A una cuadra de la Ciudad Universitaria se emplaza el centro cultural “Oveja Negra”, donde se realizan talleres para chicos y adultos. Entre ellos, el curso de alfabetización, que comenzó a dictarse en 2019. Un nexo clave de las personas que dejaron sus estudios en algún momento de sus vidas con la escolaridad formal.

Entre los alumnos más persistentes están María Alejandra Mansilla, de 33 años, y Mónica Avellaneda, de 64. Fue esta última quien tuvo la idea de sumar el taller de alfabetización a las propuesta de Oveja Negra y, desde entonces, los docentes voluntarios los guían en el proceso de aprender a leer y escribir, sumar y restar, herramientas fundamentales para la vida. Este año se capacitarán en la confección de currículums para mejorar su situación laboral y adquirir autonomía económica.

Después de cinco años de asistencia al taller llamado "Ahora es cuándo", ambas mujeres (que son suegra y nuera), buscan cumplir sus objetivos, entre ellos, conseguir un buen trabajo. María se animó y ahora, además de seguir asistiendo, cursa la escuela nocturna en la Capilla Madre de la Esperanza. Moni, por su parte, que es madre de ocho hijos y abuela de 17 nietos, ahora puede ayudarlos en la tarea escolar. Sus padres la llevaron a la escuela solo hasta séptimo grado, una realidad que ella pudo cambiar para su descendencia.

La mayoría de los asistentes no concluyó el nivel primario. Pero la situación de María era diferente, ya que nunca había asistido a la escuela. Era muy retraída, hasta que en 2019, a partir de la alfabetización, además de a leer y escribir, aprendió a socializar por primera vez. Llegó con timidez, miedo y mucha resistencia –admitió que tenías ganas de huir del taller– porque antes no había estado en ninguna otra institución ni organización social.

Una tarde de este enero caluroso y lluvioso, Moni, María y su profesora Jésica Gindin recibieron a Rosario3 junto a otras alumnas de Oveja Negra. Rodeadas de nietos, y cobijadas por una frondosa biblioteca amurada en la pared, las alumnas compartieron sus vivencias.

Con una prolija letra mayúscula, Moni escribió la fecha del día en el pizarrón con un fibrón, mientras contaba: “Yo una vez salí a pasear y me perdí. Terminé en el parque Independencia, que encima es enorme, atrás de la cancha de Newell's. Estaba sola, no sabía qué colectivo me dejaba en Ituzaingo y Berutti ni dónde tomarlo. Me perdí porque no sabía leer los carteles, y dije esto no puede ser. Desde que aprendí a leer y escribir, ahora conozco las avenidas de toda la ciudad y ayudo al resto cuando me preguntan qué colectivo tomar”.

La actitud decidida de Moni se contrapone con su figura menuda y su fragilidad, y según dicen en el centro Oveja Negra, todo el barrio la conoce: “El domingo me puse a bailar cumbia con los pibes en el medio de la calle. Yo soy de La Sexta. A mis hijos los tuve acá, y acá me voy a morir”.

Moni es conocida en el barrio República de la Sexta, donde ahora aprende a leer y escribir. (Ana Isla/Rosario3)

Recordó sobre sus comienzos en la lecto comprensión: “Cuando empecé, enseguida arranqué a leer. Quería hacerlo porque entendí que había muchas cosas que no sabía. De chiquita fui a la escuela, pero mi papá no nos mandaba. Llegué hasta séptimo grado. Después dejé, pero me quedó pendiente”.

María por su parte, recordó cómo se sumó al taller de alfabetización: “Yo no sabía leer ni escribir. Moni me dijo, «vamos a la Oveja, te van a enseñar». Yo era tímida, y no hablaba con nadie, ni dejaba que nadie me tocara”. A lo cual la profesora agregó: “Llegó con los ojos tapados por el flequillo y no le veíamos los ojos. No se reía, no participaba”.

Entonces contó su historia: “Fui al jardín del colegio Madre Cabrini. A los 11 años viví en un hogar de mujeres en Luján, donde me llevaron cuando murieron mis padres. Y Alejandra, una vecina de acá de La Sexta, me adoptó. Ella es mi mamá ahora. Vengo al taller de alfabetización desde 2019 y también voy a la escuela en la capilla”.

Para ella “es importante seguir aprendiendo muchas cosas para poder tener un buen trabajo”, y en este sentido destacó: “Estoy armando mi currículum desde fines del año pasado con ayuda de los profesores. Fui bachera y moza en Córdoba, en el sur, en Mar del Plata y Chapadmalal, así que quiero volver a trabajar en gastronomía”.

