Marcos Peña visitará Rosario el próximo miércoles 22 de mayo para presentar a las 19, en la Fundación Italia (Jujuy 2553), su libro El arte de subir (y bajar) la montaña (Siglo XXI). A modo de adelantó, dialogó con Rosario3 antes de su arribo a la ciudad. Si bien no se explayó demasiado sobre política -aunque dijo que lo “consultan aún sus amigos” y que “el PRO deberá encontrar nuevamente su identidad y propósito-, no le cerró la puerta de cara al futuro.
Contó, en cambio, sus vivencias tras el paso por la gestión pública. “Fue un alivio” respondió cuando se lo preguntó por las sensaciones tras dejar el poder y se refirió a la “autosuficiencia de sentir que no necesitás ayuda” a la hora de sentarse en uno de los principales sillones de la Casa de Gobierno.
—¿Cómo definís a tu libro?
—Es un libro testimonial, en primera persona, que busca compartir experiencia y aprendizaje del camino personal durante mi paso por el gobierno y los años siguientes a mi salida.
—Es decir, es un trabajo que no habla de tu experiencia en la gestión de Cambiemos.
—No hablo del gobierno, sino de mi experiencia personal. Cuento el proceso personal que inicié desde que me fui del gobierno, un camino de introspección personal para entender lo que había vivido y las cosas en común con experiencias de otras personas que estuvieron en un lugar así. Plasmo lo que sentí sobre que lo fue esa experiencia.
—¿El libro está pensado para actuales o futuros funcionarios?
—Le resuena a mucha gente. Uno de los aprendizajes está orientado, más que para líderes, para personas en situaciones de liderazgo. En la vida diaria todos estamos enfrentando situaciones de liderazgos. Mucha gente me comentó al leerlo que se sintió identificada, no sólo de la política. Es una experiencia más humana desde la salud mental y física sobre cómo atender la presión del teléfono celular que suena permanentemente o cómo atender para conectarnos más con la gente que nos rodea.
—¿Cómo se vive la experiencia a la hora de dejar el poder?
—Para mí fue un alivio. Cuando estás en una situación así de gobierno hasta que no entregás el poder estás siempre en situación de fragilidad. Lo más difícil es la parte más adictiva, diríamos; no es el poder en sí mismo sino la operación diaria, estar activo todo el día, lleno de reuniones, cómo bajar y conectar con uno mismo. Increíblemente, la pandemia me volvió a mí mismo, me sirvió para parar y ocuparme de mí, algo de lo que me había olvidado.
—Cuando se está en el poder, ¿hay algo de omnipotencia?, ¿creer que está todo a tu alcance y que siempre vas a estar allí?
—Una parte es así. Es muy fino el límite entre la autosuficiencia y la omnipotencia. Creo que es autosuficiencia de sentir que no necesitás ayuda. Vas apagando el registro emocional, vas perdiendo conexión para sobrevivir, algo que le pasa a muchos en este tipo de situaciones, terminás generando un modelo de autosuficiencia.
—Leí que te sentiste muy dolido por la devolución que te dio tu equipo después que dejaste la función.
—Amigos, familiares y el equipo coincidieron en devoluciones como que no me podían llegar, que no estaba presente, que era difícil ayudarme. Me dolió porque no me sentía identificado, no sentía esa versión de mí y no sabía por qué llegué a ese lugar. El libro fue un motor muy bueno para poder entender que somos seres humanos comunes y que hay cuestiones que no había atendido.
—¿Qué herramientas te ayudaron?
—Me ayudó mucho meterme en el proceso terapéutico, más psicológico, una terapia de compasión, hacer terapias postural y física para conectar con el cuerpo, múltiples activaciones. Me ayudó mucho tomar contacto con pares generacionales y distintas personas de diferentes países. Eso sí, quizás estaba en soledad a la hora de compartir una experiencia como me tocó al ser tan joven.
Políticas y demás
—¿Volverías a la política?
—Hoy te digo que no. Mi aporte es más indirecto, ayudar a personas en situaciones de liderazgo, y no de manera directa con la política. Seria soberbio de mi parte decir nunca más a la política, no puedo decir nunca más. No siento añoranza ni tampoco extraño. El libro me dio una oportunidad de iluminar por fuera de la política.
—¿Cómo quedó tu relación con Mauricio Macri?
—Bien, con cariño, afecto y confianza. Fue una experiencia maravillosa trabajar con Mauricio 18 años desde ese lugar. Soy un agradecido.
—¿Te consultan desde la política y/o la gestión?
—Sí. Muchos amigos y camaradas de tantos años compartidos. Charlamos, nos juntamos, algunos me consultan a la distancia porque me fui alejando progresivamente.
—¿Qué opinión tenés del gobierno de Milei?
—Desde lejos y sin estar al tanto del día a día, le deseo que le vaya bien. Me preocupa la dinámica de que sólo se hable de los que están en Casa de Gobierno. Son muchos los actores que tienen cosas para decir, para aportar, para sentirte parte de la solución. Al final del día, el problema de Argentina es quién cede algo y no sólo qué hace el Gobierno. No perdamos la perspectiva de que esto depende de más gente y no sólo del que gobierna.
—¿Cómo ves al PRO?
—El partido está más grande en edad, perdió la capacidad de frescura del principio, ya lleva varios años, gobernó el país y varias provincias y municipios. La contracara buena es que tiene mucho capital humano. Tiene el desafío de encontrar nuevamente su identidad y su propósito. Tienen cómo hacerlo, depende de personas que se comprometan, capaciten y que se formen.
—¿Cuáles son los lazos que te unen con Rosario?
—Mi papá era de Rosario y tengo muchos, familiares, primos, tíos y amigos. He ido mucho a Rosario y me duele por lo que se vive en la ciudad. Es uno de los primeros lugares donde quise ir a presentar el libro.
—¿Con quiénes de Rosario conectaste más durante la gestión?
—Muchas relaciones en distintos momentos. Me viene el recuerdo de Miguel Lifschitz. Algo muy cercano para mí fue la candidatura de Miguel del Sel y el trabajo para esas elecciones con amigos como (Federico) Angelini, (José) Corral y (Gisela) Scaglia. Y tengo una gran estima por Pablo Javkin.