Veinte anarquistas esperan agazapados en la plaza 25 de Mayo. La mitad son obreros. La otra mitad, estudiantes de medicina. El reloj Prost, incrustado en lo más alto del Palacio de los Leones, da las 5 de la mañana. Una mezcla de ansiedad, temor y adrenalina empieza a recorrer los cuerpos y el alma de los hombres. Es el 7 de febrero de 1921. En pocos minutos, tomarán por asalto la Municipalidad y Rosario será roja.

El único guardia que había en el edificio no opuso demasiada resistencia. Algunos dicen que alcanzó a accionar la sirena de la terraza y dar la voz de alarma. Unos de los veinte le quitaron el forro color rojo al techo del cobertor de un carruaje tirado por caballos. La tela improvisada de bandera se enarbolaría instantes más tarde en el primer piso, desde el balcón del despacho principal (hoy Salón Carrasco). Oficialmente los anarco-bolcheviques habían tomado el poder. Sin perder mucho tiempo, legislaron y cambiaron las reglas establecidas.

“Lo que hacen primero, es decretar que los trabajadores no tienen que pagar impuestos. Y se los cargan a los de clase alta. Esa es la primera medida. Después, retomaron mediante una ordenanza a los trabajadores despedidos en la Municipalidad y los hospitales. También, como los estudiantes de medicina tuvieron mucha injerencia, dispusieron un recambio en todas las direcciones de los nosocomios”, relata Paulo Menotti, Profesor, Licenciado y Magister en Historia, que en 2023 editó un libro al respecto llamado “El Soviet de Rosario” (editorial Spiaggia).

El historiador y docente Paulo Menotti, con su libro El Soviet de Rosario

“Por el gran número de adeptos al anarquismo, como sucedía en Barcelona, es que unos años antes se empezó a llamar a nuestra ciudad 'la Barcelona argentina”', contextualiza Menotti.

Con el correr de las horas, el clima se puso espeso. El intendente Fernando Schleisinger ni siquiera estaba en la ciudad. Por aquellos años, el alcalde era puesto a dedo por la Provincia de Santa Fe, que ejercía el poder político desde la Jefatura de Gobierno, donde hoy está la sede de Gobernación, frente a la Plaza San Martín

Anoticiados de la situación, los dirigentes provinciales enviaron órdenes para terminar con la rebelión y también con el flamante Soviet, la nueva cámara de representantes que los anarquistas habían formado a lo largo de la jornada.

“El ejército, el Regimiento 11, con sus caballerizas, estaba emplazado en la esquina de Córdoba y Buenos Aires. Ahora hay una heladería, bien en diagonal a la Plaza. El edificio del Correo aún no estaba, se terminó de construir en el año 37. A partir de la orden, las fuerzas de seguridad rodearon la Municipalidad”, cuenta Menotti.

Hacia las 3 o 4 de la tarde, y sobrepasados por la fuerza que el Regimiento imponía con sus hombres alrededor del Palacio de los Leones, los veinte anarquistas sellaron su rendición.

Minutos más tarde, una brigada de bomberos, Winchesters en mano, apunta con desprecio a los rebeldes (los bomberos también eran parte de las fuerzas de seguridad y su equipo habitual incluía un arma). El acto de subversión que acaba de concluir sería castigado, pero antes, vendría la humillación pública

El traslado de los prisioneros desde la Municipalidad hacia Gobernación fue a pie. Casi como un desfile, exhibiendo a los rendidos, para mostrar que aquellas insurrecciones no terminaban bien. 

El día terminó con 20 detenidos y un sueño de revolución que duró poco. Eso sí, durante 8 horas, un puñado de obreros unieron fuerzas con los estudiantes y el cielo de Rosario se tiñó de rojo.

