El corte-piquete está firme. Puente Rosario Victoria. Cuarenta grados de calor, una larguísima cola de camiones y gendarmes con órdenes de custodiar el medio ambiente de la protesta. Ambientalistas piden por una ley de humedales que el gobierno puede sacar pero no saca. Gobierno que sí apuró (¿como consuelo?) una norma que inmoviliza la comercialización de tierras quemadas por 30 años. Ecocidio. Quinientas hectáreas incendiadas de tierras isleñas que la bajante descubrió.


¿Que se discute con fuego? 

El fuego presiona la ley de humedales o explica la norma que impulsó Máximo Kirchner (que sí sabe mucho de tierras). La pregunta apareció cuando las llamas avanzaban sobre las islas. Sospechosas, inexplicables y violentas. Llamas en campos y lugares fuera del lugar común de la especulación (como en la isla frente al Monumento a la Bandera, o la que esta “justito” frente a Baigorria): ¿fuego ganadero? “Había pasturas de sobra en esas tierras para renovar y en comparación al poco ganado”, dijo en abril un veterano isleño. ¿Fuego agropecuario? ¿Especulación Inmobiliaria? Campos bajos con fines de Delta del Tigre pero que con una altura normal de agua estarían en su mayoría siendo piso de lagunas y riachos. ¿Kayakistas?  ¿Pescadores escapando del hastío de la pandemia?

El fuego fue enorme, descomunal. Sin respuestas, ni detenidos. Aun cuando el aislamiento en año covid hacía imposible el tránsito de las huestes urbanas.

En las primeras dos semanas de noviembre, el Juez Federal Nro 2 de Entre Ríos, Daniel Alonso, indagó a algunos de los dueños de los campos que explotan con ganado esas tierras buscando la respuesta, mirando a los ojos de los que fueron sometidos al patíbulo social. Charlas cortas con los indagados, según contaron, y, a solas, extensas y coloquiales con los abogados de esos empresarios. El magistrado también transita un camino tenso, mientras intenta probar idoneidad judicial sobre la sanción del ecocidio, pelea por un lugar en la Cámara Federal de Rosario. Tal vez una cosa dependa de la otra. 

En las inmediaciones de su despacho esperan avances. Tuvieron novedades pero confiesan que no pueden resolver el dilema sin que pasen todos por la indagatoria. Muchos de los citados por Alonso se excusaron de presentarse por ser personas con riesgo de covid domiciliados en otras provincias (Corrientes, San Luis, etc.). Otros no fueron porque la citación de la Policía les llegó después de la fecha de la audiencia. Además se incorporó un imputado que surgió de otras indagatorias sobre la titularidad de las islas. 



Todos los que apuntan y los apuntados coinciden: “El fuego es intencional”. Alguien va y enciende mechas. Lo dijo Gabriel Gasparutti, cuando era subsecretario de Protección Civil (“es intencional y una provocación”), lo dijeron empresarios de 40 años de trabajo en ese lugar, los baqueanos, los ecologistas, el ministro Juan Cabandié y los diputados que pelean por meter pie con leyes en este campo ahora visible. Intencional también cree el intendente de Rosario y sus funcionarios. Solo los burócratas de siempre se mantuvieron en el tibio lugar (en Entre Ríos y Santa Fe) que resulta ser la parte baja de sus escritorios, eludiendo conflictos que no entienden. 

La misma historia de gran parte de la isla la convirtió en un lugar de fuga, de olvido, de cero presencial estatal. Y allí mandará el más fuerte, el que pone la tarasca sobre el escritorio correcto o el que lleva el arma en la cintura. Nunca el Estado. No había doblez. Tierra de todos. tierra de nadie. Gente loteando tierras fiscales para venderlas al mejor postor. Alambrando sin importar lo que determine el agrimensor oficial de Entre Ríos. El fuego llegó y dijo presente. Acá hay un mundo enorme. Y que paguen todos. Los justos, los pecadores. 

Hubo llamas frente al Monumento a la Bandera cuando el ministro de Medio Ambiente acababa de apagar otras llamas, escuadrones heroicos metiendo el pecho, fondos estatales pagando aviones hidrantes en medio de los flashes de la prensa. Una pala con etiqueta de recién comprada en los brazos de un actor que mordía un poco de fama. 

¿Qué se discute con fuego? ¿Además de la salud de nuestros pulmones y del ecosistema destruido quien se perjudica con esto? El piquete que reclama una ley que limite la explotación económica de campos escriturados hace décadas es un punto fuerte. Intereses económicos, abigeato, el agua que se va, las maquinas “legales pero diabólicas”. El que mueve tierra, el que coimea a un funcionario para hacer lo que quiere. El legislador que diseña estrategias pirañas para quedarse con todo. El mito de la factoría China de crías de cerdo que “negoció” Alberto Fernández. El listado es enorme. Pero el fuego es intencional, dicen todos los actores de la obra. 



Charly García, el que no banca ni las hormigas del campo, ensayó una metáfora de la sordera del poder: Yo era el rey de este lugar hasta que un día llegaron ellos, gente brutal sin corazón, que destruyó el mundo nuestro. Revolución, revolución, cantaban las furiosas bestias. La Corte al fin, fue muerta sin piedad, y mi mansión, hoy es cenizas… Libertad. 

Interna y disputa política, judicial, económica. Todo junto y un poco más. El Gobierno pelea contra los propietarios de las tierras y ahora (además de la ley que limitara el uso) no lo hace frente a frente sino con la intermediación de comprometidas ONG ambientalistas. Se desnuda un escenario de codicias. En bolas y con llamas incendiarias se pide atención en medio de operaciones dignas de los “espías y servicios” del tercer mundo. Alguien enciende una mecha para discutir. 

¿Que se discute con fuego? Tal vez sea como siempre: El poder.