras cosas, de las palabras vacías. De las puestas en escena que solo son eso: puestas en escena para salir del paso, mientras el loop de la violencia continúa y encima en cada vuelta un poco peor. 

“Veo el futuro repetir el pasado, veo un museo de grandes novedades”, escribió el genial compositor Cazuza en su tema “El tiempo no para”. Ojalá que esta vez no sea la misma canción de siempre.