Cuando se habla cada vez con mayor intensidad de la autonomía como una de las características más importantes del estudiante para que se apropie de su proyecto de vida y pueda seguir aprendiendo de manera permanente, la Ley de Educación Nacional N.º 26.206 del año 2006 solamente incluye en su redacción dos veces la palabra “autonomía”; una para referirse a la formación docente y la otra en el capítulo “Derechos y deberes de los/as alumnos/as”.

El reciente proyecto de ley de educación de la Provincia de Santa Fe no se encuentra muy lejos de ello y hace referencia en siete oportunidades a la palabra “autonomía”, siendo la mención más significativa aquella de la sección de “Derechos y Garantías”, donde en su artículo 5 señala que “La educación es gratuita y universal, promotora de la transformación de la realidad social y de la emancipación de los ciudadanos, creadora de sentido, identidad y autonomía, facilitadora de la transmisión de la cultura entre las generaciones y de proyectos de vida individuales y colectivos...”.

Pensamos la autonomía en los estudiantes como el hecho de asumir ciertas responsabilidades que pertenecen a su vida y hacerlos partícipes de su propia formación, donde la gestión educativa propone competencias clave y hace del ejercicio de la autonomía un ejercicio permanente para el aprendizaje en función de una educación a lo largo de la vida.

¿Es posible lograr aprendizajes para el desarrollo de la autonomía en nuestros estudiantes y en nuestros docentes en un escenario de instituciones educativas donde se dista mucho de las prácticas de la autonomía?

Los sistemas educativos tienen muchas pautas y esas pautas, en muchos casos, son muy necesarias para escuelas más vulnerables, sin embargo, es también necesario construir un camino hacia una mayor autonomía que permita a las escuelas desarrollar su identidad propia como proyecto de vida institucional y la innovación como claves para la mejora continua.

Es indispensable que se comience con respetar los tiempos y los espacios de las escuelas y que las administraciones provinciales no sometan a las mismas a sus propios tiempos y necesidades y les brinden la oportunidad de llevar adelante sus propias y particulares propuestas.

Es necesario comenzar a depositar un voto de confianza en las escuelas, en sus directivos, en sus docentes y en sus estudiantes. Es necesario comenzar a pensar que cada uno de los actores involucrados en el proceso de aprendizaje estará poniendo lo mejor de sí y acompañarlos en ese camino, apostando en el autoaprendizaje como un salto de calidad en la educación.

Ariel Alberto Rotondo, Rector ISPI 9073

Revista Aptus