Verónica Camargo fue a la misa en la parroquia Santísima Trinidad de Rufino, junto a su hija Romina, el resto de su familia y conocidos, y al terminar la ceremonia, cruzaron a la plaza central. Allí realizaron una marcha del silencio y plantaron un árbol en nombre de su hija Chiara. Realizaron la misa como cada año, desde que su novio, Manuel Mansilla, la mató a golpes a los 14 años, porque llevaba un embarazo de tres meses que él no iba a permitir que se desarrolle.
El pasado 10 de mayo se cumplieron nueve años del hecho que tomó una relevancia pública inusitada: el femicidio de Chiara Páez en Rufino fue, entre decenas de femicidios, el que despertó el hartazgo social e instauró en la agenda pública la problemática de la violencia de género. Semanas después de hallado el cuerpo de la adolescente enterrado en un pozo en el patio de los abuelos de Mansilla, organizaciones sociales se unieron y formaron el movimiento Ni una menos, el cual realizó la marcha más multitudinaria contra la violencia de género en la historia argentina: se desplegó por unas 80 localidades en reclamo de políticas públicas y conciencia social que frenara los femicidios y otras expresiones machistas, reclamo que permanece vigente, ya que sondeos de organizaciones indican que, actualmente, una mujer muere cada 40 horas en el país.
El activismo contra las violencias de Verónica Camargo desde el femicidio de Chiara es firme, y nueve años después permanece activo, “desde la fe católica, pero con respeto a las diferencias, de forma apartidaria y sin juzgar ideología política o fe”. Desde entonces, tendió redes con familiares de otras víctimas como los de Wanda Taddei, de Lucía Pérez, y de Lola Chomnalez en Uruguay. Con Fabiana, la madre de Julieta del Pino, del pueblo santafesino de Berabevú, se identificó mucho “por ciertos parecidos de cómo fueron los hechos”. Con todos ellos extiende puentes y organiza charlas donde sean llamados.
También se vincula con Susana Trimarco, la mamá de Marita Verón en Tucumán, con quien dialogando, entendió que si la Justicia no hubiese actuado rápido con los perros que encontraron el cuerpo de Chiara, "el reclamo hubiese sido como desaparecida", como Marita o como le ocurrió a la familia de Cecilia Strzyzowski en Chaco (con quienes activaó un fuerte vínculo), o más cerca en el mapa, como a los padres de Paula Perassi en San Lorenzo.
Desde su casa en Rufino, Verónica dialogó con Rosario3 y adelantó que en la cuenta regresiva al décimo aniversario del femicidio de su hija Chiara, su deseo es realizar una conmemoración más grande a las anteriores en su ciudad, donde le gustaría invitar a algunas de las referentes “de aquel primer Ni Una Menos” del que ella formó parte, adonde también asistan más organizaciones y familiares de víctimas.
En agosto será la primera vez que Verónica brinde una charla pública en Rosario. Llegará invitada por los concejales, Sabrina Prence y Franco Volpe, del bloque Vida y Libertad, para compartir sus pareceres sobre “defender la vida en todas sus formas, tanto la de una mujer víctima de violencia como la de un niño por nacer”. También dará su apreciación en torno a la Justicia en el caso de Chiara que aún reclama, ya que los abuelos de Mansilla fueron absueltos, sus padres nunca fueron juzgados, y en 2021 una Cámara de Apelaciones le redujo la pena al joven detenido.
Bajo el nombre “Combatir la violencia para proteger la vida”, la charla se hará el viernes 9 de agosto a las 18.30 en el Concejo de Rosario con cupos limitados. Antes, brindará charlas en varias escuelas rosarinas por la mañana.
—Empecemos por la persona, recordar y contar algo de lo que quieras compartir, de cómo era tu hija Chiara, y cómo fueron esos últimos días junto a ella, previo a su femicidio.
Verónica Camargo: —Era muy cariñosa, alegre y solidaria. Éramos muy unidas las dos. Jugaba al hockey y siempre trabajó en lo social, conmigo en la parroquia y en Rotaract del Rotary Club. Ella estaba además en varios proyectos de inclusión de discapacidad, con deportes y equinoterapia.
Chiari en esos días previos a su muerte había sido convencida por la familia del novio de abortar. Ella se asesoró con sus tías paternas porque dudaba, y finalmente me contó de su embarazo. Pudimos hablarlo mucho, y tomó la decisión de que lo iba a tener.
Ella amaba a los bebés, siempre que había alguno, lo llevaba upa. Iba a cambiar sus actividades para tener a su hijo, sin competir en la liga de hockey pero reacomodando la vida. Habíamos quedado en que el lunes iríamos a ir al ginecólogo.
Ese sábado a la noche la buscó la mamá de una amiga, y con Chiari nos abrazamos mucho, lo recuerdo muy bien. Ese “te amo” que me dijo es lo que más guardo en mis recuerdos.
Con Romi, mi otra hija, tenemos diferentes formas de ser pero estamos unidas en el reclamo contra la violencia de género. Ella hace un año y medio tuvo un hijo, y ahora que soy abuela encontré una felicidad inesperada, que me llenó la vida.
—Estuviste en la primera marcha de Ni una menos y sos militante contra la violencia de género, pero vos aclarás que tenés tus diferencias con el movimiento feminista a lo largo de estos años.
—Hay que hablar de la violencia de género independientemente de los colores, defender la vida como el principal derecho humano que tenemos todos. Desde la concepción hasta la muerte.
