—Muy buenas, señora, hace rato que no la llevo a ningún lado, ¿vacaciones o problemas?

—Problemas de salud. Una fuerte y prolongada gripe, pero ahora estoy bien Por lo que, bien abrigada por fuera y con mucho fervor por dentro, voy a una reunión donde debo exponer como partera jubilada, sobre la despenalización del aborto. Me esperan muchas jóvenes, que han tenido la gentileza de invitarm. para una charla entre dos generaciones, sobre este tema que nos moviliza a todos.

—Le juro por esta que me lo imaginé. Estaba esperando que me llamara para preguntarle y tener argumentos para discutir con mi señora. Se pone nerviosa, se lee todo. En el face, en los diarios, en la compu. Prende la tele y discute como si la escucharan. Por momentos se enoja, porque algunos quieren hacer valer sus ideas, a los gritos o con insultos. No escuchan nada. Y se pone bien cuando lo hablan con respeto. Hace los mandados y lo charla con las vecinas. Y cuando llego yo me arrincona y me acosa con sus ideas. La voy a denunciar por abuso de género. Ja. Pero ¿la verdad? No sé bien qué decirle. Yo fui criado en una familia católica, y la Iglesia está en contra. A mí me da cosa que sea ley. ¡Tengo un lio en la cabeza! Por eso no veía la hora de encontrarla. ¿Usted puede ayudarme a pensar? Digo, sin ofender… 

—Por favor, no ofende, al contrario. Mire. Hay que reconocer que es complicado, lo cual no quiere decir que no se le pueda encontrar la vuelta. Para mí el primer paso ya se dio. Se habla de aborto. En todo el país. Con lo cual se está reconociendo que existe, aunque esté prohibido. Le juro nunca me imaginé que iba a vivir esto. Dicen que son aproximadamente 500 mil los que se hacen por año. Pero como son clandestinos, la cifra es insegura. Pueden ser más o pueden ser menos. Lo que creo es que nadie se embaraza para abortar, porque todos amamos la vida, menos los asesinos, claro. Pero cuando el embarazo es un drama, la mujer aborta. No la detiene la religión, ninguna religión, ni el consejo de la familia o el de la mejor amiga. Y no le importa si está permitido o no. Si está dominada por la desesperación, se lo hace. Y se lo hace en el lugar que el bolsillo le permite. La clase media y media alta, engrosa las arcas de los que lucran con esa desesperación, y los humildes, lo mismo, solo que por menor precio y menor seguridad, de allí las muertes maternas por año. El aborto existe en la Argentina. Esa es la realidad. Ese es el diagnóstico. Solo nos resta encontrar el tratamiento justo para todos. Ojalá seamos capaces de hacerlo.

—Como siempre doña, usted se baja y yo me quedo con la cabeza dando vueltas y más vueltas. Pero eso es bueno, hay que pensar las cosas, ¿no?