“Este es el desafío más grande de mi vida porque conlleva una gran responsabilidad. Voy a dejar mi vida para que los hinchas se sientan orgullosos del club que tienen. Racing es familia, queremos a los socios cerca. Iremos por ese lado... Me involucré porque necesito devolverles a los hinchas todo el cariño que me brindan. Que sepan que voy a dejar todo para llevar a Racing al lugar que se merece. Armamos un gran equipo, con profesionales de gran calidad humana”.

A los ídolos no hay con qué darles. Diego Milito se transformó el domingo pasado en nuevo presidente de Racing, aunque recién asumió este jueves, con el 60 por ciento de los votos de una concurrencia récord que superó los 17.000 participantes sobre la que fue, quizás, la gestión más importante de Racing en toda su historia.

Víctor Blanco, aunque en este caso ocupaba la candidatura a vicepresidente en su lista, prácticamente refundó a una institución que después de aquellos gloriosos sesenta sólo había festejado un puñado de títulos y había padecido un descenso con dos temporadas en el ascenso. Es el único grande que no volvió inmediatamente a la categoría superior.

Hace un puñado de días, el 23 de noviembre, Racing ganó la Copa Sudamericana, festejó un título internacional después de más de 30 años y es, detrás de River, el plantel más jerarquizado del fútbol argentino.

Pero no hubo caso, la figura de Diego Milito fue más fuerte e inclinó claramente el resultado en las urnas.

Pero no es el único caso. Juan Román Riquelme es otro ejemplo de estos tiempos. El principal dirigente de Boca derrotó impiadosamente al alfil de Mauricio Macri, quien representa, porque se produjo durante su gestión, la etapa más gloriosa de la historia de Boca. Ya cuando fue candidato a vicepresidente de la etapa de Jorge Amor Ameal, Riquelme inclinó la balanza. Como figura principal, arrasó.

Pasa lo mismo con Juan Sebastián Verón, intocable en Estudiantes, aunque jaqueado ahora por sus pares por la sensación de que tiene intenciones de transformar al club en algo muy parecido a una SAD, figura que no está permitida por ahora en la AFA.

Sin ser ídolo, pero potenciado por una extensa gestión en la Confederación Sudamericana, Gonzalo Belloso arrasó en su momento en Central.

Es muy difícil que un exfutbolista pierda una elección. Y si llegó a la categoría de ídolo, es directamente imposible.

Lo que no puede asegurarse es el éxito de su gestión.

A Riquelme por ahora no le va tan bien y hay quienes ya pusieron en jaque su idolatría, aunque la grieta de la política nacional juega su partido en la interna xeneize y es muy difícil distinguir entre los convencidos y los interesados. De hecho, hace un año, hasta el presidente de la Nación Javier Milei se presentó a votar en clara señal de apoyo a la oposición.

Verón viene superando el examen aunque afronta, como quedó escrito, su momento más complejo.

No obstante, hay ejemplos de todo lo contrario a una buena conducción.

Daniel Passarella, uno de los jugadores más importantes de la historia de la selección argentina, ni hablar de River, no puede ni acercarse al Monumental. Los Millonarios se fueron al descenso durante su gestión.

Carlos Babington, ícono del Huracán de Menotti, campeón en 1973, está procesado y embargado por administración fraudulenta. Por supuesto, hace más de 10 años que ni se acerca al Palacio Ducó.

Los ídolos son invencibles en las elecciones del fútbol argentino, los ex jugadores, en menor medida, también.

Lo que no se puede asegurar es que sus gestiones sean exitosas.

Una cosa es destacarse con la pelota y otra muy distinta gestionar.

Diego Milito es el próximo ensayo.