El próximo 13 de marzo, Francisco, el primer Papa latinoamericano, argentino y jesuita de la historia, cumplirá doce años de pontificado. Llega a este nuevo aniversario al frente del catolicismo –la rama más numerosa del cristianismo, con alrededor de 1400 millones de seguidores en todo el mundo– en un estado de salud complicado a causa de una afección respiratoria severa, con antecedentes de larga data, una dolencia en su rodilla derecha que requiere cirugía y le impide desplazarse por sus propios medios y una leve disfunción renal.

En este marco, aunque lúcido y parcialmente integrado a sus tareas habituales, tras una internación, se incrementan las conversaciones en torno a sus condiciones para el desempeño del cargo. Fortunato Malimacci, profesor de Historia Social Argentina y del seminario Sociedad y Religión de la UBA, describió el papado de Francisco y evaluó las perspectivas actuales.

“Además de esas tres características –ser el primer Papa latinoamericano, argentino y jesuita de la historia– Francisco también fue el primero que asumió después de la renuncia de otro Papa, Benedicto XVI, al pontificado, en 500 años de historia. Ese dato también es importante porque fue el primero en asumir un cargo que empezó a humanizarse (o mundanizarse) más; un cargo que dejó de tener que cumplirse hasta la muerte y que también puede renunciarse. Esto es algo que vuelve a discutirse en estos días, a partir del complicado estado de salud del Sumo Pontífice”, explicó el investigador en diálogo con el programa A la Vuelta (Radio 2).

Un balance posible

 

El pontificado de Francisco tuvo particularidades específicas. Una de ellas es la de dejar de pensar que Europa es el centro del mundo, del cristianismo y del catolicismo. Esto también es significativo, porque había una larga historia de concepciones impregnadas de esa idea eurocéntrica (cosmovisión que, en su forma más básica, coloca a Europa como centro de todo) hoy ya más debilitada. “De hecho, la elección de Bergoglio fue una demostración de que había que buscar otras fuentes en otros lugares del mundo”.

Otra característica propia del papado de Francisco –que lo asemeja a Juan Pablo II, según Malimacci– fueron sus numerosos viajes por el mundo entero (América Latina, Asia, África y Europa), en los que llevó la idea de que “el catolicismo debe estar muy anclado en el mundo de los pobres, de los migrantes, de los «descartados», de las «periferias existenciales» y del «hospital de campaña» (palabras que usó mucho en sus mensajes). Es decir que afianzó la idea de que el catolicismo debe estar donde están las personas que sufren, que son explotadas o son dejadas de lado”.

Y en ese punto, emerge otra característica propia de Francisco y su discurso durante estos doce años de papado: la de señalar quiénes son los responsables de esa pobreza y explotación presente en el mundo. Ese pensamiento estructural de la pobreza, también propio de América Latina, consiste en reflexionar acerca del crecimiento de la pobreza, a nivel global, como consecuencia de la existencia de la riqueza y de “un mercado desregulado manejado por grandes empresarios que extraen las ganancias”.

En tiempos de tanta incredulidad en el mundo sobre los liderazgos, los partidos y las religiones, Francisco usó, más que palabras, signos.


Pero además, otra nota propia del pontificado de Francisco, fueron y siguen siendo “los signos”, remarca el docente. En tiempos de tanta incredulidad en el mundo sobre los liderazgos, los partidos y las religiones, Francisco usó, más que palabras, signos. Uno de ellos fue que “su primer viaje tuvo como destino Lampedusa (isla al sur de Italia, que concentra una importante inmigración de personas africanas) y desde allí puntualizó que el Mediterráneo es un lugar donde conviven los cruceros turísticos con los cadáveres de miles de migrantes en el agua. “Estos gestos fueron muy importantes, y cuando vino a América Latina siguió con la idea de los pueblos originarios, los trabajadores y el rol protagónico de los movimientos sociales”.

También se enfocó en mostrar el papel de las religiones. No sólo del catolicismo, sino del conjunto de las religiones. “Aquí también sus gestos fueron relevantes y al mismo tiempo, muy criticados, porque se reunió con el Patriarca de Moscú, con el Patriarca de Constantinopla, con otros grandes grupos que se separaron de la Iglesia Católica (evangélicos y protestantes) e incluso con sectores sindicados por la derecha global como uno de los grandes problemas que existen en Europa: los migrantes de origen islámico. Ese gesto –remarca– se contrapone de forma explícita con la idea de la derecha (que incluye a católicos, cristianos y judíos) de que el Islam es el gran enemigo a derrotar, matar y echar de la Europa cristiana”.

En ese contexto, Francisco se reunió en Emiratos Árabes Unidos, con el gran líder del mundo islámico musulmán, el imán Sheikh Ahmed al Tayeb, con quien firmó un pacto interreligioso, y fue a Irak, a encontrarse con el Ayatollah Al Sistani, líder de los chiíes, quien es considerado por varios grupos políticos, económicos y financieros como “uno de los grandes subversivos del mundo entero”.

