“Si el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada, entonces te pido que me des alas. O una soga fuerte para salir por arriba. Trepando los muros más altos de este hediondo callejón”, tangueó este finde en un rincón streaming el Flaco Pereyra. Cachito. El virtuoso Quilmeño reversionando a Charly Gercía. 

Una semana con certezas: el volcán covid explotó en Argentina. Mientras la infectóloga (del Ministerio de Salud de la Nación pero "secuestrada" en Rosario) Judith Díaz Bazán transpira en la trinchera rosarina reiterando los protocolos de cuidados y asumiendo su bombera situación, el Presidente pidió la bocha el viernes para decir lo que hoy avalan los gobernadores: que la situación es grave, que hay que cuidarse con distancia, barbijo, aseo. A su lado, el viernes, los jefes de provincias complicadas asistían detrás de sus tapabocas. “Hasta las manos”, me dice en off un colaborador. “Hay cosas que Alberto no dijo?”, me pregunto con la desconfianza de creer que lo peor puede llegar en cualquier momento.

María de los Ángeles Chiqui González aislada en un depto. Porteño. Encerrada con nietos a los cuales entretiene con sus propios “trípticos de la niñez” hogareños. “Busco ideas que ayuden y aporten a pensar este momento”, me dice detrás del teléfono. “Hay una tristeza generalizada muy grande. Ya veníamos de una sociedad distanciada socialmente por el individualismo. Palabras de pandemia. La cercanía es solo para comprar. Y la curva y el pico de la pandemia. El adentro que te protege de afuera. El primer antídoto es reconocer que esto es un momento grave para nuestras vidas, es un replanteo de parejas, trabajos, si la vida es realmente corta. No estamos preparados para estar en un iglú familiar durante seis meses”, dice la Chiqui, acorralada por el desencanto existencial que le plantea la distancia. 

”El covid puso al mundo en pausa”, dice el investigador UNR-Conicet Oscar Botasso, uno de los sabios de cabecera 2020. “Estamos ansiosos de la respuesta de los avances científicos. Esperando los resultados”. “Y en el mientras tanto qué?”, pregunto. “¿Encerrados?” “No tanto: el metro y medio, con riguroso barbijo. Y que no hablen cerca nuestro (aun con tapabocas). El distanciamiento con barbijo te baja hasta el 90%. Así que seguimos defendiendo eso”. 

No es fácil poner la cara a lo Merkel, que ayer se plantó en cadena de tele alemana y les dijo a los germanos que si las ciudades superaban los 35 casos cada 100 mil habitantes todos a casa. Y la escuela se verá. A cuidar el empleo y la salud de la población. En otros lugares del mundo se respeta la autoridad. Se confía en la autoridad más allá de las coincidencias. Obvio que no es aquí ni ahora. En Rosario tenemos 600 infectados semanales cada 100 mil habitantes. Casi 20 veces más. 

Al gobernador de Santa Fe en pleno anuncio de mayor estructura sanitaria en Venado Tuerto un hombre enloquecido por la crisis lo adornó de insultos que nadie pudo esconder. A los minutos el fiscal venadense Iván Raposo ordenó su detención de oficio por entender una “contravención al artículo 64 de la convivencia: Incitación a perturbar por cualquier vía a otra persona”. “Cualquier vecino puede accionar por lo mismo”, dice telefónicamente. “En este caso era un acto público, muy evidente y violento con insultos verbales. Habilita actuación de oficio. Y accioné. Lo hubiera hecho si el dañado no era el gobernador, confiesa ante la catarata de críticas. “Demora a un pelagatos que putea al gobernador pero acá pasa cualquiera”, escribe en un venadense en un portal local. 

Ser creativos en momentos de pandemia. Para no enloquecer, no fundirnos, no llorar, no odiarnos. Para mantenernos a flote. Difícil misión le planteo a Chiqui González. “A mí la manera de creatividad es hacerme un plan diario que no es un taller de nada. Invento y me entusiasmo con cosas que son verdaderas estupideces”, dice. 

-¿Hay algún mecanismo creativo que permita no hundirse en la miseria sin tener que mendigar al Estado o algún familiar o a alguien una ayuda económica?

-Reinventemos todo. La mutualidad. Nuestros trabajos, acciones. Y en el tema en que estamos empezando nuevas cosas. Creo que hay una nueva red solidaria de trabajo por el lado de la población, por el lado de la propia gente, que se toca con otras actividades. La gente va a tener que crearse motivos como se creó en el 2001 el canje. Les deseo lo mejor a todos que se junten con otros e inventen otra cosa, aunque ganen poco, pero que inventen otra cosa. Que estudien o hagan lo que nunca hicieron, que se animen a ser divergentes con su proyecto de vida. Hay que atravesar esto y seguir vivos, para poder decir “Argentina se levanta otra vez”.

El diputado provincial Rubén Giustiniani es contundente en la respuesta: ¿Lo peor de la pandemia? le preguntó esta semana un alumno de la Universidad Católica en clases por zoom. “Es la crisis educativa, por sobre la sanitaria y la económica. Que se hayan interrumpido las clases deja un crisis irrecuperable”. 

“Los chicos no tienen palabra”, dice González, “no solo no tienen escuela, no tienen ninguna palabra en casi ningún lado, en televisión se habla de los chicos, pero los chicos no hablan, hablan del bicho, algunos programas hablan de la soledad, que la escuela no les gusta por las tareas pero si les gusta por los amigos y no los van a volver a ver. En grave la situación de séptimo y quinto año. A todos se nos juntó con la pandemia la reflexión sobre lo corto de la vida y si nuestra vida nos gusta o no nos gusta, es doloroso”, dice.

Al final un cierre. 

“Yo creo que los chicos sin regreso a la escuela quedan truncos como en la historia argentina. La historia argentina es de desapariciones. Como que los chicos se quedan sin cerrar ningún ciclo; ni los de séptimo ni los de quinto. Pudieron crear una escuela más abierta, una escuela con chicos que fueran turnándose, pero una escuela más creativa, más filosófica, porque hasta en las tareas no se les pregunta si están tristes. Mis chicos me preguntan todo el tiempo si por mi edad me voy a morir, nadie les pregunta que sienten, nadie les pregunta a que tienen miedo. La hora de la pregunta no existe, salvo algunos muy buenos maestros. Por lo tanto creo que si dejan entrar a un chico al supermercado o a un shopping por qué no a una escuela, no hay motivos para no ser creativos con los niños”, dice la gran González.

Este finde con pico pandémico hubo fiesta en un salón coqueto, con Dj al palo y mucha sonrisa post freezer. Para pelearla a la clandestinidad. La gente quiere salir, tocarse. Pero es imposible subir a un bote a motor a dos pescadores sobre el Paraná. “Esto es una desmesura. Una locura o un compromiso político de Santa fe a las huestes entrerrianas”, me dice uno que la manya. Ladran sancho.