El desarrollo del debate de candidatos a concejales no parece haber conmovido el escenario electoral. No quiere decir que los resultados de las Paso no puedan variar el 22 de octubre, sino que no pareciera que fuera el debate del domingo a la noche el que pueda cambiar las cosas.

Un reglamento esquemático y restrictivo, exigido por los propios candidatos, le resta volumen y vuelo al debate político como tal. En consecuencia, al no pasar nada fuera de lo previsto, no hubo ganadores y perdedores en términos de ascensos y caídas.

En todo caso, en una segunda lectura podría decirse que ganaron aquellos que evitaron daños o supieron defenderse; y que no ganaron aquellos a los que el debate se les planteó como una oportunidad para ganar votos y no lo consiguieron; pero en este último caso habrá que esperar hasta la noche del 22 de octubre para conocer si fue así o no.

Roberto Sukerman (Frente Justicialista), Pablo Javkin (Frente Progresista) y Roy López Molina (Cambiemos) jugaron un mismo partido en el debate. Daniela León (Proyecto Santafesino) y Eduardo Trasante (Ciudada Futura) jugaron otro, cada uno con su libreto, diciendo lo que tenían preparado y sin atender los cruces de los tres más votados en las primarias.

Sukerman y López Molina no pudieron abstraerse de la grieta. Apareció cuando se habló de salud pública y también de seguridad. Fue, además, una forma de reafirmar identidades. Pablo Javkin trató de mantenerse al margen, excepto a la hora de reprochar por desigual reparto de subsidios para transporte, obras públicas, provisión de medicamentos. Reclamos y reproches que atribuyó en cuotas parecidas a unos y otros.

Javkin, como candidato del oficialismo, repartió su tiempo entre defender la gestión municipal desde su llegada a la Secretaría General en 2015 y contar logros o proyectos. En los cuatro ejes temáticos  desplegó acciones concretas ejecutadas o en realización. “Hacer no es relatar o prometer”, repetía.

Claramente es el que más necesitaba el debate por el resultado de las Paso y porque está convencido de un segundo gobierno de Mónica Fein mejor que el primero, pero que no es debidamente valorado (como demostraron las urnas), ya sea por problemas de comunicación o por el desgaste propio de los años.

Ser el candidato del oficialismo y centro de los dardos de los otros cuatro contendientes era su mayor riesgo. Supo contraponer proyectos a los reproches de los adversarios, esquivó la confrontación y cultivó el perfil propositivo. Quizás abusó del tono moderado y poco sanguíneo, que podría haberle reportado mayor impacto a la hora de hacer valer sus puntos fuertes (como cuando planteó la negativa del peronismo y el PRO a un crédito para infraestructura en el Concejo).

A la hora de las referencias políticas destacó la figura del gobernador Miguel Lifschitz (promotor de su candidatura) y no mencionó a la intendenta ni al candidato a diputado nacional del Frente Progresista.

Roberto Sukerman se mostró hábil para llamar la atención del televidente (tiró chicanas y llamó “Hambriemos” a Cambiemos, entre otras) y fue picante tanto con Javkin como con Roy López Molina. Abrió y cerró el debate marcando diferencias con el macrismo, pero a la hora de la agenda de la ciudad enfocó en el socialismo. Sólo le dio tregua a la hora de hablar de Salud Pública (propuso profundizar lo hecho) y viró su artillería a las reformas de salud del gobierno nacional (Cobertura Universal de Salud).

López Molina también corría riesgos en calidad de oficialista a nivel ancional. El reglamento demasiado esquemático le evitó sobresaltos que hubieran sido más urticantes si hubiera habido cruces. Cuando Javkin cuestionó la falta de inversión nacional en Rosario, sacó una lista de obras públicas y fustigó a la Intendencia por la “ineficiencia” que limitaría recursos para inversiones. Cuando Sukerman le reprochó recortes en derechos sociales, se limitó a un “todas mentiras para meter miedo”.

Si el PRO era el que menos necesitaba el debate por ser el gran ganador de las primarias, cumplió su objetivo de evitar cualquier daño que ponga en cuestión ese lugar.

La revelación del debate fue el candidato de Ciudad Futura. Retórica emocional, historia de vida conmovedora, representante de una fuerza política nóvel y una confesión inicial que lo ubicó en un plano distinto del resto: “No vengo de la política ni vengo a hacer una carrera política. No quiero ser intendente ni gobernador...”. Una declaración que dice lo mismo que Cambiemos pero desde otro lugar. Mientras el chiste sobre el macrismo es “éstos no roban porque son ricos”, Trasante dijo: “Estamos cansados de pedirle a los políticos que se pongan en nuestro lugar; y como ellos no lo hicieron yo me voy a poner en el lugar de ellos”. Esto de reivindicar el venir de “afuera” de la polìtica es toda una particularidad para una fuerza que defiende la militancia como opción de vida.

En lo personal, Daniela León fue la que menos lució. Sobreactuó un rol crítico casi sin concesiones en casi todos los temas que se tocaron, siendo que si hoy es presidenta del Concejo Municipal es por una apuesta personal de Mónica Fein.

La arista mejor trabajada de su participación en el debate es a quién se dirige. En primer lugar a las mujeres y en segundo lugar a habitantes de barrios humildes que sufren cunetas sucias, cloacas desbordadas o transporte deficiente, todo ilustrado con postales puntuales que luego generalizaba en “los barrios”. Radical de cuna, de larga experiencia, omitió delibradamente referencias al massismo que la lleva en su boleta como a la UCR disputada entre socialistas y el PRO.