¿Existe alguna diferencia entre una persona que ha crecido y otra que ha madurado?

Siempre me llamó la atención cuando Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de Dios” (versión moderna de la Biblia).

¿Qué quiso decirles con esto?

Para responder, pensemos en los niños. Es claro que lo que hoy se les enseña dista mucho de lo que era décadas atrás. Los valores parecen que han cambiado y en consecuencia el modo de ver la vida, pero el significado real de lo que entendemos que representa a un niño, seguramente coincide en señalar la sencillez, humildad, espontaneidad y   la transparencia.

Estos valores se mantienen intactos a través de los años, solo que muchas veces permanecen ocultos y opacados por el orgullo, la envidia, los celos y la mentira.

El psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó como “Síndrome de Peter Pan al conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe o no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre.  El hombre/niño que se resiste a crecer es incapaz de cuidar y proteger a nadie así como de intercambiar papeles igualitariamente en el contexto de una pareja. … Se trata de hombres que no han aprendido la diferencia entre haber crecido y ser adultos”.
Un punto importante, según mi entender, es que algunos jóvenes no quieren crecer porque no observan valores representados en los mayores y en cambio los ven infelices, disconformes, desunidos o violentos en su vida de pareja.
Una de las causas de no querer crecer además, es la sobreprotección en la niñez.

Cuando éramos chicos, había una tendencia en las madres en general, si la maestra nos retaba por algo, enseguida nuestra madre preguntaba: “¿Y vos qué hiciste?”
Hoy es lo contrario, se pregunta al niño o adolescente: “¿Qué te hizo esa maestra?”
Hay una predisposición a justificar las malas acciones en lugar de inculcar que las lecciones en la vida siempre dejan una enseñanza y una forma de corregir para no volver a equivocarse.
La autora del Best Seller Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy, concluye que: “Se debiera permitir a los niños que sigan siendo niños en el conocimiento, y debieran llegar a ser hombres y mujeres sólo a través del crecimiento en la comprensión de la naturaleza más elevada del hombre”.
Crecer y madurar son eslabones de una misma cadena: sentir que es necesario no solo reclamar derechos sino también cumplir con obligaciones.
La educación a tiempo en un niño hace que crezca y madure como un hombre de bien, integrando valores que serán su carta de presentación en cualquier ámbito.
Esa instrucción de ningún modo coarta su libertad, sino que lo conduce a                                                                       la felicidad, no acomodándose en el estancamiento o mostrando un modelo de hombre frágil, inmaduro, con un proyecto de vida que causa cierto desequilibrio incapaz de formar una pareja estable o poder convertirse en padre y educador.
No dejes que el papel de “Peter Pan” se instale en tu vida. En cambio, acepta tu estado real, originalmente bueno, útil a los demás, que como ciudadano tengas un compromiso más allá de lo personal y te sientas reconocido por lo que eres y no por lo que se supone debieras ser.
Comienza cada día como una aventura, pero no te olvides que esa aventura tiene un desenlace feliz siempre que mantienes ese niño interior, que de ningún modo es inmaduro sino que ha crecido para dar y sonreír a los demás, responsable y generosamente.

No dejes de aprovechar cada ocasión para vivir tal como sientes que eres, pues es algo que te permite decidir por tu propio bien y el de los otros.
¡Te invito a comprobarlo!

Elizabeth  escribe artículos relacionados con el impacto de la espiritualidad en la salud y en los distintos aspectos de la vida cotidiana.
Integra el Comité de la Ciencia Cristiana, en Argentina. 
Contacto: Argentina@compub.org