El taxista pasó a buscarme como siempre. Esta vez lo esperaba con deseos de compartir la buena nueva.

—¿Y yo que le dije?¿Cuántos años hace que hablamos de una tarjeta para pagar el viaje del taxi? Me imagino que se acuerda. Se me anuda la garganta de ver cuánto tiempo demoran en tomar decisiones favorables. Recuerdo haberlo escrito en los diarios como aporte para que estos choros vayan encontrando más y más dificultades. Yo y un montón de personas que pensaban lo mismo. ¿Cuántas vidas van quedando en el camino mientras no se termina de implementar?

—No se me atore, señora. Tranquila. Tiene razón, pero primero dígame si vamos al lugar de siempre.

Sí claro, era mejor tomar las cosas con algo de calma. La que uno pudiera. Por lo que me acomodé en el asiento y me dispuse a escucharlo.

—Mire doña, hace mucho de eso, es verdad. Cuando lo vi por televisión se me vino a la cabeza cuando hace unos años, mataron a un compañero. Me acuerdo que los agarraron pero salieron en libertad por ser menores y fue cuando usted publicó en los diarios lo de poner una tarjeta como la de los colectivos, así toda la gente la tenía a mano. Tanto como para hacer algo. Mi señora se acordó enseguida. Porque nosotros hicimos paro y ¿de qué sirvió?  De nada. Pucha, si parece que la sangre tuviera que llegar al río para que hagan bien las cosas.  A veces amargan, es cierto. Pero ahora las tarjetas están en el período de prueba, solo algunos taxis la tienen, y terminado el período de prueba parece que la van a poner nomás. En el Concejo hay buena onda con esto y entre mis compañeros, también. ¿La verdad? Nos vendría muy bien. Como usted dice, sería una menos. ¡Hay muchísimos países que la tienen hace años!

—Me tranquiliza escuchar que usted ya lo sabía. Y piensan agregarle las tarjetas de débito. Pero no todos la tienen. Los jubilados y los trabajadores en blanco, sí. Pero el resto de la gente no.!  Así que vamos a ver cómo funciona. Ojalá tengan éxito. En los colectivos la experiencia fue buena.

—Y sí. Hay que reconocer que los asaltan menos porque saben que no hay plata. ¡Qué lacra tenemos en la sociedad! ¿No, doña? Algunos se enojan cuando uno les dice lacra, porque dicen que son víctimas. Y capaz que sí. Pero nosotros ¿qué somos?

—Nosotros también somos víctimas. Por eso debemos actuar. Hay que participar, opinar, actuar, comprometerse. No quedarnos en el rezongo y listo. No hay que tener miedo de denunciar, de publicar lo que uno piensa. De aportar ideas buenas. ¿Es democracia o qué?  ¿Se acuerda cuando denuncié lo del baño público sucio en el bar del parque Urquiza? Desde entonces lo mantienen limpito, limpito. Es una pequeñez, pero es algo. Además a mí me parece que no hay personas más expuestas que ustedes ante estos delincuentes.

—Y sí. Pero que quiere que le diga señora, ahora no se salva nadie. Por otra parte son muchos los que andan por la vida quejándose sin hacer nada. Parecen como que les faltaran ganas. Yo también creo que no hay que aflojar y que  hay queayudar a cambiar las cosas. ¡Joder! A ver si todavía nos quieren convencer de que no hay nada más que hacer. Sería bueno que  todos pensáramos aunque sea un poquito más con la cabeza, otro poco con el corazón y no siempre con el bolsillo. Por el futuro de nuestros pibes, digo. Y preparesé, preparesé que a lo mejor en unos días me paga con la tarjeta. Ja. Va a ser lindo. Ya llegamos, doña.