Ricardo Alberto Guillermo Russo, el jefe de inmunología y reumatología infantil del Hospital Garrahan, fue detenido por tenencia y distribución de pornografía infantil. La conmoción fue inmediata y en simultáneo, el repudio. Sin embargo, ¿es una práctica inusual?, ¿hay algo de monstruosidad en su accionar? Y además, ¿qué piensa y siente un adulto que se comporta de esta forma? En el diario Página 12, la psiquiatra infantil Virginia Berlinerblau, del Cuerpo Médico Forense, explicó cuál es el perfil de los pedófilos y cómo reclutan a sus víctimas. También se refirió a las víctimas y brindó algunas consideraciones en relación a cómo protegerlos.
Berlinerblau hace 26 años que investiga la problemática. Se dedicó a escuchar niños abusados sexualmente durante casi dos décadas y más recientemente, a examinar a los perpetradores de las conductas abusivas y violentas. “Acabo de ver a una persona que abusó de una niña”, cuenta y pasa a responder estas 11 preguntas.
— ¿Cuál es el perfil de una persona que consume pornografía infantil?
—El típico imputado es un adulto varón, heterosexual, con hijos, familia, adaptado socialmente. No son enfermos mentales, en el sentido de la alienación mental. Es decir, son imputables para la Justicia. Son personas comunes y corrientes, circulan disimuladas entre noso- tros, por eso es tan difícil detectarlos. Pueden pertenecer a cualquier sector social, lo que ocurre es que en la Justicia están sobrerrepresentados aquellos pedófilos de los niveles socioeconómicos más vulnerables porque representan a la mayoría de la población. La mayoría no son violentos. Muchos son seductores, así logran acercarse a los niños.
—¿Dónde buscan a sus víctimas? ¿Cómo se les acercan?
—Buscan lugares donde hay chicos, parques, plazas, escuelas, hospitales, instituciones deportivas. Se presentan como personas sociables, les ofrecen atenciones especiales, con los niños más pequeños con una golosina o juego alcanza. Los seducen con conductas que implican afectos, confianza, pueden hacerles regalos, tienen un acercamiento amigable, aprovechándose de la ingenuidad de los niños. Muchas veces sus víctimas son niños vulnerables afectivamente, sin figura paterna, que están solos durante el día porque su madre trabaja todo la jornada o pertenecen a grupos socialmente vulnerables. Hay niños que están en mayor riesgo que otros. A veces se presentan como educadores sexuales, acuden a hablarles de sexo a los adolescentes. A veces se les acercan ofreciéndoles enseñarles algún deporte. En un club, les ofrecen bañarse o desnudarse juntos: en el vestuario de hombres no hay cortinas... el niño ya está en una situación de vulnerabilidad, y la vergüenza, la estigmatización hacen que se calle. O miran pornografía juntos con adolescentes, para explotar su curiosidad sexual. Les brindan afecto y comprensión: es un combo de tal naturaleza que los niños, los más solitarios, se sienten hasta bien con ellos. Después aparece la duda, el temor, la vergüenza, que hace callar a todo niño, el temor a no ser creído. Y a ser castigado por las figuras parentales: “Por qué fuiste, si te dije que nadie te tenía que tocar”. A veces, establecen una relación de confianza con la familia, y eso engaña más. “Mirá qué gaucho que es... “, “Eran muy amigos y yo no podía ni hablar”. Algunos les muestran pornografía en su celular por el placer de las exhibiciones obscenas.
—¿Por qué recurren a la pornografía?
—Es una desviación sexual. El que mira pornografía infantil tiene la tendencia pedófila. Mira porque se excita sexualmente. La pornografía infantil le genera un resultado gratificante y tiende a reforzar ese comportamiento, como quien consume droga. Se llega al acostumbramiento y la tolerancia y buscan mayores estímulos, imágenes más comprometedoras, denigrantes, violentas, y algunos de ellos pasan al acto de abusar niños. Hay una clara correlación entre mirar pornografía infantil y el abuso sexual en el mundo real. Pueden ser pedófilos circunstanciales, o los típicos, con conductas reiteradas. Es decir, al tener la cercanía de un niño solo y con límites morales poco claros, excitarse sexualmente, o puede ser el agresor incestuoso que abusa en su propia casa. También utilizan las imágenes muchas veces para chantajear al chico: pasan a abusar del niño con la amenaza de difundir esas imágenes de sus partes íntimas, como ocurre en el grooming: los niños o niñas terminan siendo abusados por temor a la difusión. Lo más habitual es que pasen al acto. No les alcanza con ver, es una suerte de droga que genera adicción.
