Pablo Javkin, propositivo, sin ataduras y muy moderado. Roy López Molina, el más desenvuelto y ofensivo. Roberto Sukerman, golpes de efecto y a la caza de votos en otras fuerzas. Juan Monteverde, autorreferencial y antisistema. Si fuera un juego de palabras clave, esta podría ser una caracterización bastante ajustada del papel de los cuatro candidatos a intendente que debatieron este domingo.

Primera aclaración: no hubo ganador o ganadores por demolición. En todo caso cumplieron el objetivo básico en cualquier debate de este tipo: como mínimo salir parados igual que como entraron. Y en todo caso pudo ocurrir que los candidatos no hayan logrado convencer a nuevos votantes, pero en ninguno caso dio la impresión que hayan perdido terreno por haber participado del debate.

El candidato del oficialismo, Pablo Javkin, logró transitar todo el debate estoico, aferrado a su hoja de ruta, decidido de antemano a no enredarse con los provocadores estiletazos de sus adversarios, en especial López Molina y algunos menos Sukerman.

Su estrategia fue conservadora, estrictamente propositiva. Incluso cuando pudo replicar se abstuvo. Surfeó de forma muy estudiada el flanco más complejo de su condición de candidato que encarna el cambio dentro del oficialismo: diferenciarse o identificarse.

En todo momento se esforzó por dejar en claro que el sujeto de voto es él. Nunca mencionó al Frente Progresista y menos al socialismo, tal vez con la idea de que así ensancha el electorado (¿en busca del voto útil de Cambiemos?).

En una única oportunidad aludió a Antonio Bonfatti como el candidato a gobernador del frente que integra y nunca a la actual intendenta Mónica Fein. Y dejó dos frases destinadas a mostrarle a los electores cómo imagina la relación con el socialismo: “Un futuro gabinete con los mejores de la ciudad y no como resultado de pactos políticos”, y al final: “Yo no tengo jefes polìticos”.

Javkin jugó como los equipos coperos que van a buscar el empate. Su triunfo fue no haber perdido.

Sukerman, el candidato más votado en las primarias y el que en mejores condiciones está para disputar el gobierno al Frente Progresista, se repartió entre golpes de efecto (prometió bajar 5 pesos el precio del boleto y suspender el cobro del Drei a pymes industriales) y la pesca de electores que en primarias optaron por candidatos que quedaron fuera de carrera o rezagados, concretamente votos socialistas y de Ciudad Futura.

Cerró su participación muy fuerte, al ofrecer en público la Secretaría de Salud al socialista Miguel Cappiello, uno de los mejores colaboradores de Hermes Binner en el armado del elogiado sistema de salud de la ciudad.

En cambio, por los votos de Ciudad Futura fue a la pesca desde el minuto cero, abrazando cada propuesta de Juan Monteverde. Fue tan agresiva esa jugada que en la primera oportunidad que éste tuvo lo cortó: “Roberto, dejá de nombrarme, los votos de Ciudad Futura no van de acá para allá”. Sukerman dejó de nombrarlo, pero se guardó para el final una última carta: les ofreció una futura Secretaría de Economía Social tras elogiar el trabajo que hicieron en materia de cooperativas y autogestión.

El otro objetivo de Sukerman fue vincular sin fisuras su candidatura a la de Omar Perotti a la Gobernación. Por el contrario, evitó referencias al escenario nacional y la defensa del kirchnerismo como en los debates de 2015 y 2017. No tuvo reparos en asumir el polémico eslogan “paz y orden” que usa el rafaelino, quien lo acompañó a los estudios de Canal 3 para el debate.

Roy López Molina jugó con las cartas del que viene desde atrás y no tiene nada que perder. Desplegó su capacidad de oratoria y empatía con las cámaras para mostrarse confiado y seguro. Más allá de algún cruce con Sukerman, su blanco predilecto fue el candidato del oficialismo. Se las arregló para que su caballito de batalla, inseguridad y narcotráfico, estuviera presente en cada uno de los ejes temáticos: por un lado describía una ciudad invivible por la inseguridad, por el otro proponía sancionar trapitos, sumar cámaras en la vía pública, entre otras ideas.

Al igual que Javkin en relación al Frente Progresista, López Molina se desmarcó de cualquier atadura partidaria u orgánica y del gobierno nacional. Sólo mencionó la palabra “Cambiemos” al presentarse; y una única vez a José Corral como candidato a gobernador de su mismo espacio. La palabra “equipo”, marca registrada del PRO, no salió nunca de su boca. También prescindió del manual antikirchnerista: hubo una única referencia al “gobierno más corrupto de la historia”.

El López Molina que se vio en el debate fue muy distinto al de los últimos dos años que, sentado sobre una pila de votos tras ganar la elección de concejales, optó por cultivar el silencio y bajísimo perfil. El de anoche fue un candidato necesitado de arriesgar, quizás ya no para quedarse con la Intendencia como soñó hace dos años, sino para evitar que Javkin cumpla uno de sus objetivos, que es instalar el voto útil entre los votantes de Cambiemos para asegurar que el peronismo no llegue al Palacio de los Leones. El 16 de junio se verá.

El candidato de Ciudad Futura desentonó del resto. Así como Javkin intentó apartarse de “las peleas y chicanas” de los otros tres, Juan Monteverde intentó todo el tiempo pararse a distancia de los otros tres desde una posición antisistema. En cada uno de los ejes temáticos insistió en diferenciar el hacer y el pensar política de Ciudad Futura del resto de la dirigencia política.

En cuanto a lo actitudinal, frente a las cámaras fue, de los cuatro, al que más le costó desenvolverse. O mejor dicho lo hizo de forma similar a los ámbitos de debate de esa fuerza política y sin los modos propios de un debate televisivo.

Monteverde propuso que los proyectos que a pequeña escala llevó adelante esa fuerza política (producción de leche a precios bajos, gestión de dos escuelas propias, plan antiinflación, proyectos de autogestión) pueden ser la base de un plan de gobierno municipal.

En la apertura del debate sorprendió al proclamar que Ciudad Futura está compuesta por “gente que quiere cambiar el mundo”, poniendo la vara un tanto lejos de los carriles por donde transcurriría el debate en los minutos siguientes.

Monteverde fue al debate a hacer conocer la fuerza política que lidera y su ideario, la misma que fue noticia en 2015 cuando logró tres bancas en el Concejo. Los modos y alcances de su discurso probablemente estén mostrando por qué le costó a Ciudad Futura conquistar nuevas franjas del electorado.

Lo que está claro es que Monteverde puso en valor esa mística generada en Ciudad Futura, pero también se encontró con la necesidad de defender el intento de Roberto Sukerman de instalar el voto útil entre sus votantes. Cabe recordar que hasta poco antes del cierre de listas Ciudad Futura y el justicialismo local negociaron una alianza electoral. Este domingo quedó claro que Sukerman pretende que lo que no se dio en los papeles se vuelva realidad en las urnas el próximo 16 de junio.