El escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010 y figura clave de las letras hispanoamericanas, visitó la ciudad de Rosario en al menos cinco oportunidades. Su presencia, siempre ligada a actividades culturales y políticas, dejó una marca profunda en la agenda intelectual de la ciudad. Además de sus encendidas conferencias en defensa del liberalismo, sus recorridas por espacios como la Fundación Libertad y sus gestos de afecto hacia Rosario lo convirtieron en un visitante recurrente y distinguido.
Un huésped de honor y amigo de la ciudad. La primera visita significativa de Vargas Llosa a Rosario fue en abril de 2012, en el marco de un seminario internacional organizado por la Fundación Libertad. En esa ocasión, fue declarado "visitante distinguido" por el Concejo Municipal, un reconocimiento que agradeció destacando el valor del diálogo como herramienta política. “Lo que me emociona de esta ciudad es que crea ámbitos donde se discute con ideas y no con dogmas”, señaló en una conferencia en el Teatro Auditorio Fundación.

Volvió en 2018 para presentar su libro "La llamada de la tribu", donde relató su tránsito ideológico del marxismo al liberalismo, y reflexionó críticamente sobre el populismo y los sistemas políticos clientelares de América Latina. El encuentro tuvo lugar en el Teatro Fundación Astengo y estuvo colmado de jóvenes, intelectuales y referentes políticos. Allí defendió el liberalismo como una fuerza abierta y democrática, y criticó lo que denominó "capitalismo de amiguetes".
En mayo de 2022 regresó a Rosario para participar de la inauguración de la muestra "Borges. Años de esplendor literario", que incluyó manuscritos y primeras ediciones de obras como Ficciones y El Aleph. En ese mismo acto se lanzó la Cátedra Vargas Llosa en la sede de la Fundación Libertad. "Me honra profundamente que esta ciudad haya querido vincular mi nombre a la figura inmensa de Borges", dijo entonces.
Recuerdos y palabras
A lo largo de sus visitas, Vargas Llosa elogió el espíritu cultural y pluralista de Rosario, y su capacidad para convertirse en un nodo de pensamiento libre. En una entrevista, llegó a decir que Rosario “es un ejemplo de que las ciudades pueden ser espacios vivos de debate, sin recurrir al fanatismo”. En cada una de sus visitas, combinó el discurso literario con una firme defensa de las libertades individuales y la democracia representativa.
Su legado literario
Entre sus obras más destacadas se encuentran:
"La ciudad y los perros" (1963): su primera novela, ganadora del Premio Biblioteca Breve y el Premio de la Crítica en España.
"Conversación en La Catedral" (1969): considerada una de las cumbres de la narrativa latinoamericana.
"La guerra del fin del mundo" (1981): una epopeya histórica sobre la insurrección de Canudos en Brasil.
"La fiesta del Chivo" (2000): una radiografía feroz de la dictadura de Trujillo en República Dominicana.
"El sueño del celta" (2010): novela inspirada en la vida del diplomático irlandés Roger Casement.
"Tiempos recios" (2019): una relectura política del golpe de Estado en Guatemala en los años 50.
Su estilo, caracterizado por la complejidad estructural, la reflexión histórica y la exploración del poder, lo convirtió en una figura clave del Boom latinoamericano junto a García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes.
Sus últimos años y despedida
En los últimos años, Vargas Llosa dividió su tiempo entre Madrid y Lima, y participó activamente en foros intelectuales, escribiendo columnas, y manteniéndose como una voz influyente sobre los destinos políticos de América Latina y Europa. En 2021 fue elegido miembro de la Academia Francesa, el primer autor en español en ser admitido en esa institución.
Murió el 13 de abril de 2025 a los 89 años en Lima, Perú. La noticia generó reacciones en todo el mundo, pero en Rosario la tristeza fue especial: no solo por su dimensión literaria, sino por el vínculo afectivo que tejió con la ciudad.
Vargas Llosa no fue un turista ilustre. Fue, en cada paso por Rosario, un protagonista activo de su conversación pública, un faro crítico de la política continental y un amante declarado de la cultura. Y Rosario, ciudad rebelde y lectora, supo abrirle los brazos.