“Con todos ellos acordó que en un mundo de tanto descrédito, las religiones tienen que tener un mensaje de paz, de diálogo y de fraternidad. Esa tarea y esas ideas quedaron plasmadas en tres grandes documentos escritos. El primero fue la encíclica «La alegría del Evangelio» (2013), contemporáneo con su viaje a Río de Janeiro, en el que llamó a «hacer lío» (aunque no le gusta mucho el lío, como quedó demostrado, más tarde, en su gestión)”, añade.

En el segundo documento –Casa Común– (2015) Francisco se centró en el cuidado del entorno natural y de todas las personas, e invitó a hacer mejor uso del plástico y el papel, no desperdiciar el agua ni la comida ni la energía eléctrica. También pidió “diferenciar los residuos, tratar con cuidado a los otros seres vivos, utilizar el transporte público y compartir el mismo vehículo entre varias personas, entre otras cosas”.

La tercera encíclica de Francisco fue “Hermanos todos” (2020), “un documento muy fuerte y muy cuestionado, inclusive al interior del catolicismo, y que le significó grandes disputas con el mercado. En el mismo, proclama la fraternidad universal y la certeza de que todas las personas tienen derechos”.

Religión y política: ¿por qué en 12 años de papado, Francisco no vino a la Argentina?

 

 

En mayo de 2024, el sumo pontífice manifestó su deseo de venir al país: "Tengo ganas de ir a la Argentina" le dijo el Sumo Pontífice al Padre Pablo Viola, uno de los curas de barrios populares, en el Vaticano; pero la visita, hasta el momento, no se materializó.

“Que no haya venido a la Argentina es un signo de que Argentina es el único país del mundo en el que es Jorge Bergoglio. Los papas se transforman. La función que cumplen los hace una persona distinta de la que llegó al Vaticano. Uno habla de Francisco y lo compara, por ejemplo, con Juan Pablo II, es decir con la figura de otro papa, no con Karol Wojtyła, el hombre nacido en Polonia antes de ser papa. Y es interesante pensar en esto, porque los argentinos tienden a pensar que todo lo que el papa hace o dice, lo hace y dice para la Argentina. Como si se tratara de un mensaje para su país”, explica.

Que no haya venido a la Argentina es un signo de que Argentina es el único país del mundo en el que es Jorge Bergoglio.


Y agrega: “Cuando en 2013, Bergoglio fue elegido papa, muchísimos grupos económicos y mediáticos lo celebraron; incluso hubo plazas que pasaron a llamarse Estado del Vaticano; aparecieron banderas amarillas en dependencias del gobierno, etc. Pero al mismo tiempo, cada uno quiere tener su propio papa y esto dificulta a la persona que está ocupando ese cargo, porque cada uno lo politiza o lo sacraliza, según su interés y lo quiere hacer suyo, característica propia de esta parte del mundo”.

“Quizás –dice– al principio “no vino porque la política de A; luego, por la política de B y el tiempo fue pasando. Llegó a Chile, a Bolivia, a Paraguay y a Brasil y no vino a la Argentina. Eso permite ver claramente que se trata de una decisión personal de él. Si hubiera decidido venir, ya lo habría hecho”.

Los mismos sectores que en 2013 celebraban su elección, hoy le dicen comunista y le reprochan que hable mucho de la pobreza y que se oponga al mercado.


En relación con los probables motivos de esa decisión, Malimacci deslizó: “Habrá que ver en su proceso interno, qué lo llevó a decidir así y a postergar su visita a la Argentina. Y al posponerla, cada vez se le hizo más difícil. Porque los conflictos hacia el interior de la sociedad argentina también están politizados y catolicizados y porque los mismos sectores que en 2013 celebraban su elección, hoy le dicen comunista y le reprochan que hable mucho de la pobreza y que se oponga al mercado”.

Y al mismo tiempo, señala que los que en 2013 estaban en contra de él, hoy van a visitarlo y a saludarlo. “Si uno mira la lista de las personas que visitan a Francisco, encuentra gente de derecha, de izquierda, de centro, progresista y conservadora. Es decir: de todo el espectro. Pero cuando el objetivo de algunos medios de comunicación es politizar la figura del Papa Francisco, entonces lo describen así: “Fue a verlo el dirigente sindical tal” o “fue a verlo el obispo que está con los militares”. Es decir –resume– que “si uno lee los medios argentinos, cada uno describe a su propio papa”.

Los que en 2013 estaban en contra de él, hoy van a visitarlo y a saludarlo.


“Tal vez ante esto, habrá dicho: «Ya está» y decidió no venir al único lugar en el que es Jorge Bergoglio. Esto pasa en América Latina –afirma– porque los vínculos entre política y religión son mucho más fuertes que en Europa y van desde las dictaduras hasta los movimientos de liberación y el acompañamiento emancipador de los grupos de campesinos y de trabajadores. Hay una historia de los Estados vinculados a la religión”.

