Faltan menos de dos meses para que Joe Biden deje la presidencia. Probablemente por eso, el domingo 17 decidió dejarle un regalo a Ucrania que hace rato venía pidiendo: la autorizó a utilizar armas estadounidenses de largo alcance sobre territorio ruso. Esto le permitirá a Zelensky realizar ataques a objetivos clave en terreno enemigo y lograr mayor daño a largo plazo debilitando las capacidades de Moscú. Hasta ahora el norteamericano se había opuesto porque su objetivo era evitar cualquier acción que suponga involucrar a su país -o a la OTAN- en un conflicto directo. 

La respuesta rusa fue muy rápida. El martes 19, el presidente Vladimir Putin emitió un decreto detallando la actualización de “la nueva doctrina nuclear rusa”. En ésta se ha ampliado la lista de condiciones para un ataque nuclear ruso y se prevé el uso de armas nucleares en caso de agresión con armas convencionales. Distintos expertos consideran que ésta nueva doctrina no significa que el país de los zares se esté preparando para una inminente guerra nuclear. Más bien, es un mensaje hacia el exterior con el fin de garantizar su seguridad.

Kiev llevaba meses pidiendo que le permitan atacar objetivos militares situados en territorio ruso con misiles occidentales.

Ese mismo día el ejército ucraniano bombardeó la región fronteriza rusa de Briansk con los misiles estadounidenses de largo alcance ATACMS. El canciller ruso Serguéi Lavrov -que se encontraba en la cumbre del G-20 en Río de Janeiro- aseveró que no es posible usar esos misiles “sin la ayuda de expertos y de instructores de Estados Unidos” que brindan "datos satelitales, la programación y el objetivo”. Y afirmó que su país dará una respuesta acorde porque consideran “que se trata de una nueva fase de la guerra de Occidente contra Rusia y reaccionaremos en consecuencia”.

Veinticuatro horas más tarde, el miércoles 20, las embajadas en Kiev de Estados Unidos, España, Italia y Grecia cerraron las puertas al público debido al temor de un bombardeo ruso de especial intensidad contra Ucrania. En tanto, el jueves 21, la fuerza aérea ucraniana acusó a Rusia de lanzar un misil balístico intercontinental “contra fábricas e infraestructuras críticas” de la ciudad de Dnipró. Es el primero de este tipo que se utiliza en esta guerra. El Kremlin lo confirmó y expresó que se trata de “Oréshnik”, su nuevo misil balístico hipersónico.

Con el uso de esta nueva arma, capaz de burlar cualquier escudo antimisiles occidental, Rusia buscó enviar un mensaje amenazador a Occidente. Ni las autoridades ni la prensa había informado antes sobre la existencia del Oréshnik. Es por ello, que el viernes 22, Vladimir Putin dió un mensaje televisado a la nación donde anunció que comenzará la producción en serie del nuevo misil hipersónico, al que consideró como el “garante de la integridad territorial y de la soberanía de Rusia”, que es capaz de lanzar armas nucleares.

Putin confirmó los recientes ataques en territorio ruso con misiles de largo alcance estadounidenses ATACMS y británicos Storm Shadow.

También dio otros detalles. El mandatario destacó que la velocidad que alcanza el nuevo misil es de “Mach 10” o “2.5-3 kilómetros por segundo”, lo que lo convierte en indetectable para las defensas antiaéreas enemigas. Putin resaltó que el Oréshnik no es un arma de destrucción masiva ya que es mucho más preciso y “los resultados de su empleo contra las instalaciones del enemigo serán comparables por su efecto, por su potencia, con el armamento estratégico”. Toda una advertencia. 

Desde la invasión a Ucrania, Rusia viene desarrollando la economía de guerra. Esta semana se supo también que se comenzó con la fabricación masiva de pequeños refugios nucleares móviles. En su versión más sencilla pueden resguardarse 54 personas pero pueden ampliarse hasta una capacidad de 150. Esta especie de contenedores no protegen contra un impacto nuclear, pero sí contra sus consecuencias posteriores. Filtran y regeneran el aire y tienen reservas de agua. Otorgan una protección de hasta 48 horas de la radiación luminosa que genera una explosión nuclear y la contaminación radioactiva.

A estas acciones se suma una nueva ley que firmó Putin este sábado 23 de noviembre, que cual prevé la condonación de hasta 10 millones de rublos (95.835 dólares) de deudas atrasadas a quienes firmen contratos con el Ministerio de Defensa -reclutas potenciales- para combatir en Ucrania durante al menos un año, a partir del 1 de diciembre. De acuerdo con datos publicados por el Ministerio de Defensa británico, Rusia ha tenido “más de 700.000” bajas sufridas en combate, entre muertos y heridos. Estos hechos “han socavado drásticamente la calidad de las fuerzas rusas”. 

No hay dudas de que Putin se está preparando a largo plazo. Su postura es que está en riesgo la propia supervivencia de la nación. Ha acusado a Estados Unidos y Occidente de intentar por todos los medios mantener su hegemonía. Lo que está llevando a la destrucción del sistema internacional de seguridad y hacia un “conflicto global”. Justamente esta semana, el líder recordó que Estados Unidos cometió un error cuando decidió abandonar de manera unilateral en 2019 -durante el primer gobierno de Donald Trump- el tratado para la eliminación de misiles de corto y medio alcance. 

En dos meses el republicano reasume la presidencia. Afirma que no quiere guerras. Pero durante su gobierno, se bajó unilateralmente del histórico acuerdo para la eliminación de armas nucleares de rango corto y medio alcance (INF por sus siglas en inglés). Un tratado que contribuyó decisivamente a la seguridad global durante más de tres décadas y que fue un hito de la Guerra Fría. Firmado en 1987 entre el entonces presidente Ronald Reagan y el líder soviético Mijaíl Gorbachov.

Trump dice que no quiere guerras pero sus acciones pasadas muestran lo contrario.

El magnate utilizó entonces dos argumentos: que Rusia incumplió los términos del acuerdo y que China no estaba sometida a ningún acuerdo de control armamentístico. De esta manera, se eliminó toda limitación legal vinculante y verificable al crecimiento de los dos mayores arsenales nucleares del mundo. 

En el mismo sentido, ha actuado Trump al salirse unilateralmente del Acuerdo Nuclear firmado en 2015 con Irán, que garantizaba que el país persa no generaría armas nucleares durante 15 años. Hace unos días, Naciones Unidas denunció que Teherán aumentó sus reservas de uranio enriquecido a niveles que le permiten producir armas, siendo un gran desestabilizador regional. Las que se están viendo, son sólo unas pocas consecuencias de dejar al mundo sin control armamentístico alguno. 

Ya han pasado mil días desde la invasión rusa a Ucrania. Se vienen por delante 1.460 días con Donald Trump liderando la principal potencia global. ¿Logrará la paz que dice buscar o traerá más incertidumbre?