—¿Generan sus propios materiales de pornografía infantil?
—Consiguen materiales de otros pornógrafos o producen los propios para intercambiar. En algunos chats, tienen que pagar un peaje para acceder y entonces terminan produciendo su propia pornografía. Además, habitualmente tienen la tendencia de querer mostrar a los otros lo que ellos tienen y son premiados y se les mandan otras fotos.
—¿Son conscientes de su conducta delictiva?
—Dicen que en el futuro la sociedad pacata va a entender que es natural tener sexo con niños. Una vez entré a un chat que había grabado Interpol, se quejaban de que los consideren enfermos mentales. “Lo nuestro es una preferencia”, dicen. Tienen cero empatía con los padeceres de los niños, los cosifican para su placer. Para ellos son una cosa, como un consolador.
—¿Buscan un perfil determinado de niño o niña?
—Hay hombres que en los chats de pedofilia dicen: a mí me gustan los niños sin pelos en las partes íntimas, antes de la pubertad. A mí, los bebes. Otros dicen, sexualmente maduras, o las imágenes fuertes de niños haciendo sus necesidades. Se aburren y quieren más. Más variedad, cosas distintas, cosas más bizarras. Por eso aparecen situaciones sumamente densas como niños teniendo sexo entre sí. O son obligados a estar en determinadas poses, o les hacen sus necesidades encimas o los atan con cadenas.
—¿Hay rasgos que permitan identificarlos?
—No hay rasgos que los identifiquen. Hay que desmitificar eso. Puede ser el vecino de tu casa, lo saludás todos los días, y resulta que consume y produce pornografía infantil. La conducta social nada nos dice de la conducta sexual de una persona. Se tiende a hacer esa correlación: es un buen médico, entonces no puede ser un pedófilo. Son muy buenos ocultando y mostrando una fachada.
—¿Cómo se puede proteger a los chicos y chicas de este tipo de delitos?
—La mejor prevención con los niños y niñas es la comunicación, prestarles atención a las pequeñas o grandes cosas que tengan para decir, lograr que el niño confíe en vos en cuestiones de la vida cotidiana. No sé si es prevenible, porque un pedófilo los sorprende. Pero sí se puede prevenir la recurrencia. Nunca hay que retarlos, juzgarlos, ponerles caras: hay que creerles, decirles que fueron valientes al hablar, no confrontarlos con la persona de la cual el niño se queja. No pensar que se va a olvidar al día siguiente de lo que le pasó. Muchas personas dicen: “Lo veo mejor porque le dije al niño que se olvide”. Los niños aprenden a llevar el silencio. Lo indicado es llevarlos a una psicoterapia y a un médico, para ver si tienen lesiones. Una pregunta que podés hacer de vez en cuando es: “¿Hay algo que no te pregunté que me quieras contar?”, hablar con empatía. No reaccionar de una manera que el niño se asuste y se calle. Sé que no es fácil porque muchos se sienten muy alarmados. Y también es fundamental la educación sexual integral.
—¿Hay mucho más casos de los que se tiene algún registro?
—Muchísimos más. Es muy complejo investigar las redes de pornografía infantil porque las imágenes dan la vuelta al mundo, pueden ser niños del otro lado del planeta. Hay procesos que hacen con la computadora: por ejemplo, ponen la cara de un niño con el cuerpo de otro o deforman los rostros. Niños de un país como Serbia, los encontrás en una computadora de acá. Y es muy difícil seguir la pista del delito si no conocés a la víctima.
—¿Qué daños producen en las víctimas?
—Las consecuencias son nefastas sobre las víctimas. Ese chico vive pensando que están esas imágenes de su intimidad expuestas en la web. Pueden sufrir trastornos de la personalidad de diversa gravedad, desviaciones sexuales, autoagresiones, fracaso en los proyectos vitales. Depresión, hasta psicosis. Lo grave es que es un tema mucho más extendido de lo que se cree y la tenencia de pornografía tiene una pena recién desde 2017, y el condenado puede no pasar ni un día en la cárcel.
—¿Es un gran negocio?
—Un negocio tremendo. Algunos grupos te pueden hacer pagar todos los meses para acceder a imágenes porque no todos están en condiciones de producir su propia pornografía infantil. Es una industria que involucra a muchas personas que trabajan en eso y señores que pagan.