Se han desarrollado los últimos años protocolos y abordajes desde la medicina pediátrica, clínica y general que son parte fundamental de la restitución de las funciones biológicas básicas para propiciar el mejor terreno para el desarrollo infantil y prevenir problemas médicos que impacten negativamente en las trayectorias del desarrollo. Estas propuestas que empoderan el trabajo desde el enfoque clínico, es el modelo que el equipo TEA-Enfoque Integrador, desarrolla desde hace más de 10 años, en vista de ordenar el trabajo del pediatra, clínico o generalista, a fin de contribuir con su rol fundamental en el equipo de intervención interdisciplinario, otorgando al paciente y la familia un verdadero trabajo con enfoque integral de la salud biológica, familiar y social.

- ¿Cómo situarse frente al autismo?

- Desde los inicios, a los primeros casos los tomaron los psiquiatras y la primera mirada fue psiquiátrica psicológica. Luego los neurólogos comenzaron a buscar para ver si encontraban alteraciones en los electroencefalogramas. Luego fue el tiempo de la genética y se encontraron con que pueden haber miles de asociaciones entre gen y autismo y lo que se pudo ver es que no hay ninguna línea directa entre genes y conducta. Existen limitaciones de la genética al momento de querer explicar un trastorno conductual; y esto vale tanto para autismo como para esquizofrenia o psicosis. Hoy sabemos que no hay líneas genéticas para estas investigaciones.

- ¿Cuál es la causa, entonces?

Hemos estado ignorando durante años decenas de miles de tóxicos. Aparentemente las nuevas generaciones son más vulnerables a los mismos. Estos químicos alteran las funciones de nuestros sistemas. Si hoy vemos el cerebro de una persona con autismo, notamos que tiene inflamación.

Por lo que nosotros sostenemos que es una situación inflamatoria que se desencadena en algún momento, por lo general, entre el año y el segundo año de vida, tiempo en el cual esos niños pierden habilidades, lo que nos lleva a pensar que toda esa presión de debilidades por los químicos presentes que nos rodean cotidianamente, de alteraciones metabólicas generan en esos individuos tendencias a lo que podríamos llamar “reumatismos”, o enfermedades autoinmunes y el cerebro del niño que está en un proceso de expansión, termina siendo afectado por esta “desregulación biológica general”, por decirlo de algún modo.

Si tomamos el cerebro de una persona con autismo leve, moderado o severo, observamos que a mayor nivel de severidad tiene mayor inflamación. Lo que nos lleva a pensar en el autismo como una problemática neuroinflamatoria. Y lo que nosotros hacemos con nuestro trabajo es disminuir la exposición del paciente a químicos; disminuyendo los alimentos alergénicos, etc; con lo que logramos bajar el tenor inflamatorio a nivel cerebral y observamos que las conductas del autismo mejoran; o revierten, muchas veces a cero.

- ¿De qué modo se evidencia esa inflamación cerebral?

- Disponemos estudios desde el año 2005 en los que se estudiaron restos de cerebro por necropsias comparando personas con autismo con distintos grados de severidad. Estos trabajos se hicieron siguiendo la evolución de jóvenes hasta su muerte donde se les temó las muestras. Y mostraban ese proceso inflamatorio.

En EEUU, el doctor Richard Frye, cuya investigación más reciente se centra en las posibles causas ambientales del autismo, así como en las anormalidades fisiológicas que se han observado en individuos autistas. Específicamente, él y sus coautores, que incluyen a Dan Rossignol, han concluido que es posible que los individuos autistas sufran desregulación inmune y estrés oxidativo, así como que la disfunción mitocondrial es más común en tales individuos que en la población general.

El doctor Frye dice que hasta el 65% de los pacientes con autismo que atiende tiene un proceso de encefalitis autoinmune.

O sea, el autismo sería una suerte de “diabetes del cerebro”. Sabemos que la diabetes tipo 1es un cuadro autoinmune al páncreas que afecta las células beta y se “despierta” la diabetes; en el cerebro pasaría que un cuadro neuroinflamatorio generaría una suerte de sintomatología comparable a lo que llamamos autismo.

Para explicar el autismo en el mundo se siguen las líneas genéticas y neuropsiquiátricas. La expectativa de vida de una persona con autismo es de 36 años; esas personas mueren de enfermedades cardiovasculares, de cáncer de intestinos; enfermedades que suelen afectar a personas de mayor edad, pero el autista se muere por estas enfermedades promedio a los 36 años. Sucede esto porque nadie los atiende. Muchas veces se mueren entre los 10 y los 20 años por una úlcera gástrica perforada. Es el producto de una gastritis erosiva crónica que nadie pudo diagnosticar.

¿Por qué?

 - Porque la manifestación de esa patología es conductual; estos chicos pegan, babean, muerden, golpean, porque no pueden decir: “me duele la panza”; y nadie ve el dolor detrás de la conducta.

¿Cómo trata usted a estos pacientes?

 - En primer lugar planteo un cambio de paradigma; no estamos ayudando si pensamos que el autismo es una forma de ser, si se lo trata con risperidona, con cannabis, con más amor o con más juego. Nada de lo mencionado desinflama al cerebro. Cuando a mis pacientes los pongo con una dieta sin gluten o le bajo el estrés intestinal, tienen mejoras. La tasa de mejoras de mis pacientes es del 95%.

¿Cómo se manifiesta esa mejora?

-  Las primeras son físicas, a nivel del órgano que estamos tratando; si es un proceso gastrointestinal, mejora. Tenemos que tener en cuenta que la mitad de los pacientes con autismo es constipado y la otra mitad tiene diarrea crónica. Pero también mis pacientes evidencian mejoras en los síntomas centrales del autismo; como ser en los intereses restringidos, en los problemas de socialización; y en otros síntomas que no siendo propios del autismo están muchas veces presentes, como ser agresividad, autoagresividad, cansancio extremo, ansiedad, nerviosismo; todo esto también mejora.

 - ¿Lo asocian a otros tratamientos?

- Todo lo que los pacientes traen de sus tratamientos propios del autismo se los mantenemos e integramos lo nuestro, que es otra pata fundamental al tratamiento que ya el paciente hace. Ya que lo que nunca es tenido en cuenta son los procesos neuroinflamatorios en el dolor. Yo uso el tratamiento alopático que el paciente trae y le agrego mí búsqueda del qué detrás del síntoma. Es una forma de integrar disciplinas que están referenciadas científicamente en una persona con TEA en todos los ámbitos de su desempeño y encontramos que con la alopatía podemos resolver el 95%.

¿Y el paciente mejora su conducta?

-  También la mejora. Hay receptores que están también en el cerebro y allí se da una conexión neuronal correcta. Secundariamente obtenemos beneficios en la repercusión neurológica del Tea. Yo no trato autismo. Trato la biología integral del paciente con la intención de mejorar el cuadro neuroinflamatorio del paciente.

 - ¿Cuándo y en qué lugar, se llevará a cabo la reunión que ustedes tienen programada en Rosario?

-  El sábado 19 de octubre a lo largo de toda una jornada estaremos en Rosario, en el Cine Teatro Arteón, Sarmiento 778.

Nicolás Loyácono, médico general, matrícula 133199