Homicidios, balaceras, robos, amenazas. La ciudad está atravesada por una multiciplidad de crímenes y en este marco la palabra inseguridad se ha instalado en la población, en los medios de comunicación, en la política y en las instituciones. En Rosario, la gente mira para todos lados, tal cual describió el obispo auxiliar electo y actual párraco de “María Madre de Dios”, Fabián Belay, en Radio 2, al señalar las limitaciones con las que se topan los referentes sociales y religiosos que buscan asistir a la población más necesitada, afincada en las zonas más despojadas de la ciudad.
Rosario también palpita la denominada inseguridad alimentaria, que también siembra la violencia en las calles locales. Es decir, la imposibilidad de elegir qué comer y que esos alimentos no cumplan con la calidad proteica necesaria para estar sano. El concepto fue utilizado en Radio 2 por Fernando Cáceres, el recientemente retirado presidente del Banco de Alimentos Rosario (BCR) –el viernes próximo asumirá en su lugar Jorge Massud–y Rosario3 lo consultó al respecto: ¿qué grado de inseguridad alimentaria padece Rosario?
“La inseguridad alimentaria implica no saber si podés hacer las 4 comidas indicadas por día”, ahondó. “En Argentina 6 de cada 10 niños y niñas sufren de inseguridad alimentaria”, precisó y aseguró que la estadística vale para la ciudad de Rosario. Son chicos y chicas que comen en cantidad insuficiente o bien, acceden a productos que no los nutren.
La falta de comida para el sector más vulnerable en Rosario se recrudeció desde 2022 con la salida de la pandemia de coronavirus; y generó un incremento en la demanda. “En el Banco asistimos a unas 300 organizaciones sociales y tenemos más del doble en lista de espera”, apuntó el dirigente que dirigió la institución durante 3 años.
“La inseguridad alimentaria crece con los niveles de la pobreza y el público más vulnerable son los niños de entre 6 y 13 años”, observó. “No pueden elegir lo que comen y muchos aunque se ven gordos no están nutridos. No consumen ni la calidad ni la cantidad de comida indicada y eso les disminuye el valor nutricional; es por eso que el Banco trabaja en programas que eleven el nivel nutruicional con el aporte de frutas y verduras”, explicó.
Cáceres lamentó que la problemática no sea central en la campaña electoral. “¿Qué pasa con los chicos que no pueden comer lo suficiente o no pueden elegir qué comer, qué sucede con ese chico que no desayuna?”, cuestionó. “Nada justifica la violencia, hay gente que no tiene para comer y no sale a robar o a matar, pero creo que es violento que en un país productor de alimentos la gente no coma. Esa violencia genera más violencia”, analizó y lamentó: “Para un padre no poder darle de comer a un hijo es tremendo. He estado en comedores y ves a los chicos llevarse comida para los hermanos. No puede estar pasando esto”.
La otra cara
La inseguridad alimentaria se nutre de dos fenómenos que conviven en el país y por ende, en Rosario. Si hay niños y niñas que no tienen qué comer, existe una sobreproducción de alimentos y una alta cifra de desperdicio de comida. Según indicó, en el país se producen alimentos para unas 400 millones de personas, 10 poblaciones argentinas. “Somos el supermercado del mundo y hay gente que no come”, remarcó y añadió: “En Argentina 6 de 10 chicos no acceden a las 4 comidas diarias y se desperdician 44 millones de kilos de alimentos por día, aproximádamente, un kilo diario por persona”, advirtió. En Rosario –continuó– la cifra de desperdicio es muy similar a la media nacional: “Si no es un kilo, son 850 gramos que totalmente desperdiciados”, apuntó.
Para Cáceres, un principio de solución es que “todos nos alineemos para que la comida no se tire” y aseguró: “Si podríamos recuperar esos 44 millones de kilos, podría comer toda la población”. En ese sentido, consideró fundamental cambiar la mentalidad: “Debemos dejar de sentir vergüenza de pedir la comida que no comemos si vamos a un bar o restaurante. Se la podemos dar a un chico que no tiene, hay que entender que no es basura es comida, no es sobra, es comida que simplemente no se comió”, recomendó.
“En casa también evitemos tirar alimentos, si hay bananas muy maduras hagamos un licuado”, ejemplificó sobre la conducta a desarrollar de manera personal.
Otro punto para modificar la situación es “exigir leyes que nos amparen en esto”. “La mayor cantidad de comida la tira la industria, pero hoy en Argentina es más fácil tirar que donar”, planteó. “Cuando empecemos a tomar conciencia, empezaremos a exigir cambios a legisladores e industriales”, concluyó.
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