La baja en las retenciones a la exportación agrícola es el gesto político más sorpresivo que ha dado el gobierno de Javier Milei en lo que va del año: a esta altura, ya todos los productores estaban resignados a que las retenciones serían intocables por lo menos hasta las elecciones, dado que constituyen un pilar de la recaudación de impuestos.
Ahora bien, el anuncio de Caputo implica, simultáneamente, una renuncia y una ganancia. El gobierno se resigna a perder un ingreso desde el punto de vista fiscal. Por más que se haya celebrado el superávit primario de 1,8% del PBI en 2024, el hecho de no contar con las retenciones es una apuesta riesgosa, porque hace que el equilibrio de las cuentas dependa aun más de impuestos ligados al crecimiento del consumo, con el IVA.
El lado positivo, naturalmente, es que ahora hay un mayor incentivo para que los productores que guardan su mercadería en los silobolsas se decidan a liquidar las divisas y, de esa manera, ayudar al Banco Central a aliviar su posición.
Por más que el BCRA sigue comprando dólares (lleva más de u$s 1.400 millones adquiridos en lo que va de enero) también llamó la atención del mercado financiero el hecho de que está aumentando su intervención para mantener a raya al tipo de cambio paralelo. Los números son elocuentes: en dos semanas de enero, el BCRA ya vendió bonos por u$s619 millones para evitar que la brecha cambiaria se alejara del 15%.
Eso un tema que al campo lo afecta de manera directa: cuanto mayor es esa brecha, menor es el incentivo a exportar, porque el precio que obtiene el productor se aleja del precio del mercado internacional. Para ponerlo en números, durante el gobierno de Alberto Fernández, ese efecto cambiario hacía que un productor sojero apenas retuviera un 30% del precio de Chicago; ese porcentaje podía mejorar hasta 50% cuando el entonces ministro Sergio Massa introdujo los programas de incentivo exportador. Y en el segundo semestre de Milei, la reducción de la brecha hizo que el porcentaje de captura de precio superase el 60%.
Aun así, muchos productores se muestran reacios a vender su mercadería. Con lo cual, para el gobierno es evidente el riesgo de que se produzca una suba en la brecha cambiaria: habrá todavía más motivos para especular con una devaluación.
¿Por qué Caputo anunció que la mejora para soja, maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo solamene hasta fin de junio? Entre los productores no hay dudas: es una estrategia para apurarlos a que vendan su stock, sabiendo que el beneficio tendrá un plazo acotado.
Pero también puede interpretarse como una limitación del gobierno en cuanto a su capacidad para asegurar la continuidad del superávit fiscal durante el segundo semestre. Justo para ese momento, además, se espera que se produzca el mayor efecto de caída de los precios agrícolas por un incremento de la oferta global, según están previendo los analistas.
¿Venderán los productores?
Las primeras señales apuntan a que, si bien esta rebaja no soluciona los problemas financieros, implica un oxígeno para recomponer los márgenes de rentabilidad.
En otras palabras, que el gobierno puede esperar un ritmo relativamente alto de ventas y, de esa manera, reforzar su plan de calma cambiaria durante la primera mitad del año.
Lo que ocurra a partir de julio ya entra en el terreno de la especulación política. Hay productores que creen que Milei no cometería el error político de volver a subir las retenciones justo en la fase final de la campaña electoral, y que sacará lecciones del costo electoral que sufrió Mauricio Macri en 2019 -cuando, por una emergencia fiscal, dio marcha atrás con la rebaja de retenciones que había implementado al inicio de su gestión-.
Sin embargo, hay otros factores en juego. Milei ha dejado en claro que el centro de su estrategia -y la base de la credibilidad del mercado- es su compromiso con el equilibrio fiscal. De manera que si el resto de los impuestos no tienen la performance esperada, no puede descartarse que las retenciones vuelvan a sus niveles anteriores, en nombre de la necesidad.
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