Eduardo Coudet dijo cuando llegó a Central, a modo de declaración de principios, que decidiría su permanencia o salida del club en base a los resultados. Y explicó que no prefiere contratos largos, sino otros que permitan revisiones a cada fin de temporada.

Sus declaraciones luego de la eliminación en Colombia (más allá de la caballerosidad con la que respondió a la provocación de un periodista colombiano), en caliente, cubrieron con una sombra su continuidad en el club. "No sé si es final de ciclo, continuar es difícil”, fue la frase saliente.

La enunciación de la dificultad para seguir en el cargo de parte del DT debe entenderse desde la desazón que le provocó la eliminación (directamente proporcional a la ilusión que tenía, como se explicó en el comentario final del partido) y analizarse en el contexto en el que fue dicha: con el corazón aún caliente tras el 1-3 que Berrío clavó en el descuento. 

Coudet nunca prometió resultados, sí garantizó trabajo. Y con esa fórmula, peleó campeonatos (local 2015, Copa Argentina '15), metió a Central entre los mejores ocho del continente y potenció jugadores de la cantera (Cervi y Lo Celso, entre otros) que le dieron millones de dólares genuinos al club y le depararán varios más (Montoya y Salazar tienen destino europeo).

Por eso, no puede hacerse cargo de la desilusión de los hinchas, que bajo ningún concepto lo culpan de falsos anhelos y, todo lo contrario, le reconocen haber instalado una identidad futbolística ganadora desde la génesis (recuérdese el debut en 2015, 1-0 a Racing en Avellaneda, con gol del hasta ahí desconocido Cervi) y haber diseñado un equipo que fue protagonista en todas las canchas que pisó. Algo diferente a lo que venían viendo.

Si bien tuvo errores innegables (como la decisión de traer a algunos refuerzos que no rindieron lo esperado, como Cetto, Gil Romero o Battaglia), también es verdad que no lo ayudó la suerte con las lesiones (algo clave, a juzgar por las pérdidas de Larrondo, Pinola y Álvarez, estas dos últimas bajas decisivas en la eliminación de anoche) y enhebró muchos más aciertos, con los que estuvo a apenas dos minutos de haber jugado una semifinal del torneo de clubes más importante del continente.

Finalmente, hay una razón para que la dirigencia canalla intente seducirlo otra vez: la del tiempo de maduración de las ideas futbolísticas. Hay un sinnúmero de experiencias de conjuntos que se "cansaron" de quedarse a las puertas de la gloria, hasta que finalmente se abrieron de tanto golpearlas (a Cruyff, en el verano del '90, Barcelona lo quiso echar, antes de que llegaran todos los títulos). Será cuestión de conservar la base, pensar en los refuerzos y volver a trazarse desafíos. Reinventar el hambre de victoria. Y convencerse de que los "buenos resultados" no siempre son las vueltas olímpicas, sino que éstas terminan siendo una consecuencia de ellos.