Hasta hace no mucho a los enfermos del corazón se les prohibía la actividad física, o al menos reducirla considerablemente, por temor a una recaída o empeoramiento. Pero la evolución en el conocimiento de la enfermedad cardíaca ha provocado un cambio radical en estas recomendaciones.

"Son pacientes cuyos problemas físicos les hacen llevar una vida más sedentaria que, en vez de mejorar su patología, la empeora", señala la doctora Esther Merino, responsable de la Unidad de Rehabilitación Cardíaca del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, cuya unidad desarrolla un programa integral de rehabilitación que pone especial atención en la práctica de ejercicio.

El ejercicio mejora la capacidad física, lo que hace que el corazón trabaje menos para lograr un mismo nivel de esfuerzo, con menor elevación de las pulsaciones y la tensión arterial. Y, según se publica en 20minutos, además de ayudar a controlar los factores de riesgo cardiovascular, es beneficioso para otros órganos como los pulmones. La rehabilitación cardíaca tras superar un infarto persigue la recuperación de un estado físico y mental saludable, así como la prevención de recaídas, y tiene cuatro pilares fundamentales: ejercicio físico prescrito de manera individual, detección de control de los factores que han llevado a la enfermedad, atención psicológica e información para el autocuidado.

El número de sesiones de rehabilitación varía dependiendo del paciente pero, por lo general, la fase ambulatoria comienza tras el alta y dura de dos a tres meses, con entre una y tres sesiones semanales. 

Además, el desarrollo tecnológico permite monitorizar sin cables de forma continua su electrocardiograma. La evidencia científica ha demostrado una menor mortalidad, menor riesgo de recaídas, menos consultas médicas y menos medicación en aquellos pacientes que realizan un programa de rehabilitación. Y las ventajas no son solo físicas, igualmente mejoran su autoconfianza y estado de ánimo.