Recuerdo esos días después de la muerte de Chiara en que las organizaciones gestaron el Ni una menos. Voy a estar eternamente agradecida a Marcela Ojeda, una de las periodistas que lo gestó (fue quien dijo a través de Twitter que había que movilizarse de manera nacional). En esos primeros días, Marcela me insistió en la importancia de que fuera a Buenos Aires para ser parte de esa primera marcha el 3 de junio junto a otros familiares de víctimas. Yo fui con miedo a ser acosada por los medios y con mi dolor que era demasiado reciente, pero ella con más periodistas nos cuidaron mucho allá. Recuerdo que Marcela me decía “ojalá cuando veas la la imagen de Chiara puedas decir que por ella se logró esto”.
No comparto con lo que vino después, porque muchas mujeres quedamos fuera del Ni una menos. Hoy no me siento parte de ningún colectivo, creo en los derechos para todas las mujeres y soy de la idea de que hay que trabajar en conjunto y respetar todas las opiniones. Si todas somos mujeres, desgraciadamente con respecto a la violencia, todas nos podemos ver afectadas, independientemente de la ideología.
En Rufino justamente ahora estamos pensando con las agrupaciones feministas, sobre cómo activar acá, en conformar una mesa de trabajo todo el año en prevención de las violencias. Esto lo pensamos ahora, luego de haber pasado varios años de idas y vueltas que tuvimos nuestras diferencias ideológicas. Siempre me pareció absurdo que se piensen dos actividades el 3 de junio cuando todas estamos contra la violencia de género.
En mi ciudad activo mucho, pero no me siento representada por nadie. Estoy a favor de las dos vidas, pero no me interesa ya eso de los pañuelos. Donde me inviten a hablar contra la violencia de género, voy a participar.
No veo al hombre como un enemigo, como algunas feministas. Pero sí, sé que tenemos que estar atentas cuando hay un hecho de violencia, no mirar para otro lado: si escuchamos o presenciamos un acto de violencia, estar atentos, denunciar. Y con las mujeres es escuchar, acompañar y no juzgar.
Pienso que la Ley Micaela es realmente importante de aplicar, sobre todo en el sistema judicial. Como familiar de víctima en muchas ocasiones tuve destratos, y las cosas se pueden investigar de otra manera si se aplica la perspectiva de género.
Me acuerdo cuando hablé en los debates sobre la Ley de Aborto en el Congreso, y otra mujer, que hablaba a favor de la ley, me agradeció que mi discurso era conciliador. No tenemos que estar enfrentadas como perros y gatos, hay que escuchar las opiniones.
—Es la primera vez que venís a Rosario a hablar públicamente. Y es a partir de la invitación de los concejales Volpe y Pence, de La Libertad Avanza.
—Tengo una relación muy cercana con Gustavo Volpe, el papá de Franco y con el diputado nacional, Nicolás Mayoraz, con quien he participado en actividades. Pero no tengo una ideología partidaria definida.
No acuerdo con las formas agresivas del gobierno nacional, no es todo blanco o negro, hay grises. Pienso que si no funcionaba bien el ministerio de las Mujeres, no acompañaba todas las mujeres como realmente debía, creo que había que controlarlo para que las cosas funcionen como corresponde. Los recursos que tenía, no se destinaba realmente a las víctimas. Pero cerrarlo no es la solución, porque desgraciadamente tenemos que seguir trabajando en estas temáticas porque siguen habiendo tantos femicidios.
—Justamente, siendo tantos, ¿cuál es tu sensación de que entre tantos casos de mujeres que han sido víctimas, el de tu hija haya sido el que despertó una indignación generalizada que llevó a una mayor conciencia social sobre el asunto?
—Hay tantos casos cada día que no nos enteramos. Cuando me han preguntado, no sé qué causas llevaron a que sea el de Chiari. Pienso que debe haber ayudado que se conoció cómo en Rufino la gente se movilizó tanto.
A nivel nacional, no me explico, a lo mejor generó mas indignación su edad, la empatía que generaba su sonrisa, el asunto de su embarazo. La verdad que no sabría decirte qué fue, pero yo agradezco que tantas personas lleven su cara en el reclamo contra la violencia, siempre me sentí muy acompañada por mucha gente.
—Vos en Rosario vas a dar tus apreciaciones en torno al sistema penal de Santa Fe. ¿Querés adelantar un poco?
—Para la Justicia lo que vos no podés probar fehacientemente, va en beneficio del criminal por la presunción de inocencia. Y en la causa de Chiari concluyeron que fue Mansilla pero no pudieron probar la participación de terceros. Si nos tenemos que basar en lo que tenemos y sí, probablemente lo pudo haber hecho solo con muchos esfuerzo. Chiari era más grandota que él, y mi pensamiento es que alguien tuvo que ayudarlo a llevarla al patio y a enterrarla. Sus abuelos, como dueños de la casa, no puede ser que no hayan sido partícipes necesarios de alguna manera.
Una camarista de Apelaciones de Rosario que sostuvo la decisión de los 21 años y seis meses de pena para Mansilla dijo que hay que empezar a diferenciar en la Justicia de menores, que no es lo mismo un niño que roba una bicicleta a un chico como el que, no solo asesinó a Chiara (y de esa manera, a los golpes), sino que después me llamó como si nada hubiera pasado, antes de reconocer que la mató.
Ahora a Manuel Mansilla le redujeron a 15 años de prisión, y tiene el derecho de salidas transitorias, cuando la figura del femicidio no lo permite, pero él era menor cuando la mató. Es muy difícil, más allá de lo que se logre o no, yo quisiera que en esta causa se pueda sentar un precedente que sirva para otras causas penales de menores.