Y sí, somos resultadistas, fanáticos temporales y verdaderos especialistas cuando surgen historias como la que Nadia Podoroska está escribiendo en Roland Garros.

La rosarina viene brindado una distracción ante tanta noticia pálida relacionada con la pandemia, crisis, dólar blue, poco trabajo, fuego en las islas y demás temas inolvidables de este 2020 que parece no tener fin.

De golpe, todos sabemos que existe una joven tenista de nuestra ciudad que la está rompiendo en el tenis más importante del mundo. Sabemos que tiene 23 años, que surgió del Club Fisherton, que tiene padres farmacéuticos y que se fue a vivir a España para estar cerca de los torneos de Europa. Sabemos que ganó los Juegos Panamericanos y que nos va a representar en los Olímpicos. ¿Cómo conocemos todo esto? Algunos dirán que es debido a la pasión argentina por el deporte. La realidad es que nos guste o no, esa pasión se mide por los triunfos. El talento, el físico y la energía no alcanzarían para generar interés en la gente si no estuviera acompañado por las victorias en la cancha.

Aprendimos apellidos nuevos y difíciles de pronunciar. Empezando por el propio Podoroska, que tranquilamente uno podría desconocer que es una jugadora argentina y pensar que es de nacionalidad rusa, checa o ucraniana. Greet Minen, Yúliya Putíntseva, Anna Karolina Schmiedlova, Barbora Krejcikova y Elina Svitolina: los nombres que dejó en el camino Nadia para alcanzar hoy las semifinales. Atentos al seguimiento de Podoroska, seguro en la última semana surgió alguno de estos apellidos en conversaciones via whatsapp. Siempre mal escritos, claramente. Pero en fin, los aprendimos.

Hubo distintas reacciones mientras avanzaban los días y surgían noticias sobre nuevos triunfos de la argentina: “Histórico”, “Leyenda”, “Bravo”, “Fantástico”, “Va por más”. Y todos tuvimos nuestro propio análisis de acuerdo a nuestra cercanía con este deporte.

El fanático por el tenis te va a decir: “Desde muy chica Nadia era distinta a sus rivales y tenía un potencial enorme. En los Panamericanos lo demostró. Tiene una derecha muy potente y lastima mucho a sus rivales con ese golpe. Sin mencionar el excelente estado físico y mental con el que afronta un partido. Hacía 16 años que Argentina no tenía una jugadora en las semifinales de Roland Garros, luego de Paola Suárez. Mismo año en que Guillermo Coria y Gastón Gaudio jugaran esa histórica final en el estadio Phillipe Chatrier.

El aficionado por el tenis o por el deporte en general te va a decir: “Nadia es una gran tenista que viene luchando hace varios años por un torneo así. Viene jugando desde la clasificación de Roland Garros, el torneo más importante sobre polvo de ladrillo. Aquel en el que supo destacarse Gabriela Sabatini".

Después está la persona que por “deporte” entiende que sólo existe el fútbol. Esa gente te va a decir: “Tremendo lo de Nadia La Rusita Podoroska, un golazo lo que está consiguiendo, es la número 1. Dicen que puede ser mejor que Sabatini y convertirse en la jugadora más importante de los últimos 30 años”.

También tenemos al que no diferencia una raqueta de un palo de hockey: “Yo no entiendo nada de tenis, pero esta chica ¡¡cómo juega!! ¿Es en París este torneo, verdad? Y le ganó a todas con mejor ranking que ella, impresionante. Ojalá gane el torneo”.

No importa en qué grupo de personas se sientan identificados. Lo que importa es que hay una rosarina que hoy pasó a las semifinales de Roland Garros. ¿Sería lo mismo si hubiera dado todo y perdido en primera ronda? Y no. Seguramente la hubiera aplaudido solamente el fanático que se ve todos los partidos desde la etapa clasificatoria. Somos resultadistas y fanáticos ante cada victoria. Y no está mal que por lo menos por unos días, seguidores, aficionados, periodistas, deportistas, médicos, jubilados, quien sea, estén atentos a un deporte como el tenis y a la historia de una chica de 23 años llamada Nadia Podoroska. Disfrutemos del talento y el esfuerzo. Sobre todo cuando vienen acompañados de logros y resultados positivos. Prueba existente que nada se alcanza si no se trabaja y se sueña para conseguirlo.

Un día y por un momento, nos vuelve a gustar el tenis.