Corría el mes de marzo del año 2015, cuando en un largo viaje, mi amigo el taxista luego de escuchar mi relato sobre las hepatitis dijo: "Mire señora, entiendo la importancia de hacerse la detección de la hepatitis C. Pero escúcheme bien, el día que yo la vea a usted por televisión comunicando que apareció la cura, le juro que mi señora y yo nos hacemos los análisis, pero mientras tanto, ¿para qué saber? Nos volveríamos locos si supiéramos que tenemos un bicho que nos lastima el hígado y no podemos combatirlo”.

Confieso que no supe qué contestarle. Pero ahora, que en todo el país desde el mes de marzo de 2016, empezamos a transitar el “milagroso” camino de la cura gracias a la ciencia, espero, de todo corazón, que mi amigo el taxista me vea por televisión contándoles a todos esta magnífica realidad.

Miles de personas en la Argentina estamos en tratamiento, y estamos alcanzando la meta postergada por años. Por ello voy a contarlo por todos los medios para que nadie quede sin enterarse de que debe hacerse la detección de la hepatitis C, para seguir feliz por la vida. Si no la tiene, mejor, y si la tiene, puede sanarse.

Lo importante es que la detecte, y que la detecte a tiempo. Antes de que su evolución sin síntomas, los haga llegar tarde. Porque es la cuarta causa de muerte en el mundo y porque cada 2 minutos muere una persona a causa de la B y la C.

Y llegará el glorioso 28 de julio, Día Mundial de la Hepatitis, en que gritaremos a los cuatro vientos desde la plaza Pringles y todos los distritos de Rosario, esta verdad que salvará la vida de miles y miles de argentinos.