De hecho, en marzo de 2024, en medio de la crisis de violencia que vivió la ciudad de Rosario, el papa Francisco difundió un mensaje en el que señaló "complicidades" y pidió "respuestas integrales" para recuperar el entramado social.

En el país, a lo largo de la historia “sabemos del vínculo existente entre el gobierno y el catolicismo, primero; el mundo evangélico, después, y el mundo judío, ahora" –afirma Malimacci–. Entender este vínculo es importante para comprender a América Latina, algo que les cuesta a algunos investigadores de Europa y de Estados Unidos. No lo ven, no lo comprenden o (lo peor de todo) lo adjudican a la ignorancia de las personas”.

Hoy, en Argentina, la llamada oposición aparece más ligada, simbólicamente, a grupos religiosos que a los partidos políticos.

Malimacci indica que hoy, tanto en Estados Unidos, como en Europa y en Medio Oriente, “ese componente religioso está mucho más presente y se utiliza mucho más que en décadas anteriores. Esto demuestra que los análisis que se hagan deben ser historizados y contextualizados para poder comprender cada realidad. El actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump –agrega– tiene un equipo muy vinculado a grupos evangélicos y católicos. Y lo mismo sucede en los países de América Latina, incluida la Argentina. Esto exige, en pleno siglo XXI, otra mirada de lo religioso, lo sagrado y los símbolos. Hoy, en Argentina, la llamada oposición aparece más ligada, simbólicamente, a grupos religiosos que a los partidos políticos”.

Francisco y después

 

A partir de la preocupación por la salud del Papa Francisco y la posibilidad de un futuro cónclave, varios nombres fueron surgiendo como probables sucesores al frente de la Santa Sede. Actualmente, la mayoría de los cardenales con más influencia en la iglesia católica siguen una línea progresista, lo que podría dar continuidad al enfoque de Francisco.

Uno de los nombres con más chances es el del cardenal Peter Turkson (76 años), pero no es el único que podría ocupar la silla de San Pedro. En el cónclave para elegir un nuevo papa, participan los cardenales menores de 80 años y el número de cardenales elegibles varía según la edad de los miembros del Colegio Cardenalicio.

Peter Turkson es un prelado de origen africano que ocupó importantes cargos en el Vaticano. Nació el 11 de octubre de 1948 en Nsuta, Ghana, y fue ordenado sacerdote en 1975. Es reconocido por su tarea en temas de justicia social, ecología y desarrollo humano. Fue presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, entre 2009 y 2016, y luego dirigió el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, un organismo clave del Vaticano creado por el Papa Francisco en 2017 para abordar cuestiones como la pobreza, el medioambiente y la migración.

En reiteradas oportunidades se lo mencionó en los cónclaves como un posible papable, debido a su perfil progresista y su liderazgo en asuntos globales. En 2021, dejó su cargo en el dicasterio y actualmente sigue desempeñando funciones dentro del Vaticano.

Pero, entre los favoritos se encuentran también el cardenal Matteo Zuppi (69 años), arzobispo de Bolonia y conocido por su enfoque conciliador; Luis Antonio Tagle (67), de Filipinas, cercano a la visión del papa actual; y Pietro Parolin (70), italiano, secretario de Estado del Vaticano con un fuerte perfil diplomático.

Por otro lado, el sector más conservador también tiene candidatos propios, entre ellos: Willem Eijk (71) de Países Bajos, quien se opone a las reformas de Francisco, y Raymond Leo Burke (76), Estados Unidos, un fuerte crítico de la apertura doctrinal impulsada en los últimos años.

La facultad de nominar geográficamente a los cardenales –quienes integrarán oportunamente el cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco, llegado el momento– es inherente al Sumo Pontífice y eso no cambió durante el papado actual, a pesar de la impronta renovadora latinoamerica que imprimió Francisco. Es una facultad que tanto Ratzinger (Benedicto XVI) como Bergoglio (Francisco) han usado a la hora de seleccionar a los integrantes del Colegio Cardenalicio. “A partir de allí, hay una lógica y una disputa particular en cada uno de los cónclaves, por lo cual, “hablar del futuro –aclara Malimacci– es una aventura”.

“Pensar que hay una decisión tomada por anticipado me parece difícil. Lo que sí es importante tener en cuenta, a la hora de pensar en la línea sucesoria –señala– es que si uno observa las decisiones tomadas por Juan Pablo II o por Benedicto XVI frente a algunos temas puntuales como: mujeres y la imposibilidad de ocupar cargos dentro de la Iglesia, matrimonio de sacerdotes, posicionamiento y acciones en relación con los abusos sexuales en la Iglesia Católica (que se siguen produciendo), por ejemplo, Francisco no se diferenció mucho de sus antecesores. Es decir que algunas cosas se renovaronotras, no. La iglesia católica es una institución que se está transformando en el largo plazo y por eso mismo puede persistir tantos siglos. Si fuese tan conservadora, no podría perdurar y si fuera tan progresista, tampoco podría hacerlo.