A dos semanas de la catastrófica inundación en Bahía Blanca que dejó 16 muertos, 1300 evacuados, dos niñas desaparecidas y barrios arrasados, se trabaja en su reconstrucción en el marco de un nuevo alerta amarillo por lluvias, y de a poco se comienza a analizar qué falló en su planificación urbana y en su infraestructura y sistema de drenajes. Luego fue el desborde del río Pilcomayo en el norte de Salta el pasado fin de semana, donde los evacuados superan las mil personas de comunidades originarias, y era crítica su situación de aislamiento que generaba la dificultad de acceder a agua y alimento. Ante estos hechos en las provincias de Buenos Aires y de Salta, expertos coincidieron en que “no hay ciudad argentina que resista una catástrofe del nivel de Bahía Blanca”, ya que fue un evento extraordinario.
Hernan Stenta es profesor adjunto en el Departamento de Hidráulica e investigador del Centro Universitario Rosario de Investigaciones Hidroambientales de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura (Curiham-UNR). Doctorado en el Conicet, Stenta lleva dos décadas de investigaciones en torno a las capacidades hidrológicas de los suelos de la región. En diálogo con Rosario3 aseguró que “Rosario no resistiría una lluvia tan extrema, pero en Argentina no habría tampoco ninguna otra ciudad que resista inundarse con tanta cantidad de lluvia, que llegó a los 400 milímetros en solo seis horas”.
Aseguró entonces que lo de Bahía Blanca fue “un evento extraordinario y catastrófico”, pero son anomalías que se vienen repitiendo eventualmente y repasó: “Pergamino en 1995; La Plata en 2013; Arroyo Seco en 2017; Cañada de Gómez en 2000; San Nicolás en marzo del año pasado”. También está la tragedia de Santa Fe en 2003. Pero sobre la capital de la provincia destacó que “fueron otras condiciones de negligencia política que afectaron la ciudad, como un terraplén que no fue terminado, entre otros desmanejos”.
Cuando una lluvia es muy copiosa en pocas horas y ocurre en una densidad poblacional más concentrada, la consecuencia resulta trágica, y “Bahía Blanca es una ciudad con mucha densidad urbana, los dos arroyos están rodeados de asentamientos, no había espacio para el agua y lo ocupó el hombre sin mucha planificación”, destacó Stenta.
El abogado especialista en derecho ambiental y secretario del Área de Política Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario, Matías de Bueno, coincidió con Stenta en su apreciación de que no habría ciudad del país que no se inunde, e incluso refirió que “se necesitan desagües que absorban mayor caudal y pisos más porosos que absorban el agua”. Agregó que existen varios estudios de especialistas que indican sobre la necesidad de crear embalses contenedores y sobre el problema de la urbanización sin planificación en los alrededores del arroyo Ludueña a la altura de Funes (irregulares y el barrio privado Damfield), donde hay una presa de contención realizada (ver apartado).
El especialista en hidráulica del Curiham ahondó que "la ciudad de Rosario tiene un sistema subterráneo de drenaje que fue planificado hace muchos años para lluvias normales". Es por eso que cuando hay tormentas copiosas, no alcanzan las cañerías y el agua va por las calles y los lugares bajos. Entonces, analizó: “Si ocurre lo de Bahía en Rosario va a depender en qué zona: si es en la zona de cuenca del Ludueña, pensamos que lo va a contener. Si es aguas debajo de la presa, ahí puede ser que no se contenga. Va a depender la cantidad de agua que caiga en poco tiempo y la zona”.