El manual que utilizan para acompañar en el proceso de lecto escritura. (Ana Isla/Rosario3)

Cuando Moni le acercó su inquietud, Jésica se puso a investigar qué materiales utilizar para construir el taller, y si bien encontró contenidos y manuales de varios países latinoamericanos, se quedó con uno del Ministerio de Educación de la Nación, creado en 2004. “Nunca se volvió a imprimir este tipo de manuales en el país”, destacó la docente. Se trata del "Libro para el alfabetizador", publicado por el Programa Nacional de Alfabetización y Educación Básica para jóvenes y adultos.

El manual considera que cualquier persona puede llevar adelante la tarea de alfabetizar, y según precisó Jésica, “el contenido es sobre las costumbres e idiosincrasia argentinas, como la bandera, las costumbres del mate y el asado, la ilustración es del rosarino Roberto Fontanarrosa”. En torno a la pedagogía que utiliza, destacó: “Se empieza a trabajar con las vocales, con la palabra 'Educación' que tiene todas las vocales. Trabajamos con juegos, cartas para trabajar armado de frases y relacionar imágenes con palabras”.

Cuando Moni pidió hacer el taller, los materiales disponibles a los que podían acceder eran muy pocos: “Observé procesos de alfabetización y cuáles herramientas usaron en Nicaragua, Ecuador, Cuba. Retomé algo del programa cubano “Yo sí puedo”, pero este quedó muy viejo porque se trabajaba con televisores. Entonces, avanzamos con este manual nacional, ya que los materiales que trabajamos se relacionan con el entorno de su barrio, la cultura y las costumbres, los derechos”.

El taller se realiza con juegos de cartas y letras, así como la guía de un manual realizado 20 años atrás por el Ministerio de Educación. (Ana Isla/Rosario3)

La alfabetización como acción política

La premisa en Oveja Negra es un concepto de la pedagoga Rosa María Torres : “Nadie aprende sin afectividad”. Es por eso que en lugar de los contenidos, se prioriza la construcción de un espacio social seguro y afectivo para los y las alumnas.

“El centro cultural es referencia en el barrio, y trabajamos con otras organizaciones. Es un lugar seguro, de encuentro donde nos escuchamos. Y no hay que perder la perspectiva de que los espacios de alfabetización son un nexo para que las personas después se inserten en las escuelas formales, como es el caso de María. Si se desarticulan estos espacios, la gente deja de poder insertarse en la sociedad”, estableció la docente del taller.

En ese sentido, aseguró que podría peligrar la continuidad de la iniciativa, ya que “para poder pagar el alquiler recibimos un subsidio del Estado, y si se corta, no podremos sostenerlo”.

Entonces, explicó su postura sobre la importancia de la alfabetización: “Como docente mi intención es acompañar el proceso de adquirir conocimientos y autonomía. Es la política en acción y sin filtros”.

Autonomía económica como otro objetivo

La mayoría de alumnos del taller son mujeres jóvenes y mayores a cargo de sus hijos y nietos, y que no tienen trabajos formales, por lo que se encuentran por fuera del sistema económico y laboral. La docente Gindin destacó otro objetivo que buscan en la alfabetización, pero que es en segundo plano: “El asunto no es solo aprender a leer y escribir, sino también aprender el sistema bancario y el informático, para que todos tengan autonomía económica y sepan manejar sus cuentas bancarias”.

Sobre la independencia económica, Moni compartió: “Yo cobro la pensión, pero no sé usar la tarjeta, la he perdido. Entonces prefiero hacer cola siempre y que alguien me atienda para recibir la plata”.

María compartió su realidad: “Cada día mi novio me da cinco mil pesos y me mareo con el tema del vuelto. Para ir al banco le doy la tarjeta a mi mamá. Pero yo quiero aprender, así como quiero volver a encontrar un trabajo”.

Finalmente, Jésica destacó que este año se reabren los talleres en Oveja Negra, donde cualquier persona puede acceder a la alfabetización allí de manera gratuita, escribiendo en su cuenta de Instagram. “Quien haya abandonado la escuela, aunque sea de otro barrio de la ciudad, puede venir a aprender también. Las clases son los martes a las 15, sin importar el nivel que tengan, porque somos multigrado”, advirtió. Por último, extendió la convocatoria a quienes deseen sumarse como alfabetizadores.

Las alumnas de Oveja Negra asisten desde sus comienzos en 2019. (Ana Isla/Rosario3)