Newell's y Bielsa al rescate

Los veinte esperan en la sombra de las celdas y hermanados en la oscuridad el desenlace final. Los antecedentes de la época no eran alentadores. A los anarquistas en esos tiempos los ataban en una silla y los torturaban para que hablaran. A muchos de ellos, hasta la muerte

La caras manifestaban ese sentimiento de amargura, mezclado con la incertidumbre de no saber si al día siguiente verían el sol. Basta recordar que hacía dos años había tenido lugar la semana trágica, donde (según las organizaciones) hubo más de 100 muertos por levantamientos en una fábrica en Buenos Aires

La mitad de los veinte eran trabajadores, en su mayoría inmigrantes. Italianos, españoles y hasta un rumano. Por aquel entonces, en Rosario la mitad de los habitantes eran extranjeros. El 58,5% si tomamos en cuenta el pimer censo de 1900.

Entre ellos se destaca Martínez, un lavacopas que luego sería apodado el pistolero. Y se lo relaciona con la banda de Severino di Giovanni, anarquistas expropiadores que asaltaban bancos para juntar dinero para la causa de la Revolución. Luis Tafalla, otro anarca, era español y se desempeñaba como empleado en la Casa Canut, que todavía está en la actualidad. Francisco Schroeder, que terminó militando en el Partido Comunista, era jornalero, fue pintor, en realidad hacía de todo, porque lo iban despidiendo de sus trabajos al conocer su ideología.

Los estudiantes eran todos criollos y los hermanos Juan y Carlos Chaminau (de ascendencia francesa) eran los referentes. Telemaco Georgiadis, argentino de origen griego, había nacido en Misiones y llegó a Rosario buscando estudiar, antes de sumarse al grupo de los hermanos. Juntos, pero en la soledad del silencio, aguardaban sus finales.

La recuperación del Palacio Municipal por parte de las fuerzas estatales no fue el final de nada. Se vivieron horas de desconcierto y con la salida del Intendente Schleisinger, la ciudad quedó acéfala. El embate anarquista no fue un simple episodio aislado en un día de carnaval. Reflejaba el descontento de la parte trabajadora y de los jóvenes de la ciudad. Los maestros hacía 8 meses que no cobraban. Y visibilizó una crisis institucional. 

Claudio Newell, uno de los fundadores del Club Atlético Newell’s Old Boys, se había unido a las filas del radicalismo en 1920. En poco tiempo cosechó buenos lazos políticos, y tres días después del suceso, fue nombrado Intendente

La estrategia del flamante alcalde estaba clara: la ciudad necesitaba restablecer la calma. El Gobernador Enrique Mosca tenía “incendiado” el norte de la Provincia con La Forestal y no quería más problemas. Newell logra torcer el brazo del Concejo, reincorporar a los despedidos y evitar la baja de los salarios. Un verdadero éxito, buscando estabilizar la situación social. Pero algo quedaba pendiente: ¿qué pasaría con los veinte?

Un joven entusiasta llamado Rafael Bielsa (luego abuelo de Marcelo, Rafael (n) y María Eugenia) se había recibido de abogado en la Facultad de Derecho de Buenos Aires tres años antes (allí también realizó su doctorado); y a principios de 1921 volvió a Rosario. Tenía una muy buena amistad con Claudio Newell y producto de esa relación, se convirtió en el abogado defensor de los insurrectos.

Después de semanas de detención y el trabajo de Bielsa, los veinte recuperaron la libertad. Los juicios duraron más. Dos o tres años. Y finalmente, entre 1925 y 1926 todos consiguieron la absolución

Los veinte nunca más fueron veinte. Todos dividieron sus destinos. Algunos siguieron militando por sus ideas, en el anarquismo, en el comunismo, en el radicalismo e incluso, luego, en el peronismo. Los estudiantes se convirtieron en doctores. Los hermanos Chaminau fundaron su propia clínica en zona sur. El griego Georgiadis se volvió a Misiones y una sala del Hospital Posadas lleva su nombre por su encomiable dedicación.

Veinte hombres, de distintas nacionalidades, diferentes orígenes, dispares destinos, pero que en un momento particular de la historia, los unió un sueño en común. Un sueño trunco, pero que sentó precedentes en la lucha de la justicia social.

El Soviet rosarino

Lo más importante que aporta Menotti en su libro, a diferencia de otros historiadores de Rosario, es que cuenta que éste hecho no es aislado, sino fruto de una concatenación sustancial de muchos circunstancias y sirve de corolario a una etapa importantes huelgas en el período 1917-1921, a nivel nacional.