La contención en el arroyo Ludueña
En el Gran Rosario hay una obra clave que fue realizada en el año 1996 en una región inundable y reservada para que no se inunden las construcciones urbanas. La obra realizada consta de un anillo de contención alrededor del arroyo Ludueña, una presa de retención o embalse construido justamente para contener el agua de dicho cauce en caso de lluvias muy intensas, con desagües pluviales, y se forma una laguna. Stenta destacó que esa obra se llevó a cabo luego de insistentes reclamos de vecinos de Empalme Graneros, que sufrían reiteradas inundaciones en la historia por estar en la parte más baja del arroyo, y se nuclearon en la organización Nunca Más Inundaciones (Numaín). “Con sus reclamos lograron dos aliviadores y la presa de retención”. Una presa mejora las condiciones de escurrimiento y se construye siempre con conocimiento de cuánta lluvia puede contener, y “esta fue pensada para una gran cantidad de lluvia”. A pesar de ser conocida su condición de inundable, en la zona de la presa se asentaron viviendas irregulares y hasta se construyó el barrio privado Damfield. Sobre ello, Stenta sentenció: “Desde el punto de vista hidráulico vemos contra toda lógica urbanizar y residir en un predio inundable. Antes eso eran canchas de fútbol, y eso está bien, porque no son residencias”. Sobre el asunto de la urbanización no planificada, De Bueno agregó: “Hay localidades que se van extendiendo en zonas bajas, sin planificación, y esas zonas son las que absorben el agua, como ocurrió en Bahía Blanca, que se cruzó con una sudestada que no permitía la salida al mar y fue una combinación letal”. Entre las catástrofes naturales, el especialista hidrológico aseguró que las inundaciones son las que más cantidad de poblaciones afecta y las que más daños materiales generan, según la Organización Meteorológica Mundial, la Organización de las Naciones Unidas, y las investigaciones científicas. Explicó que las causas de estos eventos son factores naturales (la lluvia intensa) pero también el factor humano que genera el cambio climático, como el monocultivo y la tala de árboles que afectan al ecosistema. “Hay pensamientos sobre la sojización que genera impermeabilidad en el suelo. Lo que es cierto es que no hacer rotación de cultivos es perjudicial”. A esto sumó “el crecimiento de las ciudades de forma no planificada que genera mucha impermeabilización de los suelos”. Destacó entonces que “los primeros afectados en estas crecidas del agua suelen ser los sectores más humildes porque se asientan cerca de los arroyos, en terrenos indefinidos en la planificación urbana. Pero también se inundan personas de ingresos medios o altos, como cuando se inundaron vecinos del barrio Fisherton en 2012, y en esa oportunidad la presa del Ludueña subió”. El investigador en asuntos hidráulicos fue realista y destacó que una obra de una magnitud que prevenga algo como lo ocurrido en Bahía Blanca, “sería de costos imposibles”. Sin embargo, enumeró medidas no estructurales que sí son factibles y que son acciones que mitigarían el impacto: Destacó que hay diferentes tipos de obras que se pueden hacer, como recanalizaciones del curso del agua, entubamientos grandes y más presas. Pero “aun haciéndolas, si suponemos una tormenta de las magnitudes que tuvo Bahía Blanca, se considera que el sistema no va a dar abasto”. Consultado sobre si se piensa la idea de una presa en el arroyo Saladillo, Stenta confirmó: “Sí, claro. Y de hecho, el Instituto Nacional del Agua, en un convenio que hizo con la Provincia, estudió en el Ludueña, agregar otras presas para seguir mejorando la condición del agua”. Por su parte, Matías de Bueno, precisó: “Debemos estar preparados para fenómenos climáticos extremos como el de Bahía Blanca, y eso implica realizar estudios sobre el alcantarillado, cunetas y desagües locales. Porque cuando el 5 de febrero pasado cayeron los primeros 50 milímetros de lluvia, se saturó la capacidad de absorción del suelo, y cayeron 300 milímetros en menos de ocho horas”. Según De Bueno, las medidas técnicas que pueden ayudar a evitar una inundación serían: “Tener más espacios que absorban el agua, tener reservorios y guiarlos a zonas más bajas, generar más arbolado y terrazas verdes, asfaltos más porosos que puedan absorber el agua”. Luego analizó que la investigación de 2012 de Paula Zapperi, la doctora en Geografía en la que advertía que podía ocurrir en Bahía una inundación de magnitud, “denota que no hay que desfinanciar las investigaciones científicas y de las universidades. Y esos estudios deben ser implementados en las políticas ambientales, sobre todo en las planificaciones hídricas”. En los últimos años, se estudian corrientes “con la idea de sistemas de drenaje sostenible, es decir, crear pavimento con veredas verdes, terrazas verdes, canchas de fútbol en desnivel. Que las ciudades tengan más espacios verdes y lagos, ayuda al drenaje y mejorar las condiciones para evitar inundaciones”, agregó Hernán Stenta.
Por qué ocurren estas anomalías catastróficas
Algunas acciones preventivas posibles