“Lo que hablamos con el jugador es que si se puede quedar en Newell’s quiere estar acá, pero no depende de nosotros, porque él tendría que volver al club portugués (Benfica) pero no puede viajar y no sabe cuándo lo hará, lo que es manifiesto que en Argentina sólo juega en Newell’s”. 

Francisco Hernández, el representante de Cristian Lema, se dejó llevar hace unas semanas por ese humo futbolero tan característico de las promesas que sólo tienen el sostén de la buena voluntad e inmediatamente hipotecó la relación del futbolista con los hinchas rojinegros manoseando el ya muy ajado sentido de pertenencia.

Hernández no sólo se excedió, sino que contestó por otro: encharcó un vínculo que no lo tiene como protagonista, sólo como gestor.

Una relación, además, que no era idílica, pero sí muy estrecha porque el zaguero supo ganársela con muy buenos rendimientos y goles trascendentes.

La negociación que ahora se canceló y que terminará con Lema vestido con otra camiseta, nunca fue sencilla. No había ninguna necesidad de prometer lo que probablemente fuera imposible de cumplir.

Y menos todavía con un club que le pone nombres y apellidos muy fuertes a la pertenencia: Martino, Maxi, Bernardi, Nacho, Heinze, Pablo Pérez, Formica...

Ahora Lema, que, se insiste, fue muy importante para que Newell’s transite mejor de lo esperado meses muy bravos de competencia, quedó marcado como un antihéroe que sólo cometió el pecado de buscar su mejor porvenir a los 30 años.

“Hoy me despido, con la frente en alto y tranquilo de cumplir los objetivos que había en un comienzo cuando no era fácil venir a jugar. Lamentablemente muchas páginas o periodistas dicen cosas que no son, mal informados, diciendo que hubo acuerdo con Benfica y otras cosas, cuando nunca fue así. Yo no hablo ni hago muchas declaraciones pero me parece injusto leer esas cosas”.

Lema se despidió por Instagram. Y si bien su mensaje va casi directamente dirigido a los dirigentes, el deterioro de la relación comenzó cuando alguien de su entorno prometió lo que no podría cumplir. O mejor escrito, lo que no sabía si podría cumplir.

Los hinchas representan el sector más noble y auténtico del mundo fútbol. Ellos le dan valor a las palabras, a las promesas. No se las lleva el viento. Hernández debió saberlo.