Milei en algo tiene razón. A veces dan vergüenza. Si, los que, con credenciales políticas, protagonizaron otro paso ruin de repetida tragedia argentina. Los propios y los extraños, en un circo donde se destacarán quien más jetonea su mentira, su insulto, su contragolpe amenazante o, como hizo el peronismo, faltando a un evento institucional de vital importancia en el debate que tales autoridades tienen con los problemas de 44 millones de habitantes.
Parece que no les importa mucho el asunto. Mohines, gritos, aplausos y sonrisas a provocaciones adolescentes de un líder que ayer claramente quiso (y lo logró) hablarle solamente a su convencida tribuna. La democracia en el límite de lo posible en manos de un presidente que recomendó leer la Constitución a un diputado en la misma semana que nombró por “decreto” a dos integrantes de la Corte violando claramente sus atribuciones constitucionales.
Milei no cree en el sistema democrático y deja expuesto en cada acción su brutal pensamiento. Deja la vara alta para aquellos que desean actuar como monarcas. “Milei lo hizo”, será un slogan del tiempo que vendrá. Violar la Constitución o dejarse tentar por empresarios estafadores para promocionar sus engaños.
Milei dice querer arreglar líos, “hacer a la Argentina grande nuevamente”, pero actúa con la vanidad torpe de aquel que codicia llegar a los manuales de la teoría económica que tanto ha leído. Que su apellido quede grabado como el responsable en la aplicación del ideario libertario en un país con el 50 % de su población bajo la línea de pobreza.
En setenta minutos el presidente no dio señales que el futuro inmediato del país será mejor. Compiló, con acuerdos con el espacio que lidera Cristina claro, algunos de los puntos de su cosmética económica.
Milei no nombró la herencia recibida. Solo describió el incremento por 10 de la pobreza desde 1974 (dato imposible de chequear por las diferencias metodológicas y canastas de consumo, en el extenso lapso del tiempo). Y metió en la bolsa, incluso los últimos 100 años, como distribuidor de conceptos “proteccionistas”, que no solo Argentina sino el mundo abrazaron.
En tono de exagerada campaña electoral legislativa dijo que "la gran mayoría del ajuste recayó sobre el sector público y no sobre el sector privado". Según el análisis de “chequeado.com” esto es falso: “el 66% del ajuste fiscal impactó directamente al sector privado, incluyendo jubilaciones y pensiones (30,6%), los gastos de capital (23,1%) y los subsidios económicos (12,4%), entre otros ítems”.
Milei no cree en el sistema democrático y deja expuesto en cada acción su brutal pensamiento
Borró la palabra Kirchnerismo como rol adversario. Solo apareció una vez en el discurso. Y no estaba escrito. Fue cuando discutió con Facundo Manes, acusándolo del vaivén radical cuando se alinea a los K para votar contra su gestión. “Quizás la tuya (por la Constitución Nacional) es de inteligencia artificial y cambia de libertaria a kirchnerista como hiciste vos Manes”, dijo Milei.
El rival del presidente en su discurso de ayer fue nuevamente la teoría Keynes. En lugar de Peronismo, Progresismo, Kirchnerismo o incluso Wokismo, apareció Keynes como síntesis de su oposición. Los acuerdos entre Cristina y Javier, no solo incluyen el largo listado de juristas en la corte, jueces, secretarios y demás integrantes del Poder Judicial, acaso el hormigón de la impunidad política argentina.
Desde la crónica santafesina se destacaron los aplausos de Nicolás Mayoraz y Rocío Bonacci ante los empellones presidenciales, la euforia de Romina Diez cuando Milei aceleraba, los pocos planos manipulados por el director de la transmisión, a Gabriel Chumpitaz, Luciano Laspina o José Núñez y un par más Juan Pedro Aleart, la gran carta electoral de Milei en Santa Fe.
El rostro serio y adusto del gobernador Maximiliano Pullaro develaba la espera por alguna señal que no llegó: comprometido con el plan bandera, su vínculo con Bullrich y el trabajo que realizan para combatir el delito, tal vez esperaba un poco más. Milei fue contundente, la obra pública en Argentina no resuelve problemas. Milei no la arenga, ni la alienta, sino que la combate.
El presidente no fue descriptivamente inocente cuando nombró publicitariamente a la Universidad Torcuato di Tella como referencia de la precisión en sus estudios cuando descree del valor de las Universidades Públicas Argentinas o cuando propuso batallar “de visitante” en los medios analógicos o de “local en las redes sociales” para el cambio del país si el Congreso no acompaña las reformas.
El preparado discurso presidencial se amortiguó en las redes por los incidentes colaterales. Los empellones de Santiago Caputo a Facundo Manes o la travesura de Vicky Villarroel (al intentar evitar el saludo slogan final de Milei), son hoy la comidilla de los pasillos cibernéticos que el presidente privilegia.
Milei asume sus contradicciones sin que nadie se las reproche. Vacía la palabra “país” porque no cree ni en su origen, sus luchas, sus sueños o incluso en lo heterogéneo de su comunidad. No asume el disenso como herramienta de trabajo y está abocado a dar una batalla dialéctica con las bibliotecas económicas. Usa la Casa Rosada como laboratorio para ser solo ese “fenómeno” que el mundo curiosea a lo lejos. Un león artificial en un zoológico lejano.
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