“Lo que está pasando es que justamente en ese momento es la Revolución Rusa y se producen algunos soviets en todo el mundo. Hubo soviets en Hungría, en Alemania, en Río Janeiro hay una experiencia también. La gente, por primera vez ve que en el mundo hay un gobierno de trabajadores. Entonces en muchos lugares se quiere imitar eso también”, pone en contexto Menotti.

Otro dato importante que el historiador pone sobre la mesa, es la toma de La Forestal, que estaba ocurriendo esa misma semana. El diario de la época había publicado el día anterior que 500 trabajadores armados con rifles Winchester, estaban listos para tomar la compañía forestal inglesa.

, se decía. Y la palabra circuló así. Lo que pasa en Rosario en esos momentos es que el Concejo Deliberante había echado a muchos empleados municipales y al resto les había bajado el sueldo. Además no había un empleo fijo. Te tomaban y te despedían cuando querían. Pero el sindicato municipal era fuerte y estaba dirigido por anarquistas”, sigue el Profesor, Historiador y Magister, Paulo Menotti.

El pueblo siente que la economía se empieza a reactivar, conforme comienzan a sanar las heridas de la Primera Guerra Mundial, pero los salarios continúan siendo míseros y las injusticias se perpetúan. Algunos deciden patear el tablero. 

La Barcelona argentina

Los anarquistas comienzan a llegar a la Argentina en 1870 y para 1880 ya hay varios de ellos en Rosario. Por su gran número, al igual que en la ciudad catalana, es que los socialistas empiezan a llamar a nuestra ciudad “la Barcelona argentina”. Un mote que se fue deformando con los años pero que tiene su raíz en el movimiento libertario, que es como se llamaban entre sí los anarcos. 

Una década después se produce la primera división: por un lado están aquellos que niegan cualquier forma de organización, porque toda estructura es una opresión. Éstos, bregan por la revolución y la impulsan a través de atentados a políticos. 

“Acá hubo una persona que se llamó Payas, que trabajó en la librería de imprenta Ferrazini. El tipo estuvo un tiempo acá y después se volvió y cometió un atentado en Barcelona. Le dieron pena de muerte y lo ejecutaron”, apunta el historiador.

La otra vertiente es una corriente colectivista. Empiezan a aparecer algunos anarquistas que buscan organizar sindicatos: “En 1896 hay una gran peste en Rosario y la gente empieza a tener miedo porque se llevan a los que están enfermos. Pero cuando las personas dejan de recluirse, se genera un rechazo tan grande al establishment que se produce “la huelga monstrua”, una huelga ferroviaria en la que todo el mundo participa”, comenta Menotti. 

Y a partir de ahí empieza a despegar nuevamente el anarquismo en Rosario. En 1900 forman la Casa del Pueblo y el barrio de Refinería es el barrio más anarquista que hay en la ciudad. Por su origen obrero. Están allí la refinería de azúcar y los talleres ferroviarios, donde trabajaban más de 3 mil personas en cada una. Como consecuencia, nace la Federación Obrera Local Rosarina. 

“Hay una feroz represión porque el gobierno quiere mostrar que está todo bien en vísperas del centenario de la Revolución de Mayo. Se aminora el movimiento, pero vuelve a crecer en 1913 cuando se produce una huelga tranviaria importantísima en Rosario. El ejército tiene que rodear toda la ciudad para detenerla”, continúa Menotti.

En 1917 y 1918, espías europeos, principalmente de Italia y Francia llegan a nuestra ciudad. El movimiento anarquista es tan fuerte que aquellos países temen que en Rosario esté germinando la semilla de atentados en Europa. 

La llegada de las universidades en 1919 le dieron la oportunidad al movimiento, de convidar sus ideas a jóvenes estudiantes y profesionales. Y por medio de revistas y panfletos, de multiplicar la llegada de su discurso

En medio de la injusticia social reinante, finalmente en febrero de 1921, todo aquello que se venía acumulando, con la chispa de La Forestal en el norte de la Provincia, entró en combustión. Una historia de ideales, disidencias y lucha.