La serie de Disney+ es un maldito boom. “El mejor infarto de mi vida” trepó por el mundo con su “true history” y moraleja final. Un hombre estresado con sobrepeso, mal alimentado y empastillado de grageas de todos los colores, se infarta en una escapada a Montevideo con una mujer que conoció dos días antes. Sus moradores les alquilan por Airbnb una habitación de su casa y asumen la salvación de ese hombre a punto de morir. Así empieza la historia contada por el mismo protagonista. Hernán Casciari vivió una historia que, genuina y real, atraviesa las pantallas en todo el planeta. La jugada que casi lo mata, afirma, fue lo que le salvó la vida.
– ¿Cómo te llevas con el boom que ha tenido tu propia historia?
– Hay algo que es muy sorprendente que tiene que ver con la fortaleza de Disney en sus lanzamientos y no tanto con el producto en sí. Decidieron hacer un lanzamiento global en todos los países del mundo. Entonces la repercusión es muy diferente. Nunca me había pasado semejante eso.
– ¿Y por qué crees que pasó eso.
– Por la universalidad temática de la historia. Disney apostó porque entiende que es universal. Se encontró con una “true story” y eso le da un valor extra. Se puede comprobar fehacientemente de que las cosas que se cuentan ocurrieron y eso, en este momento, está muy de moda. Si vos ponés true story en una producción, va a haber una mayor atención inicial.
– Además de real la historia es muy buena…
– Si, es una historia espectacular. Cuando Alejandra y Javier, las personas que me salvaron la vida, me contaron un año después su propia historia, entendí a una velocidad de rayo que todo era absolutamente increíble. Mi infarto no fue increíble. Mi infarto fue un infarto. Lo que pasó con los que me salvaron la vida, a raíz de ese infarto, es lo espectacular. Y eso cuando lo supe, simplemente tuve que conectar cuatro o cinco ideas y darme cuenta de que había una fábula hermosísima.
– ¿Cuánto cambió tu vida después de eso?
– Muchísimo. Cambié de continente ese mismo día. Hice más o menos unos siete u ocho cambios muy definitivos ese mismo día. De hecho, solo el 6 de diciembre puedo festejar un montón de hitos: dejar de comer con sal, dejar de ser noctámbulo, dejar de fumar marihuana, dejar de fumar tabaco, dejar de vivir en España. Hay un montón de hitos que todos tienen el mismo día de nacimiento. Entonces, claro que fue importante.
– ¿Hoy donde te refugias, donde buscar placer?
– Posiblemente me hice bastante adicto al trabajo después del infarto. Yo cuando dejé de fumar me costaba mucho escribir, estaba muy mezclada la literatura con el tabaco en mi cerebro. Entonces mi cerebro había hecho una huelga de creatividad cuando dejé de fumar. Pero creo que hoy, mirándolo con diez años de diferencia, yo trabajaba más bien poco. Escribía un cuentito cada tres o cuatro días y ese era mi trabajo. Y todo bien, es el trabajo de un escritor. Ser creativo y tener cierto ocio contemplativo, etc. Pero yo lo miro desde hoy y soy una persona completamente distinta. Me levanto a la mañana y sé que mi adrenalina o mi dopamina está en la creación de proyectos.
Cuando el artista se acomoda a que le den una platita para que haga sus cosas, el arte no es tan bueno
–¿Descubriste el anzuelo más importante para atrapar al lector?
– Hay algo que atraviesa todo y si no está, no funciona. Y eso es ser genuino en las ganas de estar contando eso. Si vos contás algo porque te lo pide una marca, y no porque estás desesperado por sentarte y contarlo, capaz que vas a ganar un dinero, pero no va a estar bueno eso que dices. Después, en las columnas del Excel tenemos un montón de cosas: el amor, la muerte, el desamor, la infancia, el fútbol, lo que quieras. Pero no importa qué, si no lo estás contando con ganas, se nota mucho.
– La idea de tener tiempo para leer. Esta cuestión de la vinculación sin culpa del ocio como algo imprescindible y a que la vez es muy difícil de tener. ¿Vos cómo te llevas con eso?
– En mi caso es una deformación profesional muy fuerte. Dirijo una revista de literatura y crónica narrativa, entonces creo que estoy todo el tiempo buscando autores que nadie conoce para hacerlos conocidos. Es muy lindo descubrir autores nuevos y que después de eso ver que crecieron y que tenías razón en haber puesto el ojo ahí. Entonces toda mi mirada literaria está atravesada por la deformación profesional de una búsqueda constante de nueva literatura.
–¿Cómo es eso que tenés que trabajar de eso o ser millonario para tener tiempo para leer?
– Bueno, lo que yo planteaba es que no tenemos que tener tanto miedo al audiolibro o a los nuevos formatos, porque hoy por hoy, bajar la vista y estar concentrado en la lectura de un libro con la multiplicidad de estímulos y cosas que hay, es más bien difícil. Los formatos son menos importantes de lo que nos parece. Cuando se defiende en extremo al libro es por la nostalgia del que defiende. A mí el libro me fascina. En mi infancia y en mi juventud el libro me salvó la vida. Pero en esa época no había la multiplicidad de estímulos que hay ahora. Mi hija de siete años siente que el libro es maravilloso, pero también la Tablet, la tele y el audiolibro. Ella nació con siete u ocho cosas maravillosas porque además en realidad, lo maravilloso es que te cuenten una historia, no el formato. Estamos confundidos los que tenemos una cierta edad, creyendo que lo maravilloso es el libro. Lo maravilloso es que te cuenten la historia. El libro te hace fijar la vista para abajo, no podés manejar si estás leyendo un libro, no podés estar en la pileta si estás leyendo un libro, no podés estar cocinando si estás leyendo un libro, y en cambio meterte unos auriculares y escuchar Crimen y Castigo, te permite otras cosas, porque la vida hoy es bastante más vertiginosa que hace 50 o 60 años.
–¿Cómo ves que el tono del debate del Poder y la cultura en nuestro país?
– Independientemente del dolor y la frustración que pueda provocar, creo fervientemente que los mejores momentos de la cultura es cuando hay gobiernos de derecha. Clarísimamente, y eso lo veo en todas partes, en todas las épocas. Es cuando hay que ponerse fuerte, cuando no estás tirado en la cama y gobiernos afines te dan una platita para que hagas boludeces. No, acá hay que laburar, hay que ser el doble de creativos, el doble de irónicos. Formás parte más de una resistencia que de una insistencia. Entonces me parece que lo que sale después, con el tiempo te das cuenta, es muchísimo más nutritivo que en las épocas en donde estaba todo bien. No quiero decir con eso que se propicien tiempos oscuros. Solo digo que cuando vienen los tiempos oscuros el arte es mejor. Cuando el artista se acomoda a que le den una platita para que haga sus cosas, el arte no es tan bueno.
– Cuando el mecenazgo es el enemigo.
– No es tan bueno, mecenazgo del Estado, del privado, de su padre, de su madre, no importa, tener papá y mamá que te digan a qué hora se puede jugar no es muy bueno.