Las redes sociales son la principal fuente de información de la población más joven, pero también el medio de comunión que menos credibilidad genera.

Esto conlleva un gran riesgo, en primer lugar, porque son los propios medios de comunicación tradicionales los que recurren a la Red para buscar información o temas sobre los que informar, sin tener en cuenta que existe un alto riesgo de que esa información sea errónea, malintencionada o creada para su viralización.

Según un estudio realizado por la consultora Cision, en la que se entrevistaron a 3.000 periodistas de 11 países, un 97% admitía emplear las redes sociales como fuente de información. Además, un 27% dedica dos horas diarias a consultar noticias en Facebook y Twitter, principalmente.

¿Cómo reciben la información los españoles?

Propaganda en redes sociales: ¿sabemos detectarla?

Las redes sociales van ganando peso como herramienta informativa y, con ello, se ha convertido en un arma de doble filo, muy potente para verter información no contrastada, engañosa o con fines lucrativos encubiertos.

Según el Proyecto de Investigación de Propaganda Computacional por el Oxford Internet Institute, países como China, Estados Unidos, Rusia, Alemania, Brasil o Ucrania han hecho uso de las redes sociales para manipular la opinión pública, en los últimos 3 años.

El fenómeno de las fake news de los últimos meses ha supuesto que instituciones gubernamentales comiencen a tomar medidas para regular los nuevos canales de información.

Por otro lado, muchos expertos comienzan a denunciar el efecto de los “filtros burbuja”, o como los buscadores de Facebook o Google están diseñados con algoritmos que filtran la información que recibimos.

¿Cómo actuar?

Tanto los profesionales de los medios de comunicación o todo tipo de usuarios de redes sociales deben recordar que: la credibilidad, la autoridad, la calidad y la pertinencia son los factores con los que debe de evaluarse todo tipo de información.

Muchos expertos apuestan por la “ecología de la información”, como medio para controlar los riesgos asociados con el exceso de información, la desinformación y la manipulación informativa.

Fuente: Universia Argentina