“Los ovnis escuchen el golpeteo de los tapones, por la tangente de la tierra, el mundo a los pies del fútbol argentino”, vocifera el relator tratando de estar a la altura del gol que acaba de ver.

El 25 de junio de 1986, justo el día que se cumplían 8 años del título mundial ganado en el Monumental sobre Holanda, Argentina superaba en las semifinales de otro Mundial, el de México, a Bélgica por 2 a 0 y se encaminaba a la final con Alemania del domingo 29, que ganaría 3 a 2.

Tres días antes, el 22 de junio de 1986, la selección había eliminado en cuartos de final a Inglaterra por 2 a 1. Pero no sólo eso, Diego Maradona había terminado de moldear su estatua con el gol con la mano, el primero, y el mejor de todos los tiempos, el segundo.

“Enrique engancha. Va a tocar para Diego. Ahí la tiene Maradona. Lo marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial. Deja el tendal y va a tocar para Burruchaga. ¡¡¡Siempre Maradona!!! ¡¡¡Genio!!! ¡¡¡Genio!!! ¡¡¡Genio!!! Tá Tá Tá Tá Tá Tá ¡¡¡Goooooool!!! ¡¡¡Gooooolll!!! ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo! ¡¡¡Viva el fútbol l!! ¡Golaaaaaaaazoooo! ¡Diegooooooool! ¡Maradooooooooona! Es para llorar, perdónenme. Maradona. En recorrida memorable. En la jugada de todos los tiempos. ¡¡¡Barrilete cósmico!!! ¿De qué planeta viniste? Para dejar en el camino a tanto inglés. Para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina. Argentina 2, Inglaterra 0. ¡¡¡Diegol!!! Diegol. Diego Armando Maradona. Gracias Dios. Por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas. Por este Argentina 2, Inglaterra 0”, eterniza Víctor Hugo Morales cuando Diego pergeña y consuma, efectivamente, la mejor jugada de todos los tiempos.

Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?"

Hoy cumple 60 años el futbolista argentino más importante de todos los tiempos, el artífice fundamental de la última Copa del Mundo ganada por Argentina.

El mismo que cuatro años después de la hazaña de México, llevó a la selección a otra final con el tobillo como un pomelo.

El mismo personaje incomparable que con una pelota logró poner de rodillas al poderoso norte italiano con la camiseta del humilde Napoli del sur postergado, castigado y segregado.

Exactamente el mismo al que la Fifa convocó para que no terminara de desvanecerse el Mundial de Estados Unidos de 1994 y después, cuando temió que fuera imparable, lo traicionó.

¿Cómo puede ocurrírsele a un relator en medio de la vorágine de un partido pedirles a los ovnis que escuchen el golpeteo de los tapones por la tangente de la tierra? ¿O soltar la figura de “barrilete cósmico” para escenificar sus movimientos serpenteantes durante la gestación del gol más imponente de todos los tiempos?

El Diego futbolista, ahora entrenador, pero siempre jugador, genera cosas intangibles que disparan, o dispararon, sensaciones desconocidas hasta su aparición e irrepetibles después.

Suele reconocer Alejandro Dolina que no quería tanto que Argentina fuera campeona en el 94 como que Diego lo fuera.

Y ese sentimiento es común a muchos criollos futboleros que se sintieron más representados por Maradona que por la selección. De ese tipo de sensaciones se trata.

Con Diego en la cancha el primer paso estaba dado: a la altura de las circunstancias. Hay figuras gigantescas del mundo del fútbol que no siempre, o casi nunca, pudieron superar esa prueba representando a sus países.

Aquel barrilete cósmico parido por la pobreza más pobre de Villa Fiorito también fue capaz de crear la frase más famosa del fútbol que ahora se utiliza en todos los ámbitos: “La pelota no se mancha”.

La pelota no se mancha

Y escenificó como nadie la sanción en Estados Unidos 94, que lo dejó a él afuera del Mundial y enseguida a la selección: “Me cortaron las piernas”.

Capaz de exigirle a un dirigente como ningún otro. “A Macri le voy a decir: «Sacá el filo para comprar a Trotta y a Basualdo, si entre todos nosotros te vamos a pagar la autopista. Después te lo devolvemos»”.

Genio y figura hasta la sepultura, el Diez sigue surcando los campos de juego argentinos y casi en todos ellos se asiste, o se asistía antes de la pandemia, a una especie de liturgia maradoniana que le agradece los momentos vividos. Una misa futbolera de la que también participan los futbolistas en actividad.

"Porque yo tengo memoria, hermano. Al que no creyó, al que no creía, o a los que no creyeron, con perdón de las damas, que la chupen, que la sigan chupando... Yo soy o blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida, ¿eh? Ustedes me trataron como me trataron. Sigan mamando... Ahora, otra pregunta".

Diego Armando Maradona cumple hoy 60 años. No habrá ninguno igual.